Capítulo 2 2. Un pasado inesperado.

-¿Te ha pasado alguna vez que la vida te da un giro tan grande que ni siquiera sabes cómo acabaste aquí? -pregunta Mia, jugando con una cucharilla en su vaso de vino vacío mientras mira fijamente a Rodrigo.

Están sentados en una mesa apartada, alejados del bullicio de la boda. Ambos escaparon del baile cuando la situación se volvió demasiado "salsa romántica" para el gusto de Mia. Rodrigo, que no es fanático de los eventos formales, agradece el refugio improvisado.

-Eso suena como algo sacado de una película indie -bromea Rodrigo, pero en el fondo se siente identificado. Aunque lo de él no fue un giro repentino, sino una acumulación de pequeñas decisiones equivocadas, que lo llevaron a ser ese tipo que se ríe del amor desde la distancia.

-No, en serio -insiste Mia, apoyando la barbilla en su mano-. Mi vida dio un giro extraño desde que mi madre conoció a Ernesto. Nunca pensé que a mis veintitantos me encontraría lidiando con todo esto.

Rodrigo asiente lentamente. No es solo lo que dice Mia, sino la forma en que lo dice. Hay algo en su tono, como si estuviera cargando con una mochila emocional mucho más pesada de lo que aparenta.

-¿Todo esto qué? -pregunta Rodrigo, queriendo saber más. Porque, a pesar de no ser el tipo de persona que se interesa en los dramas ajenos, hay algo en Mia que lo hace querer escucharla, como si detrás de su sarcasmo hubiera una historia que necesita ser contada.

Mia suspira y mira al techo, como si las luces colgantes del salón de bodas pudieran ofrecerle alguna respuesta.

-Bueno... desde que Ernesto apareció en escena, todo ha sido raro. Antes éramos solo mi madre y yo. Una especie de equipo. Mi papá... bueno, no está en el cuadro desde hace años. Se fue cuando yo era niña. Y ahora, este tipo llega y, de repente, todo cambia. Mi madre está tan ocupada con su nuevo esposo que a veces siento que me he convertido en la figurante de mi propia vida.

Rodrigo se queda en silencio por un momento. No puede evitar pensar en su propia familia. Su madre también se casó de nuevo cuando él era joven, pero él nunca tuvo una conexión profunda ni con su padrastro ni con la idea de la familia ensamblada. De hecho, es una de las razones por las que desconfía tanto del amor y de las relaciones.

-Entiendo. Yo... no sé si es lo mismo, pero cuando mi madre se casó de nuevo, sentí como si me desconectara de todo. Me refugié en mí mismo, no quería formar parte de esa nueva dinámica -admite Rodrigo, sorprendiéndose a sí mismo por compartir algo tan personal.

-¿Tú también? -Mia lo mira con más interés, dándose cuenta de que hay más en Rodrigo de lo que parece. Siempre lo ha notado: ese aire despreocupado que usa como armadura, como si se tomara todo a broma para evitar profundizar. Pero ahora, en este instante, lo siente más real.

-Sí. Supongo que es uno de esos temas familiares incómodos que todos tenemos. Pero no te preocupes, no voy a sacar un violín ni nada por el estilo -bromea, intentando aligerar el ambiente, aunque la sinceridad en su voz lo delata.

-¿Sabes qué necesitamos? -Mia de repente cambia de tema, con una sonrisa traviesa en el rostro.

Rodrigo la mira con cautela. -¿Un plan de fuga?

-No, mejor aún. Necesitamos un baile ridículo para pasar desapercibidos.

-¿Bailar? -Rodrigo no puede evitar reírse ante la idea-. No soy exactamente el rey de la pista.

-Ni yo. Pero creo que estamos en el lugar perfecto para hacer el ridículo sin que nadie lo note. -Mia se pone de pie de repente y le tiende la mano.

Rodrigo duda por un segundo. Él, bailar, en una boda... No es su idea de diversión. Pero algo en la sonrisa juguetona de Mia lo hace reconsiderar. Después de todo, si va a hacer el ridículo, al menos lo hará con estilo.

-Bueno, ya que insistes -dice mientras toma la mano de Mia y ambos se dirigen a la pista de baile.

La música que suena no podría ser menos apropiada para un baile ridículo: una lenta balada romántica que parecería más adecuada para una pareja de recién casados que para dos cínicos del amor. Sin embargo, Mia no parece importarle y empieza a moverse al ritmo de la música, exagerando cada movimiento de una forma tan absurda que Rodrigo no puede evitar seguirle el juego.

-¿Ves? -dice Mia mientras gira dramáticamente-. Es la mejor manera de sobrevivir a una boda.

Rodrigo sonríe. Hay algo liberador en el hecho de que ninguno de los dos se toma la situación en serio. Es como si, por un momento, el peso de sus vidas hubiera desaparecido, reemplazado por una especie de burbuja donde las reglas normales no aplican. Aquí, en esta pista de baile ridícula, ninguno de los dos tiene que preocuparse por sus problemas familiares, por sus pasados complicados ni por lo que los demás piensen.

Pero entonces, en medio de una de las vueltas exageradas de Mia, algo sucede.

De repente, Rodrigo se da cuenta de que la está mirando de una manera diferente. Algo cambia en su interior. Es un sentimiento nuevo, incómodo. Siempre ha sido el tipo de persona que mantiene las cosas bajo control, pero ahora, mientras la observa reírse y moverse como si no le importara nada más en el mundo, siente que está perdiendo el equilibrio.

Y eso lo asusta.

-¿Qué? -pregunta Mia, notando que Rodrigo ha dejado de moverse.

-Nada -responde él rápidamente, retomando su actuación ridícula, aunque su mente ya está en otro lugar.

Porque, por primera vez en mucho tiempo, Rodrigo siente que algo está cambiando. Y aunque no quiera admitirlo, sabe que tiene mucho que ver con Mia.

Mientras el baile continúa, Ernesto y Raquel observan desde la distancia. Raquel sonríe, aparentemente contenta de ver a su hija divirtiéndose, pero Ernesto tiene una expresión más reservada.

-¿Conoces a ese chico? -pregunta Ernesto, señalando a Rodrigo.

-No, creo que es uno de los amigos de Leo, el sobrino de tu hermana -responde Raquel, sin darle mayor importancia.

Pero Ernesto no aparta la vista de Rodrigo. Algo en él le resulta vagamente familiar, aunque no puede poner el dedo en el porqué. Se le hace difícil recordar, pero hay una extraña sensación en su pecho, como si el chico frente a él estuviera ligado a un capítulo oscuro de su pasado.

Un capítulo que, hasta ahora, ha mantenido enterrado.

Y lo que ni Ernesto ni Raquel saben es que ese pasado está a punto de salir a la luz, y que podría cambiarlo todo.

            
            

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