Capítulo 5 6. Vidas entrelazadas.

Ambos se dirigen de nuevo hacia el caos de la boda, sabiendo que, aunque están rodeados de personas, ahora se enfrentan a un enigma que solo ellos pueden resolver.

Mia y Rodrigo caminan de vuelta al salón, sintiendo el peso de la revelación como una nube oscura que los sigue a cada paso. Aunque están rodeados de música, risas y conversaciones, parece que el ruido se convierte en un eco lejano, como si estuvieran en una burbuja que los separa del resto.

Rodrigo, que nunca ha sido bueno manejando emociones, se siente atrapado en una espiral de pensamientos. Lo que ha descubierto no solo le ha dado un golpe directo en el corazón, sino que ha levantado un montón de preguntas sobre su padre, Enrique. ¿Por qué nunca les habló de Mia? ¿Por qué vivió una doble vida? Y, más importante, ¿cómo se supone que él y Mia naveguen esta relación ahora?

Mia, por su parte, camina en silencio, sintiendo que el suelo bajo sus pies ya no es firme. La sensación de haber encontrado a alguien con quien se conectaba profundamente se ha transformado en un torbellino de confusión y tristeza. No sabe si odiar a su padre por el secreto que guardó o simplemente rendirse ante el caos que se ha desatado.

-Mia, lo siento. -Rodrigo rompe el silencio, aunque no sabe bien por qué lo dice-. No puedo imaginar lo que estás sintiendo ahora.

Ella lo mira con los ojos entrecerrados, un poco sorprendida por la disculpa.

-No es tu culpa -responde, encogiéndose de hombros-. No sabías nada, igual que yo. Solo... -Hace una pausa, mirando al suelo, tratando de encontrar las palabras adecuadas-. Solo es demasiado. Todo esto. Demasiado, demasiado rápido.

Rodrigo asiente. Él también se siente abrumado, como si el suelo se estuviera desmoronando bajo sus pies. Pero hay algo en Mia que lo mantiene enraizado, a pesar de todo.

-Supongo que tendremos que acostumbrarnos a vivir en tierra movediza -dice Rodrigo, con una sonrisa torcida, intentando alivianar el momento.

Mia suelta una pequeña risa, más como un reflejo que por verdadero humor.

-Sí, bueno, las cosas no podían ser más complicadas, ¿verdad?

Rodrigo se queda callado por un segundo, y luego la mira con seriedad.

-Mia, no quiero perder lo que sea que hemos construido... -comienza a decir, y luego se da cuenta de lo mal que suena-. Bueno, no sé si "construido" es la palabra, pero... lo que sea que haya entre nosotros.

Mia lo observa, sus ojos reflejando la mezcla de emociones que lucha por controlar. Durante toda su vida ha sentido que le faltaba algo, una pieza de su historia que nunca logró completar. Y ahora, la pieza está frente a ella, pero es una pieza tan extraña y compleja que no sabe si encajará en su rompecabezas.

-Tampoco yo quiero perderlo -admite, con una franqueza que la toma por sorpresa-. Pero no sé cómo se supone que hagamos esto, Rodrigo. No sé qué significa para nosotros.

Rodrigo suspira y se pasa una mano por el cabello, claramente tan perdido como ella.

-Yo tampoco lo sé, pero... tal vez podamos descubrirlo juntos.

Dentro del salón, Ernesto sigue con la mirada perdida mientras los invitados lo rodean. Raquel, que ha estado observándolo en silencio, finalmente decide intervenir.

-Ernesto, algo te pasa -le dice con suavidad, inclinándose hacia él para que su voz quede entre ellos.

Ernesto parpadea, regresando al presente, pero sigue sin poder quitarse de la cabeza la sensación de que algo está mal. Rodrigo, el chico que ha captado su atención toda la noche, le sigue pareciendo extrañamente familiar. Y no puede ignorar la creciente sospecha de que su pasado tiene algo que ver con esto.

-Es ese chico -responde finalmente, sin molestarse en fingir desinterés-. Rodrigo. Hay algo en él, algo que me resulta inquietante. No sé qué es, pero siento que lo conozco de algún lado.

