Frente a él, las paredes comenzaron a abrirse, dejando paso a una figura gigantesca que emergía de la penumbra. Era un coloso de piedra oscura, con ojos que brillaban como carbones encendidos. Su paso resonaba como truenos, y cada movimiento desprendía fragmentos de su cuerpo, revelando destellos de luz en puntos específicos.
- ¡El Coloso Sombrío! - dijo la voz de Roxanne resonando en el aire-. Observa, Adrián. Cada enemigo tiene un punto débil. Encuéntralo antes de que él te encuentre a ti, esa será la clave de su derrota.
El gigante avanzó, levantando un brazo inmenso que se estrelló contra el suelo, enviando una onda expansiva que lanzó a Adrián hacia atrás. Se levantó con dificultad, sus manos temblaban y su mente se nublaba. Sabía que tenía que moverse y rápido, que debía buscar esos destellos de luz en el cuerpo del gigante, pero sus piernas no respondían.
El miedo lo había paralizado.
- ¡Concéntrate! - exclamó la voz de Roxanne, pero sus palabras parecían lejanas, como si vinieran desde otro mundo.
Adrián intentó calmarse.
Cerró los ojos y trató de sentir algo, cualquier cosa dentro de él, algún indicio de poder.
Pero no había nada.
Su mente estaba bloqueada, como si una muralla invisible le impidiera acceder a aquello que sabía que tenía dentro y del que tenía que demostrar que tenía.
El Coloso Sombrío se acercaba más, y el sonido de sus pasos retumbaba en los oídos de Adrián. ¡Haz algo!, se gritó a sí mismo, pero su cuerpo no respondía a sus llamados como quería que hiciera.
De repente, las paredes comenzaron a cambiar de forma, transformándose en un laberinto que se extendía hasta donde alcanzaba la vista para hacer el desafío mucho más difícil.
Adrián se encontró solo, rodeado por pasillos que se movían constantemente.
Antes de que pudiera orientarse, escuchó un rugido atrás de él.
Una figura etérea, un gigante compuesto de sombras, lo perseguía.
Corría por los pasillos, esquivando trampas que se activaban con cada paso: flechas de energía que salían disparadas de las paredes y charcos oscuros que intentaban atraparlo.
- Piensa, Adrián - dijo la voz de Roxanne-. No puedes ganar si solo huyes.
Pero, ¿qué podía hacer? Su mente seguía en blanco, sin querer responder a sus verdaderas intenciones.
El rugido de la criatura lo impulsaba a seguir corriendo, sin rumbo, perdiéndose más en el laberinto cambiante.
Finalmente, el laberinto desapareció, y Adrián se encontró en una nueva arena.
Frente a él, un gigante encadenado se agitaba furioso.
Sus grilletes estaban cubiertos de runas brillantes que parecían debilitarlas con cada movimiento del coloso.
La voz de Roxanne resonó de nuevo.
- No siempre es necesario luchar. Observa, piensa, encuentra otra solución.
Adrián estudió al gigante y las cadenas. Las runas parpadeaban de manera irregular. Tal vez había una manera de reforzar las cadenas. Buscó alrededor, pero no encontró nada que pudiera ayudar. Su frustración creció, y su mente, en lugar de aclararse, se llenó de dudas y miedo.
- No puedo hacerlo - murmuró el niño con dolor, sintiendo cómo las lágrimas comenzaban a acumularse en sus ojos-. No tengo poderes. No soy como ellos.
A pesar de que eso no era así, Adrián simplemente quería pensar que sus poderes estaban dormidos, apenas habían despertado, y ya habían sido de mucha ayuda y, quizás, él quería tener presente que puede que por ese uso indebido de sus poderes, estos ahora en el momento que más los necesitaba, se habían quedado completamente dormidos.
Las cadenas del gigante se rompieron, y el coloso avanzó hacia él, pero antes de que pudiera alcanzarlo, todo desapareció. Adrián cayó de rodillas, jadeando, con el corazón latiendo con fuerza.
La oficina de Roxanne volvió a formarse a su alrededor, y la directora lo observaba desde su escritorio con una expresión que mezclaba curiosidad y seriedad, y al mismo tiempo, enojo.
- Te bloqueaste - dijo ella, sin rastro de burla en su voz-. Pero eso no significa que no tengas potencial. Al contrario, es la prueba de que tu poder está ahí, esperando el momento adecuado para despertar.
Adrián no dijo nada. Seguía temblando, incapaz de levantar la vista. Roxanne se levantó, caminó hasta él y se inclinó para mirarlo a los ojos.
- Esta academia no está hecha para quienes ya lo tienen todo resuelto. Está hecha para aquellos que tienen que enfrentarse a sus miedos y crecer. Tú, Adrián, aún no conoces tu verdadero poder. Pero lo harás. Y cuando eso suceda, cambiarás más de un mundo.
Roxanne le ofreció una mano, ayudándolo a levantarse. Adrián respiró hondo, intentando recuperar la calma. Tal vez tenía razón. Tal vez había algo dentro de él esperando a despertar. Pero en ese momento, solo sabía una cosa: no podía rendirse. A pesar del miedo, a pesar de las dudas, continuaría.
- Y entonces... ¿Qué pasará conmigo, directora? - él preguntó, evitando que sus lágrimas siguieran con la intención de desbocarse en un mar de llanto incontrolable.
La directora Roxanne suspiró, mirándolo con ojos de culpa y lástima.
- Lo siento, niño. Pero como te dije antes, las reglas son reglas, y lamentablemente, no hay excepciones para nadie. Tengo que cumplirlas contigo, y por ahora, mientras que tus poderes despiertan, tendrás que trabajar en la academia como conserje, no te queda más de otra, aquí no tienes a nadie para que se haga cargo de ti mientras que consigues revelar la identidad de tus poderes con agilidad cuando una situación de peligro se enfrenta hacia ti - ella respondió sin compasión.
Adrián suspiró, y se aguantó las ganas de agachar la mirada al suelo resignado.
- Sí, señora. Lo comprendo. Le prometo que mientras estoy en ese trabajo, lograré hacer que mis poderes se despierten y entraré como estudiante en la academia. No la decepcionaré - dijo él, miró a la directora con decisión.
Lejos de sonreír, la directora lo miró con orgullo, por un momento, sintió una debilidad maternal por el muchacho, una de la que jamás había sentido por ninguno de sus otros estudiantes en todo este tiempo que ha sido directora de la academia de especialistas Darkside. Ella no sabía lo que era ese sentimiento, puesto que no tenía hijos, pero tampoco podía mostrarlo delante del chico hasta que ella estuviera segura de que entre ambos se ganarían su confianza necesaria para ser como tal.
- De acuerdo, siendo así. Vamos, acompáñame. Voy a llevarte a tu habitación, y te entregaré el uniforme y tus pertenencias de conserje, tu horario de entrada de trabajo es a las 5:00 de la mañana y tu horario de salida será para cuando hayas terminado todos tus deberes. A las 12:00 del medo día tendrás tu hora de comida junto con los profesores y el resto del personal, y conmigo. Y luego, un descanso de 10 minutos en la mañana y otro en la tarde. Por favor, trata de no ocasionar ningún problema con los estudiantes, algunos pueden llegar a ser muy crueles, y no quiero quejas de ti - dijo la directora Roxanne.