Capítulo 3 El pacto de las sombras

Elena siguió a Lucian a través del bosque. Sus pasos crujían sobre las hojas secas, pero el joven que la guiaba parecía moverse con una ligereza sobrenatural. Como si él mismo fuera parte de la noche.

Las preguntas seguían girando en su mente. Sangre de Sombra. Cazadores. El Mundo Sombrío. Todo sonaba como algo sacado de un cuento de terror, pero su piel aún hormigueaba con el recuerdo de aquellas manos frías que la habían intentado arrastrar.

No. No era un cuento. Era real.

Lucian se detuvo de repente y levantó una mano.

-No hagas ruido.

Elena se quedó inmóvil.

El bosque estaba inquietantemente silencioso. Ni el viento soplaba entre las ramas.

Lucian desenvainó su cuchillo, y la runa azul que lo decoraba parpadeó débilmente.

-Nos siguen.

Elena sintió un escalofrío recorrerle la espalda.

-¿Quién?

Lucian no respondió de inmediato. Sus ojos recorrieron los árboles, buscando algo en la oscuridad.

Entonces, un murmullo serpenteó entre los troncos.

Era un sonido gutural, como si la misma noche susurrara.

Elena sintió que su garganta se cerraba.

-Lucian...

Él no la miró. Su mano se tensó sobre el mango del cuchillo.

-No hagas movimientos bruscos.

Elena contuvo el aliento.

De entre los árboles, las sombras comenzaron a moverse.

Eran altos. Demasiado altos.

Oscuros como el vacío, con cuerpos retorcidos que se deslizaban sin hacer ruido. No tenían rostros, solo bocas distorsionadas que se abrían en un susurro sin voz.

Lucian maldijo entre dientes.

-Maldición... No esperaba encontrar a los Espectros Nocturnos aquí.

Elena retrocedió un paso.

-¿Qué son?

Lucian apretó los dientes.

-Depredadores. Criaturas del Mundo Sombrío que cazan a los que tienen Sangre de Sombra. Nos huelen.

Elena sintió el pulso en sus sienes.

-¿Y qué hacemos?

Lucian la miró con intensidad.

-Cuando te diga... corre.

Elena lo miró con los ojos abiertos de par en par.

-¿Y tú qué harás?

Lucian sonrió levemente, pero su mirada era afilada como una daga.

-Voy a encargarme de ellos.

Antes de que pudiera protestar, Lucian se lanzó hacia adelante.

Su cuchillo cortó el aire y una ráfaga de energía azul iluminó el bosque. Uno de los espectros gritó sin voz y su sombra se desgarró como humo disipándose.

Los demás se abalanzaron.

-¡Corre! -gritó Lucian.

Elena no esperó más. Giró sobre sus talones y corrió por el sendero, sintiendo el corazón golpearle el pecho.

El bosque parecía cerrarse a su alrededor. Las sombras se estiraban, tratando de alcanzarla.

Pero entonces, vio las luces.

El pueblo.

Corrió con todas sus fuerzas, sin atreverse a mirar atrás.

Cuando finalmente salió del bosque, sus piernas temblaban y su respiración era un jadeo entrecortado.

Las calles empedradas del pueblo estaban casi desiertas. Las luces parpadeaban en algunas ventanas, y una leve neblina cubría el suelo.

Elena dio unos pasos más, sintiendo que las fuerzas la abandonaban.

Pero antes de que pudiera desplomarse, una voz firme rompió el silencio.

-No deberías estar aquí sola.

Elena levantó la cabeza de golpe.

Frente a ella, apoyado contra una pared de ladrillos, había un hombre de ojos oscuros y penetrantes. Su mirada la analizaba con una mezcla de curiosidad y peligro.

Él sonrió levemente.

-Así que finalmente llegaste.

Elena sintió que la piel se le erizaba.

-¿Quién eres?

El hombre inclinó la cabeza.

-Mi nombre es Dante.

Se enderezó y dio un paso hacia ella.

-Y si Lucian te envió aquí... significa que estás en más peligro del que crees.

Elena tragó saliva.

Algo en la forma en que la miraba le decía que Dante sabía más de lo que decía.

Pero antes de que pudiera responder, un grito rompió la noche.

Lucian.

Elena sintió que la sangre se le helaba.

Sin pensarlo, giró sobre sus talones y corrió de vuelta hacia el bosque.

Dante suspiró detrás de ella.

-Valiente. Pero estúpida.

El grito de Lucian aún resonaba en la mente de Elena mientras corría de regreso al bosque.

Dante la siguió sin apresurarse, con las manos en los bolsillos, como si la situación no le preocupara en absoluto.

-No es muy inteligente volver a la oscuridad, ¿sabes? -dijo con tono despreocupado.

Elena no le prestó atención. Sus pensamientos estaban en Lucian.

No podía dejarlo solo.

El bosque la envolvió nuevamente con su fría penumbra. A cada paso, la sensación de que algo la acechaba se hacía más intensa.

Pero no se detuvo.

El sonido de una pelea la guió hasta un claro donde la luna iluminaba la escena.

Lucian estaba en el suelo, jadeando, con el cuchillo aún en la mano. La runa azul sobre la hoja brillaba débilmente.

Frente a él, los espectros oscilaban en el aire, sus formas sombrías distorsionándose. Parecían estar decidiendo cómo atacar.

-¡Lucian! -Elena corrió hacia él, pero Dante la sujetó del brazo.

-No te acerques.

Elena trató de zafarse.

