Capítulo 9 Pasión en medio de la tormenta.

Después de correr un poco, llegaron a la cueva que Savannah había dicho, Maximiliano observó preocupado que parecía ser una abertura en una enorme piedra, de apariencia profunda y muy oscura.

-Espero que no sugieras entrar alli- dijo observando la entrada de la cueva y sintiendo cierto temor, nunca, ni en sus peores pesadillas entraría a un lugar como ese.

-No, algún animal peligroso podría estar dentro resguardandose de la lluvia, tal y como hacemos nosotros ahora mismo, nos quedaremos aquí hasta que pase, nos ofrece un refugio sin ponernos en peligro, justo en la entrada.

-Bien... no pudimos salvarnos- la observó con una sonrisa- estamos empapados - Savannah lo observó atentamente, le parecía uno de los hombres más guapos, atractivos y misterioso que hubiese conocido, quizás se debía a su enorme estatura y ese porte tan varonil... el hecho que él hubiese salido en su defensa de manera inmediata lanzandose contra Tomás para defenderla de aquel golpe, en aquellas semanas no había podido evitar observarlo en muchas ocasiones en las que realizaba alguna actividad física, sus musculos se marcaban aumentando su apariencia fuerte y varonil...

Era demasiada sexualidad, era como una tentación viviente, incitándola acercarse y pecar... Lo había pillado en más de una ocasión observándola, a veces con intriga, con deseo, con admiración y en otras ocasiones parecía mirarla con algo parecido al... ¿desprecio?, ¿odio?, ¿rencor?, no lo sabía a ciencia cierta, pero cada vez que él la miraba así le generaba un escalosfrío en la columna vertebral.

Maximiliano observó aquel cuerpo mojado, las ropas se ajustaban a cada curva de su cuerpo, su oscuro y largo cabello empapado, sus pestañas humedecidas, sus ojos... resaltando en aquel precioso rostro... belleza y maldad, una terrible combinación, en cuanto se libró de su sombrero, Maximiliano pasó saliva, recordándose una y otra vez, que tenía una cuenta pendiente con aquella mujer, una deuda de sangre y que no podía permitir que sus hormonas se apoderaran de la situación, no podía permitirse olvidar que Dylan estaba muerto por culpa de aquella mujer, que había ido hasta allí para cumplir un propósito y no podía permitir que ella lo perturbara.

-Hace frío...-se quejó ella- todo gracias a la ropa empapada, pero aquí estaremos bien.- aseguró mientras asentía con su rostro.

-Puedo darte algo de calor...- le sonrió con picardía, el corazón de Savannah saltó con violencia, ante la insinuante frase y la verde mirada...- ya sabes, el calor corporal es la mejor fuerte de calor.

-No podría negarme a eso- asintió y dió los dos pasos que los separaban... Maximiliano abrió los brazos, estrechándola contra él, la sintió temblar un poco.- la brisa fría no ayuda.

-Aguarda un poco y entrarás en calor, prometo no soltarte...- Savannah elevó los ojos y le miró fijamente.... esos ojos... esos maldit*s ojos... pensó Maximiliano, sin poder apartar la mirada de ella.

"Tiene los ojos más bonitos que hayas visto jamás"

Recordó nuevamente las palabras de Dylan... su primo tenía razón, eran los ojos más hermosos e inususales del mundo, nunca, en toda su vida había visto unos ojos como aquellos.

Savannah observó con atención aquellos ojos verdes, que se oscurecian de pronto como un sombra que ocultaba el sol, perdiendo toda luz en ellos...

-¿Qué buscas aquí, Max?- preguntó con una voz terriblemente dulce.

-Creo que ya lo he encontrado - sonrió y sin esperar más se inclinó sobre ella, para besarla... el primer contacto de sus labios se sintió frío, en contraste con el calor que recorrió ambos cuerpos, como si hubiesen sido víctimas de una descarga eléctrica. Savannah gimió y gracias a la prodigiosa estatura de él, ella se puso de puntillas, para intentar acercarlo más, las manos le rodearon el cuello, y su pecho se elevó oprimiendolo contra el de él.

