Había distintos mundos mágicos existentes que eran anexos a la tierra, para cuando las personas mueren, Dios decide si quería llevarse su alma al cielo, o si estos merecían una oportunidad para reencarnar en alguno de otros mundos, todo dependía de su aura, de su mentalidad, y de su personalidad y corazón. Estos mundos eran siete en total, y la directora, Roxanne, los conocía perfectamente al pie de la letra debido a que tanto ella como sus estudiantes egresados de la academia, se interponían en el destino de dedicarse a derrotar a los enemigos más oscuros y poderosos de cada mundo.
Ella se imaginaba que Adrián había reencarnado desde la tierra, porque ella sabía que había una característica común de quiénes provenían de ese mundo; no podían recordar nada de su pasado, no sabían con exactitud quienes eran, solamente recordaban una cosa: la causa de su muerte y su primer nombre.
De resto, no recordaban nada más acerca de ellos y sus vidas pasadas.
Llegaron a la oficina de la directora, era enorme, también estaba decorada de la misma forma que el resto de la academia, salvo por algo que lo hacía particular; el cuerpo de un gigante bebé yacía descansando en el suelo del centro de la oficina como si fuera un tapete de pieles finas. Adrián se asustó cuando lo vio, porque aquel tapete parecía que estaba vivo, sus ojos se mantenían abiertos, la lengua se salía de su boca, todavía se veían pequeñas gotas de sangre secas dibujadas sobre ellas, y así mismo, lo que quizás le perturbaba más, era la posición en la que estaba acostado; boca abajo y solo con los brazos estirados.
Las piernas permanecían rectas, juntas la una con la otra y descalzo.
- Sé que este tipo de decoraciones puede parecerte un poco... perturbador, pero este es el trofeo que gané en mi primera y última prueba para ser elegida como la directora de esta academia. Quienes fuimos postulados para serlo, teníamos que presentar un desafío y traer con nosotros una prueba de que lo hicimos. Cada uno fuimos enviados a nuestros respectivos mundos, y el que más impresionara, sería el ganador. Obviamente, yo fui la ganadora. Nadie pudo vencerme en el desafío de selección - la directora rodeó el tapete de gigante, y se acercó a su cafetería personal que se encontraba ubicada a un lado de su escritorio.
- Impresionante... ¿Todo esto lo enseñan en esta academia? - preguntó Adrián, manteniéndose quieto en su lugar, y sin intenciones de querer moverse de allí.
- Sí. Eso lo verás en la materia de Estrategias de combates contra gigantes. ¿Quieres un té de manzanilla con miel? - la directora ofreció a Adrián cuando sirvió una primera taza de té.
- Eh... Claro, por supuesto - Adrián respondió, y vio como la taza de té se elevó al responder el llamado de un chasquido de dedos de la directora, y dirigió su camino hacia Adrián, levitando en el aire con delicadeza como si fuera una pluma delgada, ligera y suave.
Adrián recibió la taza de té en sus manos.
- Eso fue estupendo. ¿Usted solo hace magia? O ¿Además también es especialista? - Adrián preguntó con curiosidad y le dio un pequeño sorbo a su té, olvidándose que estaba recién preparado, que estaba caliente y que quemaría su lengua en un instante.
- Soy ambas cosas, aunque puedo hacer muchas otras más. Algunos nacemos con la fortaleza y el don de aprender muchas habilidades extraordinarias, otras solamente poseen un don, ya sea la magia, la medicina cultivadora, la artesanía mágica, el combate, y demás. Todo depende de que pases la prueba que harás para ingresar a la academia, de lo contrario, si no la pasas, si no demuestras que tienes habilidades extraordinarias, no me quedará más opción que dejar que te quedes siendo el conserje. Con derecho a vivir aquí en la academia, trabajando para mí y sirviendo a los profesores y estudiantes. ¿Estás de acuerdo con ello? -Roxanne se sirvió su taza de té, y mientras que ella se ubicaba en la silla de su escritorio y con una seña le indicaba a Adrián que se sentara frente a ella, la taza de té también levitó hasta sus manos para cuando terminó de servirse.
- ¿Qué? ¿Cómo que tengo que realizar una prueba? - preguntó el niño con sorpresa, obedeciendo a la directora y se sentó en la silla de enfrente de ella que, por suerte, no estaba encima del tapete de gigante como solían ponerse, sino que estaba a un lado para que fuera más cómodo de sentarse.
- Sí. ¿Qué? Tú creías que los demás estudiantes que ingresaron a esta academia lo hicieron solamente con decir: hola, soy tal persona y tengo esta habilidad extraordinaria. Quiero ser parte de la academia - la mujer frente a Adrián decía las palabras con tal seriedad y lo miraba con mucho análisis, como si de ello dependiera de su ingreso a la academia.
Adrián tragó saliva, casi ahogándose con el té que había bebido un sorbo mientras hablaban.
- No, lo siento. No quise decir eso... De acuerdo, puede decirme, al menos, ¿Cuál será mi prueba? - él preguntó con inocencia.
- No, no puedo. Son reglas, solo te puedo decir que tu prueba comienza ahora.
Antes de que Adrián pudiera responder, nuevamente, y con un chasquido de dedos, la oficina en la que se encontraban desapareció, enviándolo a él solo a un lugar muy oscuro, sombrío, del que no cabía espacio para una sola llama de luz.
Las paredes de ese lugar se movían como olas relajantes del océano, el lugar estaba decorado de un color morado casi negro y Adrián se estaba poniendo muy nervioso, no sabía en dónde estaba, y tampoco veía a la directora Roxanne aparecerse por ningún lado.
- ¡Directora! ¿En dónde estoy? -Adrián gritó con frustración, su grito se oyó como un eco golpear en las paredes de una cueva muy estrecha.
- Estás en Onexus, es el campo de batalla que hemos creado junto con los profesores de la academia para aplicar la prueba de selección a nuestros próximos estudiantes. Dime, chico. ¿Cuál es tu poder? - respondió la voz de la directora como un fantasma en el aire. También resonó como un fuerte eco golpeado dentro de una cueva.
- ¿Qué? No lo sé, no sé con exactitud cuál es mi poder - respondió Adrián, buscando con desesperación el lugar hacia el que la voz de la directora le hablaba, pero no obtuvo resultado. No la encontró por ninguna parte.
- ¿Cómo que no lo sabes? Bueno, vamos a hacer las cosas más fáciles para nosotros, entonces - respondió la directora.