Raquel lo mira con curiosidad, pero también con una creciente preocupación. Ernesto siempre ha sido reservado con respecto a su pasado, especialmente cuando se trata de ciertas relaciones familiares que nunca ha explicado del todo. Si Rodrigo ha despertado algún recuerdo enterrado, tal vez sea algo que ella también debería saber.

-¿Conocerlo de dónde? -pregunta, intentando no sonar demasiado invasiva.

Ernesto se queda en silencio por un momento, como si estuviera intentando decidir cuánto decir. La verdad es que no está seguro de dónde lo conoce. Solo tiene fragmentos, un nombre que flota en su memoria, algo que no termina de encajar.

Pero antes de que pueda responder, una voz conocida interrumpe sus pensamientos.

-Ernesto. Cuánto tiempo sin verte.

Ambos levantan la mirada para ver a un hombre alto, de pelo entrecano, que se acerca con una sonrisa cordial, aunque algo forzada. Ernesto se queda rígido en su silla al reconocerlo.

-Javier -responde, con una voz tensa que no pasa desapercibida para Raquel.

Javier Martínez. Un nombre que Ernesto preferiría no haber vuelto a escuchar. Años atrás, cuando su vida era muy distinta, sus caminos se cruzaron por razones que Ernesto ha hecho todo lo posible por olvidar. La familia Martínez siempre estuvo envuelta en sombras, en secretos que prefería no desenterrar. Y ahora, ver a Javier ahí, de pie frente a él, no hace más que reforzar su sensación de que algo grande está por revelarse.

-No esperaba verte aquí -dice Javier, aunque su tono deja entrever que la sorpresa no es del todo sincera.

Raquel, que ha estado observando la interacción con creciente interés, siente que algo importante está ocurriendo, algo de lo que Ernesto no le ha hablado nunca.

-Es una boda, Javier. Las bodas siempre traen sorpresas -responde Ernesto, intentando mantener la compostura.

-¿Y qué tal tu vida, Ernesto? ¿Todo bien? -pregunta Javier, con una sonrisa que no alcanza a sus ojos.

Antes de que Ernesto pueda responder, Javier añade, como si fuera un comentario casual:

-Escuché que alguien más del pasado de la familia Martínez está aquí esta noche.

Ernesto lo mira, frunciendo el ceño, mientras Javier continúa.

-Rodrigo, ¿no es así? Mi sobrino.

El impacto de esas palabras cae como una losa en el pecho de Ernesto. Rodrigo. Ahora todo encaja. El nombre, la sensación de familiaridad. Rodrigo no es solo un desconocido. Es hijo de alguien que Ernesto preferiría no recordar.

Y de repente, todo lo que parecía incierto, empieza a aclararse.

Rodrigo y Mia vuelven a la pista de baile, pero la energía entre ellos ha cambiado. Intentan sonreír, mantenerse relajados, pero ambos sienten que están caminando sobre una cuerda floja.

-¿Te parece si desaparecemos de aquí por un rato? -pregunta Rodrigo, sin mucha convicción.

Mia asiente, más que dispuesta a escapar del ambiente festivo que ya no les parece apropiado.

-Sí, necesito aire.

Mientras se dirigen a la puerta, una voz los detiene.

-Rodrigo. Mia.

Se giran para ver a Ernesto acercándose, su rostro cargado con una mezcla de sorpresa y preocupación. Mia frunce el ceño. ¿Qué querrá Ernesto ahora?

-Necesito hablar con los dos -dice Ernesto, con un tono que suena más a orden que a solicitud.

Rodrigo, confuso pero sospechando que Ernesto sabe algo, asiente lentamente. Mia, por su parte, no entiende por qué su padrastro quiere involucrarse en todo esto, pero la seriedad en su expresión la convence de que algo importante está a punto de ser revelado.

-¿De qué se trata, Ernesto? -pregunta Mia, tratando de mantener la calma.

Ernesto suspira, como si supiera que está a punto de desatar una tormenta.

-Es sobre tu padre, Mia... y sobre Rodrigo.

                         

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