La esposa despreciada del CEO
img img La esposa despreciada del CEO img Capítulo 1 Señora Santos
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Capítulo 6 Que todos lo sepan img
Capítulo 7 Luna de Miel img
Capítulo 8 Nueva Vida img
Capítulo 9 Visitante oculto img
Capítulo 10 SOMBRAS EN EL HORIZONTE img
Capítulo 11 PROMESAS BAJO LA SOMBRA img
Capítulo 12 Venganza img
Capítulo 13 Perplejos img
Capítulo 14 No te metas con Javier Santos img
Capítulo 15 Disfruta mientras puedas, Ana img
Capítulo 16 El miedo de Melissa img
Capítulo 17 El miedo de Ana y la promesa de Javier img
Capítulo 18 La Amenaza Silenciosa img
Capítulo 19 El Juego de Melissa Comienza img
Capítulo 20 Tormenta en el horizonte img
Capítulo 21 Verdades y mentiras img
Capítulo 22 El contraataque de Javier img
Capítulo 23 Sorpresas img
Capítulo 24 Aceptarlo img
Capítulo 25 UN ENFRENTAMIENTO PENDIENTE img
Capítulo 26 UN PASO HACIA LO DESCONOCIDO img
Capítulo 27 Siempre la verdad img
Capítulo 28 Juntos siempre img
Capítulo 29 No voy a perderte img
Capítulo 30 Un bello amanecer img
Capítulo 31 Hagamos que funcione img
Capítulo 32 Un nuevo comienzo img
Capítulo 33 El despertar del amor img
Capítulo 34 Una noticia inesperada img
Capítulo 35 Un amante img
Capítulo 36 Vete img
Capítulo 37 Voy a matarte yo misma img
Capítulo 38 Un mensaje de esperanza img
Capítulo 39 El peso de la incertidumbre img
Capítulo 40 El peso del amor y la lucha interna img
Capítulo 41 El Legado de Javier img
Capítulo 42 Un Nuevo Comienzo img
Capítulo 43 Luz en la Oscuridad img
Capítulo 44 Un Futuro por Construir img
Capítulo 45 Una segunda Boda img
Capítulo 46 Un Nuevo Comienzo Lleno de Cuidado img
Capítulo 47 La Sombra del Peligro img
Capítulo 48 La Sombra de la Traición img
Capítulo 49 La Sombra del Pasado img
Capítulo 50 Movimientos Peligrosos img
Capítulo 51 Sangre y Venganza img
Capítulo 52 Ana y las Cenizas del Pasado img
Capítulo 53 Caminos Separados img
Capítulo 54 Espacios y Fantasmas del Pasado img
Capítulo 55 Resentimientos que Arden img
Capítulo 56 La Caída de Javier img
Capítulo 57 Vacío, rabia y resentimiento img
Capítulo 58 No me busques más img
Capítulo 59 Ya no vales nada para mi img
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La esposa despreciada del CEO

DaniM
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Capítulo 1 Señora Santos

En el gran salón de la familia Hernández, Ana Victoria estaba de rodillas frente a su padre, Juan, el hombre que la había vendido como si fuera una simple mercancía. Sus lágrimas caían sin control, pero su padre permanecía imperturbable, su expresión endurecida por la avaricia.

-Padre, por favor, todo menos eso -suplicó Ana Victoria entre sollozos, su voz rota por la desesperación.

Juan Hernández se limitó a negar con la cabeza, su decisión era inamovible.

-Entiende, Ana. No tienes elección, ya todo está decidido. A partir de hoy eres la esposa de Javier Santos. Esto salvará a la familia y compensará todo lo que hemos invertido en ti.

Desde la escalera, Melissa, la hermana menor de Ana Victoria, observaba la escena con una mezcla de burla y satisfacción. Bajó lentamente, cargando una maleta que contenía las pocas pertenencias de su hermana.

-Ana, deberías estar agradecida -dijo Melissa con una sonrisa cínica-. Se dice que Javier es impotente y que apenas puede mover la cabeza. Nunca te tocará, y además tendrás sirvientes a tu disposición todo el tiempo. Es el mejor trato que podrías obtener.

Ana Victoria miró a su hermana con furia, pero se mordió la lengua para no responder. No tenía sentido discutir con ella.

La familia Hernández se encontraba al borde del colapso financiero. Juan había hipotecado todo lo que tenían para mantener un estilo de vida que ya no podían costear. La última notificación del banco antes del embargo final había llegado, y los asesores financieros de Javier Santos ofrecieron una solución: diez millones de dólares al momento del matrimonio y otros cincuenta millones una vez finalizados los trámites. La condición era sencilla: la hija mayor de Juan debía casarse con Javier Santos.

