Aaron avanzaba con cautela, cada músculo de su cuerpo preparado para luchar si era necesario. Los árboles aquí eran más altos y viejos, sus raíces sobresalían como garras intentando atraparlo.
De repente, una ráfaga de viento lo golpeó, y una voz resonó como un trueno.
-¡Detente!
Aaron giró rápidamente, desenfundando su espada. Frente a él estaba la misma joven del claro. Esta vez, no había luz brillante que la rodeara, sino una energía palpable que parecía hacer vibrar el aire a su alrededor.
-¿Qué haces aquí, humano? -demandó ella, su tono frío y autoritario.
-No tengo intención de dañarte -respondió Aaron, manteniendo su espada baja, pero alerta-. Estoy buscando respuestas.
Rose lo miró con desconfianza, sus ojos brillando con una intensidad que casi lo hizo retroceder.
-Los humanos no buscan respuestas, buscan poder. Y este bosque no tiene nada que ofrecerte.
Aaron apretó los dientes.
-No todos somos como los monstruos de tus historias.
Antes de que ella pudiera responder, un rugido rasgó el aire y desde las sombras, emergieron criaturas retorcidas, con piel negra y ojos rojos como el fuego.
-¡Demonios del bosque! -exclamó Rose, levantando las manos para invocar su magia.
Una explosión de raíces salió del suelo, bloqueando el ataque de las primeras criaturas. Aaron, sin pensarlo dos veces, se lanzó al ataque con su espada, cortando a una que intentaba rodearlos.
-¡Detrás de ti! -gritó Rose, lanzando una ráfaga de viento que apartó a otra criatura antes de que alcanzara a Aaron.
Lucharon espalda con espalda, una extraña coordinación formándose entre ellos. Cada golpe de Aaron le era seguido por un hechizo de Rose, y juntos comenzaron a repeler la amenaza.
Cuando el último monstruo cayó, ambos se miraron, jadeando.
-Quizás no seas tan inútil como pensaba...-dijo Rose, limpiando una gota de sangre de su mejilla.
Aaron guardó su espada, su sonrisa llena de desafío.
-Y tú no eres tan perfecta como intentas parecer.
Antes de que la discusión pudiera continuar, un espíritu apareció, flotando entre ellos.
-El destino los une, como la luna y el sol. Pero recuerden, incluso la luz más brillante puede crear las sombras más profundas.
Ambos quedaron en silencio, con un peso nuevo cayendo sobre ellos.