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El rugido de los lobos enemigos rompió la quietud de la noche, como un presagio de desastre. Isla no necesitaba verlos para saber que se aproximaban, el aire era pesado, cargado de tensión y de un inconfundible aroma a manada rival. Su garganta se tensó, el pulso se aceleró, y la furia comenzó a hervir en su interior. La manada de los Vashar había decidido que era el momento perfecto para atacar. Aprovechando la vulnerabilidad de Isla y su reciente ascenso, ellos pensaban que podían robarle el trono.
Isla estaba sola, casi sin fuerzas, pero sin opción. El castillo, tan sólido en su grandeza, ahora parecía una prisión débil, como si la furia de los Vashar hubiera rasgado sus defensas con solo una mirada.
Rápidamente, Isla se dirigió hacia el campo de batalla. No necesitaba llamar a sus guerreros, ellos ya sabían. Y, a pesar de la incredulidad de su liderazgo, cada uno de ellos estaba dispuesto a defender lo que quedaba de su manada. Pero Isla sabía que eso no sería suficiente.
En el límite del bosque, allí estaba él. Levi Darnell, su figura alta y feroz, moviéndose con una calma aterradora entre las sombras. La luz de la luna iluminaba solo parcialmente su rostro, pero sus ojos, esa mirada fría y calculadora, nunca la dejaban. Parecía que Levi había estado esperando esto, que su paciencia había sido deliberada, como si todo hubiera sido parte de su plan.
Isla lo observó, con la ira burbujeando bajo su piel, pero también la desesperación de saber que no podía enfrentarse sola a esta amenaza. Su orgullo se estrelló contra la necesidad de supervivencia.
-¿Tú? -dijo con voz áspera, mientras el viento arrancaba las hojas secas que caían a su alrededor-. ¿De verdad crees que puedo confiar en ti ahora?
Levi no respondió de inmediato. Se limitó a mirar a los hombres y mujeres que caían bajo los ataques de los Vashar, y luego se volvió hacia ella, sin ninguna sorpresa en su rostro.
-No tienes opción, Isla. -Sus palabras fueron frías, implacables-. O colaboramos, o esta manada caerá.
Isla apretó los dientes, pero su sentido común, esa pequeña chispa de claridad que se mantenía viva en medio de la oscuridad, le decía que él tenía razón. No podía seguir luchando contra todo sola. Ni la manada ni ella misma estaban preparadas para este asalto, y si no actuaban rápido, la carnicería sería inevitable.
-Hazlo entonces. -La rabia estaba allí, pero ya no podía desperdiciar más tiempo-. Haz lo que sea necesario.
Levi, con una sonrisa apenas perceptible en sus labios, asintió con gravedad. Era un líder nato, un hombre que no dudaba en tomar el control.
Juntos, sin pronunciar más palabras, corrieron hacia la línea de batalla. La manada rival avanzaba, y los guerreros de Isla, con poca organización, se preparaban para lo peor. Los Vashar no eran solo una manada cualquiera. Eran brutales, entrenados para destruir cualquier signo de debilidad, y su ataque no era un simple desafío por el poder, sino un intento de subyugar a Isla, de arrebatarle lo que creía que era suyo por derecho. La lucha sería sangrienta.
Isla y Levi se movían con precisión, el uno complementando al otro en el campo de batalla. Levi, con su presencia imponente, desarmaba a los rivales con facilidad, cada movimiento calculado, cada golpe certero. Isla, aunque menos experimentada en combates directos, usaba su agilidad y astucia para derribar a los atacantes, dirigiendo a su manada con la certeza de que, si caía, lo haría con honor.
-¡No retrocedan! -gritó Isla, la voz cargada de furia y determinación, mientras clavaba sus garras en el cuello de uno de los Vashar. La adrenalina corría por sus venas, desbordando cada rincón de su ser.
Levi observó desde la periferia, peleando con la misma frialdad, pero había algo en sus movimientos que parecía más... personal. Quizás, si los demás no estuvieran tan concentrados en la batalla, habrían notado el destello de algo más en sus ojos. Había pasión, pero no era solo por la lucha. Algo oscuro, algo peligroso, algo que le daba aún más poder.
Sin embargo, el caos del campo de batalla se detuvo por un momento cuando Isla, en medio de un combate feroz, fue golpeada por un feroz ataque en su costado. Un gruñido de dolor escapó de sus labios, y un peso se desplomó sobre ella. Antes de que pudiera reaccionar, un brazo fuerte la levantó, llevándola rápidamente fuera de la línea de fuego.
Era Levi. El hielo en su mirada ahora estaba mezclado con una furia apenas controlada. Sin decir una palabra, la arrastró a un rincón oscuro del bosque cercano, donde la batalla parecía perderse en la distancia.
Isla, jadeando, se apoyó contra un árbol, ignorando el dolor punzante en su costado. No podía caer ahora. No podía rendirse.
Levi la miró con una intensidad que casi la paralizó, pero las palabras que salieron de su boca fueron un reto, no una muestra de cariño ni protección.
-¿Vas a seguir desafiándome, o vas a empezar a escuchar? -su tono era bajo, desafiante, pero también cargado con algo más. Una necesidad.
Isla lo miró, aun respirando con dificultad. No sabía si odiarlo más por su arrogancia, o si empezaba a ver en él una herramienta que podía usar.
-¿Escuchar? -replicó ella con dureza, a pesar de las nubes de duda que comenzaban a formarse en su mente-. ¿Escuchar qué, Levi? Que mi vida está en tus manos ahora? ¿Qué lo que tú digas será ley?
Pero Levi no se inmutó. Su mirada solo se endureció.
-Escuchar que este es el momento de ganar, Isla. O perder.
Isla lo observó en silencio por un largo momento, a la par que su mente luchaba contra las voces internas, contra lo que sentía, contra lo que sabía que debía hacer. El poder que Levi le ofrecía era real, y la traición que sentía hacia su madre y su legado la quemaba por dentro, pero no podía permitirse ignorarlo.
-Haz lo que debas hacer -finalmente, dijo-. Pero cuando termine esto, estarás fuera de mi vida.
Levi no sonrió. No dijo nada. Pero en sus ojos brillaba la certeza de que, aunque Isla lo rechazara, algo mucho más grande se estaba forjando entre ellos.
En el campo de batalla, los Vashar seguían atacando, y la manada de Isla, aún tambaleante, comenzaba a reorganizarse. Aun así, entre la sangre, la lucha y la incertidumbre, Isla y Levi sabían que no había vuelta atrás. La alianza había comenzado, forzada por las circunstancias. Pero lo que sucedería después... solo el tiempo lo diría.