Capítulo 5 Biofarmacéuticas Green

El Grupo Sullivan poseía cuatro sucursales, y Biofarmacéuticas Green era la menos prometedora de todas.

A pesar de su nombre tan rimbombante, no era más que una instalación básica de fabricación por contrato.

Desprovista de innovación y de patentes propias, funcionaba únicamente como una línea de producción, sin ningún atisbo de independencia.

Aún así, dicha empresa marcó la génesis de las riquezas del Grupo Sullivan; fue el logro ganado con mucho esfuerzo por la madre de Charlee durante sus incursiones iniciales en la industria.

Charlee golpeteó suavemente el documento con el dedo, al mismo tiempo que contestaba: "Yo soy la directora de proyectos. ¿De verdad crees que puedes degradarme a dirigir una empresa decadente? Sigue soñando...".

Stacey mantuvo la compostura, como si hubiera esperado la resistencia de la otra.

"Papá dijo que si no estás dispuesta a irte, puedes quedarte en el departamento de proyectos, pero bajo mi supervisión. A partir de ahora, tendrás que seguir mis órdenes".

Al oír eso, Charlee soltó una risa aguda y burlona.

Su desdén estaba escrito en todo su hermoso rostro cuando espetó: "El señor Sullivan sabe que eres una inútil, así que me obliga a quedarme y limpiar tus tonterías. ¡Qué patético!".

La puerta de la oficina estaba abierta de par en par, intencionadamente; Stacey había planeado que todo el equipo del departamento de proyectos fuera testigo de la humillación de Charlee. Sin embargo, su plan fracasó.

Con un aire de confianza, Stacey cuadró los hombros, levantó la barbilla y declaró: "Fui nombrada unánimemente como directora por la junta directiva. En la reunión de fin de año, mi equipo y yo arrasaremos en la premiación. Solo espera y verás".

Charlee chasqueó la lengua con desdén. "Deja de regodearte".

Con eso, marcó un número y activó el altavoz.

Después de unos cuantos tonos, Keith respondió.

"Con la tensión entre tú y Liam, tengo que tomar una decisión. Firma los papeles, dirígete a la empresa y no provoques problemas. Tengo una estrategia en mente".

El tono del hombre era firme; no obstante, sonaba casi considerado.

Los labios de Charlee se curvaron en una sonrisa burlona cuando replicó: "Señor Sullivan, poseo el ocho por ciento de las acciones. ¿No soy yo considerada como accionista?".

Él permaneció en silencio por un momento, antes de responder de mala gana: "Si dos tercios de los accionistas están de acuerdo, tu opinión sale sobrando".

Su mensaje fue claro: la voz de la joven no importaba.

Arqueando una ceja y sonriendo, Charlee miró a Stacey y preguntó: "¿Unánime, dijiste?".

Esta última se sonrojó, mientras los susurros se extendían entre los espectadores que se encontraban afuera de la oficina.

Su credibilidad estaba hecha pedazos, incluso previo a asumir su nuevo cargo.

Antes de que Stacey pudiera recuperarse y responder, la otra instó en tono gélido: "Señor Sullivan, quiero ser la única propietaria de la planta farmacéutica. Redacta un acuerdo y envíamelo. Una vez que lo firmemos, me haré a un lado. De lo contrario... No me importará arrastrar a todos conmigo".

Sin darle tiempo a Keith para protestar, colgó.

Ella conocía muy bien las ambiciones de Stacey; sin embargo, después de tres años como directora del departamento de proyectos, no estaba dispuesta a rendirse sin luchar.

Además, nunca había sido una pusilánime...

Como Keith no podía darse el lujo de arriesgarse con todo lo que estaba en juego, treinta minutos después, los documentos de transferencia de la empresa farmacéutica se encontraban en el escritorio de Charlee, quien los revisó meticulosamente antes de firmarlos.

Mientras se preparaba para irse, Stacey, ahora sentada en la silla de la directora, ordenó: "Aparte de tus pertenencias personales, no puedes llevarte nada de esta oficina. ¡Alexia, revisa sus pertenencias!".

Alexia, quien le debía su cargo a Charlee, dudó. Sin embargo, su contrato era con el Grupo Sullivan.

Para ahorrarle el dilema a la empleada, Charlee abrió su bolso y caja y se los mostró.

Acto seguido, se volvió hacia Stacey, levantó un pequeño joyero y, con sus ojos claros fijos en su rival, inquirió: "Estos son el anillo y la pulsera que Liam me mandó a hacer a la medida. Son únicos en su clase. ¿Los quieres?".

Al ver la expresión enfurecida de Stacey, Charlee arrojó el joyero a la basura con un movimiento casual.

A continuación, se sacudió el polvo de las manos y agregó: "Deshacerse de la basura es una sensación increíble".

Mientras salía de la oficina, el ruido de tazas rompiéndose resonó detrás de ella. Ante eso, sonrió para sí misma.

¿Stacey ya estaba quebrándose?

Poco después, cuando todos esos proyectos estuvieran bajo su control, comenzaría la verdadera batalla...