Aquella noche completamente agotado Maximiliano se dejó caer en el no muy cómodo colchón de su cama, después de tomar una rápida ducha decidió que era hora de descansar. Observando el techo, no podía dejar de pensar en aquella mujer... Savannah Brown, parecía tan enigmatica, como hermosa... Sin duda alguna era una mujer por la que cualquier hombre perdería la razón, así como había sucedido con su primo... Su belleza y carácter resaltaba en todo, pero qué impresionante resultaban esos singulares ojos, violetas... es que mientras más los veía, más hipnotizantes les resultban.
-Por muy hermosa que sea, no puedes perder la cabeza, Maximiliano- se reprendió así mismo- debes mantener los pensamientos y el cuerpo frío, para poder efectuar tu plan de forma magistral... Savannah Brown debe pagar por lo que ha hecho. Tan bella como desgraciada, debía ser igual de infeliz que los había hecho a ellos.
Matrimonio por amor... resultaba que la mujer quería matrimonio por amor. ¿Sería posible que se hubiese negado por ambición?, al saber que era un heredero quizás decidió subir la apuesta, Max sonrió malicioso, seguramente aquello funcionó con Dylan, pero no con él, él era más astuto y el odio que sentía hacia aquella mujer le permitiría mantener fría su cabeza para pensar con determinación.
Un matrimonio por amor... debía convencerla, enamorarla lo suficiente, manipularla de tal manera que no tuviese dudas de que él estaba igualmente enamorado que ella, que lo había hecho perder la razón. Debía jugar sus cartas bien, debía enamorarla.
Aquella misma noche, Savannah, había tomado una larga ducha, después de aquel interminable día, y se había metido bajo las cálidas sábanas de su cama, con un largo suspiró, observó la oscuridad de su habitación sin poder dejar de pensar en aquel extraño...
-Bastante guapo- dijo con una sonrisa, era obvio que no tenía ni idea de las faenas del campo, pero tal y como había dicho, estaba más que dispuesto a aprender. -Veremos que te depara el destino en el rancho Brown.- suspiró sintiendo deseo... y es que debía ser ciega para no hacerlo, era un hombre muy grande y musculoso, con ese lindo cabello y esos hermosos ojos color esmeralda. ¿Estaría mal pensar en tener una ardiente aventura con aquel foráneo mientras se encontraba en sus tierras?, quizás no fuese muy ético de su parte, a fin de cuentas, era su empleado, sin querer darle más vueltas al asunto... se durmió.
Maximiliano despertó muy temprano, tal como era costumbre en él, odió no tener su cuarto de entrenamiento disponible, pero nada podía hacer al respecto, así que tras una rápida ducha, se vistió con una guarda camisa, una especie de camiseta sin mangas, mientras se arrojó la camisa al hombro, decididó acercarse a la cocina, para saber si había disponible un poco de café, se sorprendió al escuchar un pequeño revuelo junto con el relinchar de un caballo, rodeó el fente del rancho para dirigirse al lugar de donde provenía el escandalo, se sorprendió ante lo que vió, junto al corral de buen tamaño, había un trió de hombres observándo a Savannah, ella estaba sobre los lomos del un caballo negro que había visto la noche anterior, un pura sangre, hermoso y majestuoso, tan negro como la noche misma, observó a Savannah, su largo y abundante cabello sostenido en una alto moño, una ligera camisa de tirantes, sobre ella una camisa a cuadros atada al nivel de su cintura, unos jeans y sus botas, ejercitaba al animal con maestría, haciéndolo trotar bajo sus ordenes, algunos movimientos muy bien ejecutados, el animal se levantaba en sus patas traseras y pensó que la tiraría al suelo, pero no sucedió, la mujer llevó a cabo el difícil movimiento, manteniendose en los lomos de animal que relinchó con gusto para seguir trotando...
-Muy buena amazonas- dijo y Elías, uno de los ayudantes se giró hacia él, tocándo a punta de su sombrero como saludo.
-La mejor de todas- asintió el hombre- ninguna mujer de la región monta como ella- le dijo antes de girarse de nuevo hacia la imágen que tenía en frente - Es buena domando bestias- "Al parecer, tan buena como es domando hombres", pensó con amargura pensando en Dylan.
-Ningún hombre monta como ella- aseguró Matías a su lado- ese caballo solo ha tenido dos jinetes, capaz no solo de subirse sino de mantenerse en sus lomos, ella y su padre, el difunto Don Albert Brown.
-Qué en paz descanse- intervino RIchard, el capataz.
-Cualquiera que ha querido montarle, ha terminado cayendo al suelo, arrojado por la bestia.- dijo con un poco de burla.
-Es un animal majestuoso, no me extraña que sea tan selectivo- admitió Max.
-Un pura sangre- dijo Richard- solo teniamos dos, diablo y tormenta. Fueron una adquisición de hace muchos años, eran solo potrillos cuando llegaron, gracias a ellos, tenemos caballos y yeguas muy costosos en el rancho Brown. - Savannah se acercó a ellos haciendo trotar al caballo, antes de bajar y darle las riendas a Richard, para acariciar de manera afectuosa al elegante animal.
-Buen chico bebé, buen chico- le palmeó con cariño, amaba a ese animal, era como tener una parte importante de su padre con ella- Que le den agua y lo alimenten- volvió y lo palmeó- se ha portado muy bien.
-Si, señora- el hombre se alejó para cumplir las ordenes.