Para Juan, la oferta era una salvación y una oportunidad. No solo se libraría de Ana Victoria, a quien siempre había considerado una carga, sino que además garantizaría un futuro brillante para Melissa, quien podría buscar un esposo adinerado en la alta sociedad.

-Dime, padre -dijo Ana Victoria, mirando a Juan directamente a los ojos-, ¿cuánto de ese dinero será mío? Si me vendes como a un objeto, al menos debería recibir una parte.

La pregunta hizo que Juan se enfureciera. Para él, Ana Victoria no merecía nada. Había sido un "accidente", el resultado de una aventura con una sirvienta. Cuando nació, Anabella, la esposa de Juan, expulsó a la madre de Ana y trató a la niña como una sirvienta más. Desde los doce años, Ana Victoria realizaba los oficios de la casa, y a los quince se ocupaba de cocinar para toda la familia. Mientras tanto, Melissa recibía todos los lujos que el dinero podía comprar.

Sin embargo, esos lujos llevaron a la familia a la ruina. Melissa, ahora con 22 años, no había logrado encontrar a un hombre rico dispuesto a casarse con ella. Pero ahora, con la transacción con Javier Santos, Juan veía una nueva esperanza para su hija favorita.

El timbre de la casa interrumpió los pensamientos de Ana Victoria. Era el chofer de Javier Santos, quien había llegado para llevársela.

-No es educado hacer esperar a los invitados -dijo Juan con severidad. Tomó la maleta de Ana y la empujó hacia la puerta.

Anabella abrió rápidamente, con una sonrisa en el rostro.

-Vengo de parte del señor Javier. Espero que la señorita Hernández esté lista -dijo el chofer, abriendo la puerta trasera de una elegante limusina.

Ana Victoria se quedó inmóvil, su cuerpo paralizado por el miedo. Fue Melissa quien, con un empujón, la obligó a reaccionar.

-Vamos, Ana, no hagas esperar al señor Santos. Demuestra algo de educación, al menos una vez en tu vida.

Con pasos lentos, Ana se acercó al automóvil. Sin embargo, el chofer la detuvo.

-El señor Santos ha indicado que no puede llevar pertenencias personales -dijo, mientras tomaba las maletas de Ana y las arrojaba sin cuidado en un contenedor de basura cercano.

Ana tragó saliva y subió al automóvil en silencio. El chofer cerró la puerta detrás de ella y puso el coche en marcha.

Desde la ventana de la casa, Juan, Anabella y Melissa observaban cómo la limusina se alejaba. En sus rostros había satisfacción y alivio. Para ellos, la partida de Ana Victoria significaba el inicio de una nueva etapa, una libre de preocupaciones financieras.

El auto avanzaba lentamente por un camino rodeado de árboles frondosos que proyectaban sombras amenazantes bajo la luz menguante del atardecer. Ana Victoria miraba por la ventana, su rostro pálido reflejaba una mezcla de incredulidad y desesperación. El silencio dentro de la limusina era ensordecedor, roto únicamente por el zumbido monótono del motor.

Al llegar a un enorme portón negro que se abrió con un chirrido metálico, Ana sintió un nudo en el estómago. Frente a ella se levantaba una imponente mansión de piedra gris, rodeada por jardines perfectamente cuidados que contrastaban con el ambiente frío y desolado del lugar. A pesar de su belleza, todo en esa escena emanaba un aire inquietante, como si el tiempo se hubiera detenido.

El conductor se detuvo frente a la entrada principal y salió del vehículo sin pronunciar palabra. Ana vaciló unos segundos antes de bajar. Cuando lo hizo, un hombre alto y robusto con expresión impenetrable la recibió en la puerta.

-La están esperando -dijo con voz grave, señalando hacia el interior de la mansión.

Ana dio un paso al frente, pero sus piernas temblaron ligeramente. Respiró hondo, intentando reunir el poco valor que le quedaba, y cruzó el umbral. La puerta se cerró detrás de ella con un eco que resonó en el enorme vestíbulo. El sonido seco de las cerraduras girando fue como un recordatorio de que no había escapatoria.

Un mayordomo apareció en la penumbra, su rostro severo y su voz fría.

-El señor Santos está en su estudio. Pero antes, deberá seguirme. Hay ciertas normas que debes aprender antes de verlo.

Ana sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Las palabras del mayordomo, aunque educadas, llevaban un peso que la oprimía.

Mientras avanzaba por los pasillos oscuros y silenciosos, sintió cómo el aire se volvía más pesado con cada paso. En ese instante, comprendió que lo que había dejado atrás, por más doloroso que fuese, era apenas un preludio. Aquí comenzaba el verdadero infierno.

            
            

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