Las grandes manos de Max, se cerraron aún más en torno a la cintura de ella, estrechándola hacía él, poco tardó antes de que la lengua masculina buscara intensificar el beso, abriéndose paso en la boca de ella, Savannah completamente complacida, abrió la boca facilitándole la tarea, gimiendo dentro de su boca, las manos de ella, bajaron al cuello, acariciando, tocando, se colaron bajo la camisa de él y lo escuchó gemir por el contacto, también quería que él la tocará, que la acariciara... tomándola por debajo de los muslos la elevó, ella le rodeó las caderas, agradecida de aquel movimiento, Max la hizo girar para oprimir su delgado cuerpo contra la pared, se interrumpió cuando la escuchó gemir de dolor... se alejó de ella.

-¡Rayos, eso dolió! - se quejó con una nueva de dolor.

-¿Qué sucede?- preguntó con respiracón agitada, recordandose mentalmente que aquella era una misión, Savannah tenía que pagar por lo que había hecho.

-Las piedras, están muy filosas, me han lastimado la espalda.

-Lo siento, Savannah- se disculpó rápidamente, entonces ella comenzó a reír, con una risa sincera, escandalosa y fresca... y Maximiliano pensó en que era la primera vez que la escuchaba reir y... le gustaba, le gustaba su risa- ¿Qué es tan gracioso?

-Lo siento, creo que la cueva ha arruinando el momento de pasión... realmente me duele- él asintió, con cuidado la colocó en el suelo.- lo siento, Neumann- dijo aun co una sonrisa en los labios.

-Déjame ver - la hizo girar, elevando su camisa, dejándo su piel blanca y cremosa, completamente expuesta para él. Ella se había quejado con justa razón, tenía varios puntos enrojecidos, miró la pared para apreciar su forma pequeños montículos filosos asomaban.- rayos, si te has lastimado. Lo siento.

-Pasará-dijo riendo, bajó su camisa y se giró para mirarlo de frente.- para ser un foráneo besas bastante bien.- bromeó ella con una enorme sonrisa, mientras afuera seguía lloviendo.

-Para ser una chica de rancho, besas demasiado bien- sonrió devolviendole sus palabras, observándo sus ojos violetas que parecían haberse llenado de brillo.

-Mis habilidades no se limitan únicamente al rancho, tengo muchos ases bajo la manga- le respondió sonriendo con picardía.

-Estoy seguro de ello-asintió con un poco de amargura, recordando a Dylan-pongámonos cómodos mientras la lluvia pasa- se sentó en el suelo, colocando la espalda contra la pared, asegurándose de que no se lastimaría, abriendo las piernas y palmeando el lugar la invitó a sentarse- ven aquí antes de que te congeles, señorita Brown - ella sonrió y obedientemente tomó el lugar que él le ofrecía. Max, flexionó las piernas, la abrazó desde atrás brindándole el calor de su cuerpo.

-Lamento haberlo arruinado-dijo con voz dulce.

-Tranquila, seguramente te habrías arrepentido.- le dijo con un poco de ironía.

-¿Eso crees?- preguntó frunciendo el ceño.

-No del todo... pero me gustaría hacerte el amor sobre sábanas secas, en una habitación tibia y no expuestos a la hipotermia- Savannah se estremeció, él había admitido abiertamente que le deseaba, ella sonrió y se recargó contra el pecho de él, Max se inclinó depositando un par de besos en su húmedo cuello.

-Estás coqueteando con tu jefa, Neumann- le dijo sonriendo- pero me gusta que coquetees, me gustas tu- admitió- Ya habrá oportunidad...

-Si así lo deseas... siempre la habrá.- le dijo él dejádo en claro que la decisión era de ella.

-Si lo deseas tú, no hay dudas de ello- respondió en el mismo tono, asegurádole que era decisión de ambos. - esperemos pase la tormenta, señor Neumann.-añadió con una enorme sonrisa y Maximiliano quiso decirle que podría al menos empezar a llamarlo por su nombre, sentía que aquella formalidad era una barrera entre ellos.

Llovió a cántaros por lo que pareció ser un par de horas, Savannah comenzaba a asustarse pensando en que si aquello no cesaba pronto, terminarían pasando la noche en aquel lugar, y de ser así posiblemente terminarían muriendo de hipotermia... y toda la madera estaba empapada en ese momento, no habría manera de encender fuego, eso sería terriblemente peligroso.

La lluvia cesó tan repentina como llegó y nada tardó en ponerse de pie, lamentando romper el vínculo que los unía.

-Comenzaba a pensar que nunca acabaría- dijo Max, sacudiendo sus pantalones.

