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El peso de la luna llena parecía aplastar a Isla mientras caminaba por el pasillo oscuro del gran salón; cada paso resonaba con la gravedad de lo que acababa de suceder. La manada, que antes se unía bajo la figura fuerte y serena de su madre, ahora estaba dividida. Las sombras de la traición seguían acechando cada rincón, e Isla sentía su presencia más fuerte que nunca. En sus venas corría la sangre de la líder, pero en su corazón aún palpitaba la incertidumbre. No había tiempo para el luto, no había espacio para las dudas.
La manada necesitaba respuestas, y ella, aunque temblando por dentro, debía proporcionarlas.
Al entrar en el salón principal, el murmullo de voces bajas la envolvió como una marea. Los líderes de las distintas facciones de la manada se encontraban reunidos, rodeados de sus propios seguidores. Algunos de esos rostros la miraban con desconfianza, otros con indiferencia, pero todos, sin excepción, cuestionaban su legitimidad. ¿Quién era ella para ocupar el lugar de su madre? Algunos lo decían en voz baja, otros, con más descaro, lo dejaban entrever en sus gestos.
-Isla Hawke. -La voz de Marcus, un lobo de gran tamaño y un alto rango dentro de la manada, cortó el aire. Su tono era ácido y su mirada estaba fija en ella. No era un hombre amable, pero su palabra era ley en las regiones del este. Si alguien podía desestabilizar su reinado desde adentro, ese alguien era él.
-Nos han dicho que serías la líder, pero... ¿Acaso crees que eres capaz de seguir los pasos de tu madre? -dijo, y su risa era como un gruñido bajo.
Isla, al escuchar esas palabras, sintió cómo la rabia empezaba a burbujear en su interior. No era la primera vez que alguien ponía en duda sus habilidades como Alfa, pero las palabras de Marcus estaban impregnadas de algo mucho más peligroso: desprecio. Un desprecio que no se limitaba a ella, sino que era dirigido a todo lo que representaba.
-No soy mi madre. -Isla respondió con voz firme, aunque su cuerpo aún estaba tenso por el dolor que no se había ido, que nunca se iría-. Pero estoy dispuesta a hacer lo que sea necesario para proteger a la manada.
Marcus se adelantó, dejando que su figura imponente se acercara a la joven Alfa.
-¿A qué costo, Isla? -La provocación en sus palabras era evidente-. ¿A qué costo defenderás a estos lobos? ¿A qué costo sostendrás el trono que no te pertenece?
Un silencio pesado cayó sobre la sala. Isla no vaciló, aunque su interior se retorciera de dudas. Sabía que si cedía ante la provocación de Marcus, las grietas en su liderazgo se harían más profundas. Si no mostraba fortaleza ahora, perdería todo antes de siquiera comenzar.
-A cualquier costo, Marcus. -La respuesta fue rápida, calculada, pero con una fuerza que, por un momento, pareció silenciar la sala-. Y si tú no estás dispuesto a aceptar eso, puedes irte.
La tensión en el aire era palpable, pero, sorprendentemente, Marcus no respondió de inmediato. En lugar de eso, su mirada se desvió hacia otro rincón de la sala, donde un hombre solitario observaba todo en silencio. Levi Darnell.
Isla no pudo evitar notar su presencia. Aunque no lo miraba directamente, sentía su mirada penetrante como si estuviera escrutando cada uno de sus movimientos. Aunque Levi no dijo una sola palabra, su cercanía y la forma en que observaba cada interacción en la sala hacían que el ambiente se volviera aún más denso.
¿Qué quería él?
Isla, que siempre había sido astuta, sabía que no debía subestimar a Levi. Sabía que estaba buscando algo. Pero lo que fuera, no lo haría con buenas intenciones. Levi no era alguien que trabajara de manera abierta, no en su totalidad. Había algo en su mirada que decía que estaba esperando el momento perfecto para mover sus piezas en el tablero.
Sin embargo, no era el momento de enfrentarse a él. No ahora, cuando su posición como Alfa aún era frágil. Sin apartar la mirada de Marcus, Isla continuó.
-La lealtad se gana, no se exige. Si eres parte de la manada, entonces actúa como tal. Si no lo eres, entonces sal de este salón antes de que te haga hacerlo.
Marcus resopló, claramente descontento, pero no dijo más. En su lugar, dio un paso atrás y observó a los demás miembros de su facción, como si estuviera esperando una señal. Pero nadie más se atrevió a hablar. Isla había establecido su autoridad, al menos por el momento.
Pero el peligro no terminó allí. Mientras la manada comenzaba a dispersarse lentamente, Isla se sintió más sola que nunca. Sabía que el camino por delante estaría lleno de obstáculos. ¿Cómo podría confiar en alguien si ni siquiera confiaba en ella misma?
Levi aún estaba en la sombra, y su presencia, al igual que una cuerda tensa, se sentía más cercana. Isla había notado cómo algunos de los miembros de la manada lo miraban de reojo, como si esperaran su palabra, su aprobación. Aun cuando Levi no parecía hacer nada, su influencia estaba comenzando a calar hondo.
Cuando, finalmente, la última de las voces se apagó, Isla se retiró al balcón de la torre principal. La noche era fría, la tormenta aún no amainaba, y la luna, llena y despiadada, observaba desde lo alto.
-¿Qué harás ahora, Isla? -se preguntó en voz baja. Su corazón latía fuerte en su pecho, no solo por la rabia, sino también por el miedo. ¿Qué debía hacer? La manada no podía ser gobernada solo con fuerza; necesitaba aliados, pero no confiaba en nadie. Necesitaba consolidar su poder, pero no sabía cómo. La lealtad, pensó, era la moneda más costosa.
El sonido de los pasos la sacó de su ensimismamiento. No volteó, sabía que no podía permitirse distraerse. Pero el olor de Levi, un aroma profundo y terroso, se hizo más cercano.
-Parece que has superado el primer obstáculo. -La voz de Levi resonó desde las sombras, suave e intrigante.
Isla no se giró. Sabía que estaba allí, que observaba desde la oscuridad. Pero sus palabras eran como dagas lanzadas en un mar de incertidumbre.
-Y el próximo será peor. -Levi agregó, con un tono cargado de una amenaza sutil, pero presente.
Isla apretó los puños. Necesitaba respuestas, pero también necesitaba tiempo. Y, por ahora, Levi era un enigma que no podía permitir que la devorara.
-¿Qué quieres, Levi? -preguntó finalmente, sin mirar.
-Lo que siempre he querido, Isla -respondió Levi, y aunque no lo veía, Isla sintió la sonrisa de él en sus palabras-. Poder.