-Señor Neumann, buenos dias. ¿Logró descansar?
-Dormí muy bien, gracias- la mujer sonrió, admirando sus musculosos brazos desnudos, y su torso apenas cubierto- no ha mentido cuándo ha dicho que es una buena amazonas, de las mejores que he visto.- la halagó con sinceridad.
-Gracias, aunque no creo que en la ciudad hayan muchas amazonas - sonrió ampliamente con un poco de burla- valoro que aprecie sin habilidades ecuestres.
-Sería imposible no hacerlo. Me gustaría montarlo- se animó a decir, tentado por la majestuosidad de animal. Savannah lo miró al menos un minuto en absoluto silencio, Maximiliano se imaginó que lo estaba evaluando, evidentemente estaba bajo un escrutinio, la mujer sonrió.
-Lo lamento, eso no es posible, y no porque no lo crea capaz- sonrió con ironía- ese era el caballo de mi padre, nadie más que yo, lo monta, y si quiere tenerme de buen humor... así seguirá siendo. -Max presionó los labios sintiendo frustración, no estaba acostumbrado a que le negaron nada.
Tomaron el desayuno y se disponían a marcharse a sus actividades del día, cuando Max salió por la puerta de la cocina, escuchó la acalorada discusión, se encaminó para encontrarse con que allí estaba el mismo hombre del día anterior y discutía con Savannah...
-¿Está todo bien?- preguntó acercándose, seguido por Matías.
-Si, todo bien, el señor ya se va.
-¿Otra vez tú?- Tom frunció el ceño y de inmediato mostró su enojo. - te hacía muy lejos de este lugar.
-Tomás, es asunto mío quién se aloja en mi casa- lo miró desafiante, el hombre a dos pasos de ella, le preguntó.
-¿Acaso te gusta?
-Ese es mi problema, ahora sal de mi propiedad, estoy harta de decirte que no me casaré contigo y no venderé el rancho.
-No me iré, hablaremos.
-¿No ha escuchado?- preguntó Maximiliano ceñudo- márchese.
-Maldit* foráneo, ¿Quién te crees?, tu a mi no me das ordenes. - escupió enojado- tu y yo, vamos a hablar Savannah- la tomó del brazo para llevarla dentro, pero ella lo empujó soltándose del agarre para luego descargar en la mejilla del hombre, una bofetada.
-¡No me toques!- le dijo enojada, Tomás le miró casi con odio, no solo le había abofeteado, sino que lo había hecho frente aquellos hombres. Sin siquiera pensarlo, levantó la mano golpeándola con fuerza, arrojándola contra el suelo.
-¡No vuelvas a golpearme, jamás!- le dijo furioso. Lo que aconteció seguido a eso, fue muy rápido, Maximiliano saltó como un depredador, acercándose al hombre lo golpeó con fuerza, descargando en el rostro del hombre, su enojo. hubo un intercabio de golpes, maldiciones y más golpes.
-¿Cómo se te ocurre golpearla?- explotó furioso Max, quién se defendía, recibia el ataque y lo devolvía... y sí, Tomas era muy alto y fornido, el cuerpo que produce el arduo trabajo de campo, sin embargo, Maximiliano contaba con unos prodigiosos metro ochenta y cuatro centimetros y una enorme cantidad de carne y musculos, era literalmente una pared humana descargando su furia contra su adversario.
Savannah, no podía creer que Tomás se hubiese atrevido a golpearla, sentía el sabor metalico en su boca y aquello la enfureció, ¡El desgraciado la había golpeado!, nunca nadie la había golpeado antes, con los ojos inyectados en odio, se levantó, ignorándo el terrible dolor en su rostro, y el hilo de sangre caliente que se deslizaba por la comisura de su boca hacia su mentón, sacó el arma que tenía en la funda sujeta a su cinturon, y sin pensalo disparó al aire, en cuanto los hombres se separaron sus ojos estaban fijos en Tomás.
-¡INFELIZ!- dijo furiosa antes de activar su arma, el balazo resonó en oídos de todos, y la bala fue a tener al hombro del hombre, quien gritó adolorido antes de llevarse la mano al lugar afectado y mirarla con terror...
-¡ESTÁS LOCA!
-Te juro que si vuelves a tocarme, voy a matarte, ¡AHORA LÁRGATE DE MI VISTA, LÁRGATE!... ¡FUERA!- gritó furiosa, el hombre, con el líquido escurriéndose por su mano, se subió a su camioneta, agradeciendo que el hombro herido fuese el izquierdo, lo cual le permitiría manejar... dos segundos más tarde, Matías llegaba en compañía de varios hombres con pistolas en mano, no sabía en que momento había ido por ayuda, las mujeres salían de casa para comprobar que todo estaba bien, y Maximiliano... él estaba en el mismo lugar, no se había movido ni un centimetro, con algunos golpes en su rostro, mientras Savannah mantenía el brazo firme, apuntando a la nada, justo a donde el hombre había estado minutos antes, con la violeta mirada brillando de furia. Ella... ella le había disparado sin más... una mezcla de admiración, asombro y desconcierto se alojó en él.
-Señora...
-¡Hija mía!- gimió su madre horrorizada- ¿Estás bien?
-Si madre- respondió parpadeando- Todos a sus obligaciones ahora, aquí no ha pasado nada, y usted- miró a Max, bajando el arma- vine conmigo adentro para curar sus heridas.