Capítulo 4 Una Nueva Esperanza

Alejandro caminaba por los pasillos de la hacienda con paso firme, su mente ocupada en los últimos acontecimientos. La confesión de Isabela seguía resonando en su cabeza. Su mirada determinada ocultaba la preocupación que sentía en su interior. Sabía que Isabela era fuerte, pero también que había soportado demasiadas cargas en soledad.

Cuando llegó al despacho de su padre, Rodrigo Montenegro lo recibió con su habitual semblante sereno, observándolo con la sabiduría de los años.

-¿Cómo estuvo la visita a la familia Del Valle? -preguntó mientras servía dos copas de brandy.

Alejandro aceptó la copa y dejó escapar un suspiro.

-Como esperaba, fue un desastre. Su padre prácticamente la despreció en la puerta.

Rodrigo asintió lentamente, como si la noticia no le sorprendiera en lo más mínimo.

-No esperaba menos de ese hombre -dijo con cierto desdén-. Y ella... ¿cómo está?

Alejandro miró a su padre con seriedad.

-Me preocupa, padre. Isabela cree que su destino ya está sellado... que no tiene ningún valor porque le dijeron que es estéril.

Rodrigo dejó la copa sobre la mesa con más fuerza de la necesaria.

-¡Tonterías! Esa chica ha vivido bajo la sombra de su familia durante demasiado tiempo. Pero no podemos aceptar algo así sin antes asegurarnos.

Alejandro esbozó una leve sonrisa, como si ya hubiera esperado esa respuesta.

-Pensé lo mismo. Por eso quiero llevarla a ver al mejor ginecólogo del país. Quiero que se haga los exámenes adecuados y saber la verdad de una vez por todas.

Rodrigo asintió con aprobación.

-Haré algunas llamadas. Conozco a alguien en la capital que nos debe un favor.

Unos días después, Isabela estaba sentada en la sala de espera de una elegante clínica en la capital. Nunca en su vida había pisado un lugar así, con paredes impecables y un aire de sofisticación que la hacía sentirse fuera de lugar. Miró de reojo a Alejandro, quien estaba sentado a su lado, hojeando una revista con calma.

-¿Estás segura de que esto es necesario? -preguntó ella, su voz reflejando la incertidumbre que la carcomía.

Alejandro la miró con seriedad, pero con una suavidad que la desconcertaba.

-Sí, Isabela. No puedes vivir tu vida basándote en lo que te dijeron hace años. Mereces respuestas reales.

Ella bajó la mirada, jugueteando nerviosamente con sus dedos.

-Y si el resultado es el mismo... -murmuró.

-Entonces encontraremos la forma de seguir adelante -respondió Alejandro con convicción-. No estás sola en esto.

Antes de que Isabela pudiera responder, la enfermera llamó su nombre, indicándole que era su turno. Respiró hondo y se levantó, sintiendo que su corazón latía con fuerza en su pecho.

-Estaré aquí esperándote -le dijo Alejandro antes de que entrara al consultorio.

El doctor Herrera, un hombre de cabello canoso y expresión amable, la recibió con una sonrisa tranquilizadora.

-Señorita Del Valle, he revisado su historial médico y veo que han pasado varios años desde su último diagnóstico. Hoy haremos una serie de exámenes para evaluar su condición actual.

Isabela asintió nerviosamente mientras el doctor comenzaba con preguntas detalladas sobre su salud, sus síntomas y antecedentes familiares. Después de un exhaustivo chequeo físico y algunos análisis, el médico le pidió que esperara mientras revisaba los resultados preliminares.

Los minutos se hicieron eternos. Isabela se sentía en el borde de una revelación que podría cambiar su vida para siempre. Finalmente, el doctor regresó con una carpeta en la mano y una expresión neutral en su rostro.

-Señorita Del Valle -dijo con voz firme-, tengo buenas noticias.

Isabela contuvo la respiración, sintiendo que su mundo se detenía por un instante.

-No hay indicios de que sea estéril -continuó el médico-. Algunos de sus exámenes muestran ciertos desequilibrios hormonales, lo que puede haber afectado su fertilidad en el pasado, pero con el tratamiento adecuado, es completamente reversible.

Isabela sintió que la habitación daba vueltas a su alrededor.

-¿No soy estéril? -repitió, como si necesitara asegurarse de que había escuchado bien.

El doctor sonrió con amabilidad.

-No, señorita. Con un tratamiento hormonal adecuado y algunos cambios en su estilo de vida, tendrá la posibilidad de concebir sin problemas.

Una mezcla de alivio, incredulidad y emoción se apoderó de ella. Durante años había vivido con la certeza de que algo en ella estaba roto, que no tenía valor, y ahora, de repente, todo cambiaba.

-Gracias, doctor... muchas gracias -susurró, sintiendo las lágrimas arder en sus ojos.

-Le enviaré la receta y un plan de tratamiento. Solo necesita un poco de paciencia y cuidado.

Isabela asintió y salió del consultorio con las manos temblorosas, con el informe apretado contra su pecho.

Cuando salió a la sala de espera, Alejandro se levantó de inmediato al ver su expresión.

-¿Qué pasó? -preguntó con genuina preocupación.

Ella lo miró con los ojos brillantes y una sonrisa temblorosa.

-No soy estéril, Alejandro. Solo... necesito un tratamiento.

Él dejó escapar un suspiro de alivio y una sonrisa sincera apareció en su rostro.

-Lo sabía.

Isabela lo miró sorprendida.

-¿Lo sabías?

Alejandro se encogió de hombros.

-No exactamente, pero sabía que no tenía sentido aceptar algo sin verificarlo primero.

Isabela sintió una emoción indescriptible crecer en su pecho. Por primera vez en mucho tiempo, alguien había creído en ella más de lo que ella misma lo había hecho.

-Gracias por traerme aquí -dijo con gratitud sincera.

Alejandro le tendió la mano, y ella, sin dudarlo, la tomó.

-Vamos a casa, Isabela. Esto es solo el comienzo.

Mientras salían de la clínica, Isabela sintió que, por primera vez en su vida, tenía un futuro que valía la pena imaginar.

            
            

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