Rose y Aaron caminaron en silencio por el Bosque de Sunnyvale, las tensiones entre ellos tan palpables como las raíces que sobresalían del suelo. Los espíritus revoloteaban cerca de Rose, murmurando advertencias que Aaron no podía entender, lo que aumentaba su frustración.
- ¿Vas a decirme qué está pasando? -preguntó Aaron finalmente, rompiendo el silencio.
Rose lo miró por encima del hombro, su expresión seria.
-El bosque está muriendo. Y todo indica que el origen está en tu reino.
Aaron frunció el ceño.
-Mi reino no tiene nada que ver con esto. ¿Cómo puedes estar tan segura?
-Porque lo he visto. Los espíritus me lo mostraron -respondió Rose, su voz cargada de indignación-. La corrupción no solo afecta a este lugar; está extendiéndose hacia el resto del mundo.
Aaron quiso protestar, pero algo en su tono le hizo detenerse. Había verdad en sus palabras, aunque no podía explicarla.
De repente, el viento se detuvo. El bosque quedó en un silencio antinatural. Rose se detuvo en seco, alzando una mano para que Aaron hiciera lo mismo.
-Algo viene -susurró.
Un instante después, una figura encapuchada emergió de entre las sombras. Sus manos estaban envueltas en energía oscura, y su voz resonó con un eco inhumano.
-Heredera. Príncipe. Qué interesante encontrarles juntos.
Aaron desenvainó su espada mientras Rose levantaba sus manos, rodeándose de una barrera de raíces.
-¿Quién eres? -exigió Rose.
El encapuchado dejó escapar una risa seca.
-Un mensajero. Pero no traigo buenas noticias. La corrupción que teméis no es más que el comienzo. Vuestros mundos caerán, y no hay nada que podáis hacer para detenerlo.
Aaron avanzó un paso.
-¿Y si lo intentamos de todos modos? -preguntó con un desafío en su voz.
El encapuchado extendió una mano hacia ellos, y una ráfaga de energía oscura salió disparada. Rose reaccionó al instante, invocando raíces que se alzaron como un escudo, absorbiendo el impacto. Aaron aprovechó la distracción para lanzarse al ataque, pero el encapuchado desapareció antes de que su espada pudiera alcanzarlo.
El silencio volvió al bosque, roto solo por la respiración agitada de ambos. Rose bajó las manos lentamente, mirando a Aaron.
-Esto es más grande de lo que imaginaba.
Aaron enfundó su espada, su mandíbula apretada.
-Si queremos detenerlo, tendrás que empezar a confiar en mí.
Rose lo observó por un largo momento antes de asentir.
-Tal vez. Pero si me traicionas, no necesitarán los monstruos para destruirte. Yo misma lo haré.
Aaron dejó escapar una risa seca.
-Queda claro.
Sin decir más, continuaron avanzando, cada uno consciente de que la sombra que los acechaba no les daría mucho tiempo antes de volver.