-Afortunadamente no fue así, ahora debemos salir, roguemos por qué los caballos hayan vuelto, de lo contrario la caminata será larga... Neumann- lo miró a los ojos un par de segundos, luego el sonrió con aparente amabilidad.

-¿Si?

-Ten cuidado al caminar, el terreno puede ser engañoso...

-Gracias. - salieron de la cueva encaminados al lugar dónde le habían dejado los caballos, para su desgracia estos no habían vuelto. -Ni modo, tocará caminar...-dijo ocultando la frustración que sentía, lo que menos deseaba era volver caminando, y no únicamente por la enorme distancia, si no que el terreno era realmente difícil y resbaladizo... comenzaron a caminar uno junto al otro, Savannah le sugirió mantenerse cerca, de lo contrario terminaría perdido.

Maximiliano maldijo en voz baja, no paraba de resbalar una y otra vez, a pesar de que ella parecía dar pasos firmes y estables... caminó lo mejor que pudo, pero perdió en equilibrio cuando su pie se hundió en lodo, arrojándolo de bruses contra el suelo.

-¡Demonios!- gimió enojado, intenta do ponerse de pie, pero resbaló nuevamente, está vez con el cuerpo completamente extendido en el charco de lodo, Savannah no pudo evitar la fuerte carcajada, mientras lo veía enojado luchar por ponerse de pie una y otra vez. Su risa era genuina, verlo cubierto de lodo, batallando por levantarse.

-Intenta calmarte y te ayudaré - dijo en medio de risas, pero Max no la estaba pasando nada bien, completamente cubierto de lodo seguía patinando sobre éste apoyado en sus manos y codos.

-Deberias ayudarme ahora mismo, deja de reírte - pero Savannah se sostenía el estómago con fuerza mientras lágrimas ocasionadas por las carcajadas, resbalaban por sus mejillas.

-Lo siento... yo... es muy gracioso, si pudieras verte- volvió a estallar en risa, Max pensó que sin duda debía ser algo muy chistoso de ver... el enorme y fornido citadino que batallaba con el lodo en busca de liberarse-¡Tu rostro está cubierto de lodo!- exclamó riendo.

-Vamos ya, ayúdame.- pero en cuanto se acercó y le tendió la mano para ayudarlo a ponerse de pie, Maximiliano tiró con fuerza de ella, haciéndola caer a su lado... un grito de horror salió de su boca, antes de caer salpicando agua y lodo por todas parte.

-¡Maximiliano Neumann!- gimió como una madre que regaña a un iño travieso, luego se sentó en el charco de lodo y lo miró, mientras se limpiaba el rostro-¡Esto no es justo!- pero ahora era el turno de él, de reír fuertemente al ver que el sombrero había caído de su cabeza, y su rostro y oscuro cabello estaban lleno de barro.

-¡No puede ser!- dijo entre risas, pero Savannah no estaba enojada, comenzó a reír también empujándolo, una lucha de ambos contra el otro y contra el lodo, mientras reían por aquello, como si fuesen solo dos niños haciendo una travesura.

Muchos después seguían su camino, cubiertos de barro desde el cabello hasta las botas.

-Siento que peso unos veinte kilos más - bromeó ella. Para fortuna de ambos, la yegua Tormenta, los encontró a medio camino, ensillada, pastaba tranquilamente - Hola, bonita...- la saludó pero el animal relinchó y dió un par de pasos atrás. -lo se, sé que no me veo nada bien, pero soy yo - susurró en tono tranquilizador - soy yo, preciosa Tormenta...- después de algunos minutos, el animal le permitió acercarse, y unos minutos después la pareja estaba sobre los lomos de la yegua, camino de regreso al rancho - Buena chica, buena chica- le sonrió mientras acariciaba el cuello de la orgullosa Tormenta quien trotaba tranquilamente... Savannah tomó las riendas, mientras que Max, se subió tras ella y la abrazó de la cintura, acercándola.

-Yo debería estar al mando de las riendas- se quejó Max sintiendo como el lodo se endurecía en todo su cuerpo, pero disfrutándo de la cercanía de aquel femenino cuerpo...

-Lo estarías si Dorado hubiese regresado, pero fue tormenta quien vino por mi, así que... guarda silencio Neumann, seré yo quien lleve las riendas.- dijo con tono ligero.

-De acuerdo- respondió abrazándola de la cintura y acercándola más a su enorme y duro cuerpo- será un viaje interesante - respondió él sonriendo, mientras ella suspiraba de satisfacción.

            
            

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