Capítulo 5 El juego

El día comenzó con un silencio incómodo en la mansión. Después de lo sucedido la noche anterior, me sentía emocionalmente agotada. Las palabras de Gabriel seguían resonando en mi cabeza: "Esto es un trato, Emma. Ambos sabemos lo que implica."

Había aceptado este acuerdo con la esperanza de solucionar mis problemas, pero ahora todo se sentía más complicado. No era solo la familia Montenegro, sus socios de negocios, ni siquiera las reglas impuestas. Era él. Gabriel Montenegro. Su presencia llenaba cada rincón de mi mente, y lo odiaba por ello.

Me levanté temprano, decidida a mantenerme ocupada para evitar pensar en él. Pero cuando bajé a la cocina, lo encontré allí, como si el universo se empeñara en recordarme que no podía escapar de su presencia.

Estaba sentado en la isla central, leyendo algo en su teléfono mientras tomaba café. Vestía un traje impecable, como si estuviera listo para dominar el mundo. Al escuchar mis pasos, levantó la vista y me dirigió una mirada neutral, casi distante.

-Buenos días -dijo, su voz suave pero firme.

-Buenos días -respondí, sin intentar sonar más amable de lo necesario.

La tensión entre nosotros era palpable, como una cuerda a punto de romperse. Me serví una taza de café y me senté al otro extremo de la isla, intentando evitar su mirada.

-Emma -dijo después de un momento-, anoche...

-No tienes que explicarte -lo interrumpí, mirándolo directamente. Quería que entendiera que no necesitaba endulzar las cosas conmigo.

Él dejó su taza sobre la mesa y se inclinó ligeramente hacia adelante.

-Quiero que este acuerdo funcione, pero para eso necesitamos ser honestos el uno con el otro.

Reí sin humor, sorprendida por su elección de palabras.

-¿Honestos? Todo esto es una mentira, Gabriel. Desde el principio lo ha sido.

Su mandíbula se tensó, pero no retrocedió.

-Es cierto, pero también es necesario. Ambos tenemos algo que ganar, y no podemos permitirnos distracciones.

-¿Distracciones como sentimientos? -solté antes de poder detenerme.

Sus ojos grises se oscurecieron, como si mis palabras hubieran tocado algo profundo.

-Exactamente.

Su respuesta me dejó sin aliento, aunque no debería haberme sorprendido. Desde el principio, la única regla clara era que no podía enamorarme de él. Pero escucharle decirlo con tanta frialdad hizo que mi pecho se apretara.

-Entendido -murmuré antes de levantarme de mi asiento.

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El resto del día transcurrió en una extraña rutina. Intenté mantenerme ocupada recorriendo la casa, leyendo un libro de la impresionante biblioteca y dando un paseo por el jardín. Pero, inevitablemente, mis pensamientos siempre volvían a él.

Esa tarde, Gabriel me llamó a su oficina. No era la primera vez que me pedía que lo acompañara para discutir algún detalle del acuerdo, pero esta vez el ambiente se sentía diferente.

Cuando entré, estaba sentado detrás de su enorme escritorio, revisando unos documentos. Al verme, levantó la vista y me señaló una silla frente a él.

-Siéntate, por favor.

Lo hice, cruzando las piernas y tratando de parecer más tranquila de lo que realmente me sentía.

-¿Qué pasa?

-Quiero que estés preparada para lo que viene -dijo, dejando los papeles a un lado y enfocando toda su atención en mí-. Mi madre está organizando una gala benéfica la próxima semana, y espera que estemos allí como pareja.

-¿Una gala? -repetí, sintiendo cómo mi ansiedad comenzaba a aumentar.

-Sí. Será un evento importante, con muchos invitados, incluidos miembros de la prensa. Necesitamos asegurarnos de que todo sea perfecto.

Asentí lentamente, aunque no podía ignorar el nudo en mi estómago.

-¿Qué esperas de mí exactamente?

-Que actúes como mi prometida. Sé amable, sonríe, y responde cualquier pregunta con seguridad. Si te sientes incómoda, sigue mi ejemplo.

-Entendido -respondí, aunque la idea de enfrentarme a una sala llena de desconocidos me aterraba.

Él se inclinó hacia adelante, apoyando los codos sobre el escritorio.

-Emma, sé que esto no es fácil para ti, pero confío en que lo harás bien.

Sus palabras, aunque simples, me sorprendieron. ¿Confianza? Nunca habría imaginado que Gabriel Montenegro usara esa palabra conmigo.

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La semana pasó rápidamente, y antes de darme cuenta, la noche de la gala había llegado. Un equipo de estilistas vino a prepararme nuevamente, transformándome en alguien que apenas reconocía en el espejo. Llevaba un vestido negro de terciopelo que se ajustaba perfectamente a mi figura, con un escote elegante y una abertura que dejaba al descubierto una pierna. Mi cabello estaba recogido en un moño sofisticado, y el maquillaje realzaba mis rasgos sin exagerar.

Cuando bajé las escaleras, Gabriel estaba esperándome en el vestíbulo. Al verme, sus ojos recorrieron mi figura de arriba abajo, y por un momento, algo indescifrable cruzó su rostro.

-Te ves... impresionante -dijo, su voz más baja de lo habitual.

-Gracias -respondí, sintiendo cómo el calor subía a mis mejillas.

Me ofreció su brazo, y lo tomé, intentando ignorar el hormigueo que sentí al contacto.

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La gala era exactamente lo que había imaginado: un evento lleno de personas elegantes, luces brillantes y cámaras que capturaban cada movimiento. Gabriel y yo entramos juntos, y de inmediato todas las miradas se posaron en nosotros.

Él mantuvo su papel a la perfección, presentándome a sus conocidos y manteniendo una conversación fluida con todos. Por mi parte, hice lo mejor que pude para seguirle el ritmo, aunque no podía evitar sentirme fuera de lugar.

En un momento, mientras hablábamos con un grupo de empresarios, una mujer se acercó. Era hermosa, con un vestido rojo que parecía pintado sobre su cuerpo y una sonrisa que no alcanzaba sus ojos.

-Gabriel, querido, cuánto tiempo sin verte -dijo, ignorándome por completo mientras le daba un abrazo que duró un segundo más de lo necesario.

-Carolina -respondió él con un tono neutral-. Qué sorpresa verte aquí.

La mujer finalmente me dirigió una mirada, aunque era evidente que no me consideraba una amenaza.

-¿Y esta es...?

-Emma, mi prometida -dijo Gabriel, colocando una mano firme sobre mi espalda baja.

La expresión de Carolina se tensó por un instante antes de recuperarse.

-Oh, encantada de conocerte, Emma.

Aunque su tono era educado, había una clara hostilidad en su mirada. No sabía quién era esta mujer, pero estaba claro que su relación con Gabriel era más complicada de lo que él estaba dispuesto a admitir.

                         

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