-¡Está herido!

Dante no la soltó.

-Y tú no sabes cómo luchar contra ellos. Solo lo distraerás.

Elena sintió rabia, pero sabía que él tenía razón. Apretó los puños y observó la escena con impotencia.

Lucian se puso de pie con esfuerzo. Su respiración era irregular, pero su mirada seguía siendo feroz.

-¿Tienes un plan? -preguntó Dante con sorna.

Lucian no respondió. En cambio, levantó su cuchillo y murmuró algo en un idioma que Elena no reconoció.

La runa azul destelló con más fuerza.

Los espectros se estremecieron. Un siseo sordo emanó de ellos, como si sintieran dolor.

Lucian apretó los dientes.

-¡Atrás!

Un destello azul estalló desde el cuchillo. La energía se expandió en ondas, golpeando a las criaturas.

Los espectros se disolvieron en la oscuridad, sus figuras desvaneciéndose como humo atrapado en el viento.

El silencio cayó sobre el bosque.

Elena corrió hacia Lucian en cuanto Dante la soltó.

-¿Estás bien?

Lucian asintió lentamente, aunque su mano temblorosa traicionaba su estado.

Dante cruzó los brazos y sonrió con arrogancia.

-Nada mal. Pensé que tendríamos que recoger tus pedazos.

Lucian lo ignoró.

Elena miró alrededor.

-¿Se fueron?

Lucian guardó el cuchillo.

-Por ahora.

Elena sintió un escalofrío.

-¿Volverán?

Lucian la miró con seriedad.

-Siempre vuelven.

La sensación de peligro aún flotaba en el aire.

Dante suspiró.

-Bien, fue divertido, pero no podemos quedarnos aquí.

Lucian asintió con desgana.

-Vamos. Conozco un lugar seguro.

Elena no discutió esta vez.

Se alejaron del claro, adentrándose más en el bosque. El camino era difícil, pero no había otra opción.

La noche aún no había terminado.

Elena caminaba detrás de Lucian, sintiendo el peso de la noche sobre sus hombros. Dante iba unos pasos detrás, en silencio, como si analizara cada uno de sus movimientos.

El bosque era un laberinto de sombras, pero Lucian avanzaba con seguridad, guiándolos entre los árboles.

-¿A dónde vamos? -preguntó Elena en voz baja.

-A un refugio. No podemos quedarnos en el pueblo -respondió Lucian sin mirarla.

Elena frunció el ceño.

-Pero allí hay luz. Es seguro.

-No lo es -intervino Dante con su tono despreocupado-. Los espectros pueden cazar en cualquier parte. La diferencia es que en el bosque puedes verlos venir.

Elena sintió un escalofrío.

-¿Y qué pasará cuando vuelvan?

Lucian se detuvo un segundo antes de responder.

-Esta vez estaré preparado.

Había una firmeza en su voz que le hizo tragarse cualquier otra pregunta.

Caminaron en silencio durante varios minutos hasta que finalmente llegaron a una estructura de piedra oculta entre la maleza. Parecía una cabaña abandonada, pero al acercarse, Lucian tocó un símbolo en la puerta y la madera crujió antes de abrirse sola.

Elena parpadeó sorprendida.

-¿Qué fue eso?

Lucian entró primero.

-Protecciones.

Dante sonrió con diversión.

-El chico es precavido.

Elena lo siguió y sintió un cambio en el aire en cuanto cruzó la puerta. La cabaña era pequeña, pero el ambiente dentro era más cálido, como si un velo invisible la separara del peligro que acechaba afuera.

Lucian dejó su cuchillo sobre la mesa de madera y se sentó en un banco con un suspiro.

-Estamos a salvo por ahora.

Dante se apoyó contra la pared.

-Supongo que ahora viene la parte en la que me explican qué hace una humana como ella en medio de todo esto.

Elena lo miró con desconfianza.

-¿Y tú quién eres para exigir explicaciones?

Dante alzó una ceja y sonrió.

-Alguien que sabe demasiado como para ignorarlo.

Lucian lo observó con cautela antes de hablar.

-Ella tiene Sangre de Sombra.

Dante silbó suavemente.

-Eso explica muchas cosas.

Elena cruzó los brazos.

-Eso ya lo escuché anteriormente. Lo que no entiendo es qué significa realmente.

Lucian la miró con seriedad.

-Significa que no eres como los demás. No solo los espectros pueden sentirlo. También hay otros... y ellos vendrán.

Elena tragó saliva.

-¿Otros?

Lucian asintió.

-Cazadores. Criaturas del Mundo Sombrío. Y aquellos que quieran usarte para sus propios fines.

Dante sonrió de lado.

-Básicamente, estás en la lista de los más buscados.

Elena sintió que el aire se hacía más denso a su alrededor.

-Entonces... ¿qué se supone que debo hacer?

Lucian tomó su cuchillo y se puso de pie.

-Aprender a sobrevivir.

Elena sintió su pulso acelerarse. "Aprender a sobrevivir" no sonaba como una opción, sino como una sentencia.

-¿Sobrevivir? -repitió en voz baja, sin apartar la mirada de Lucian-. ¿Y cómo se supone que haga eso?

Lucian se cruzó de brazos.

-Para empezar, entender lo que eres y lo que te rodea.

Dante chasqueó la lengua.

-Eso va a tomar un tiempo. Tal vez deberíamos comenzar por lo básico.

Elena frunció el ceño.

-¿Lo básico?

Dante le lanzó una mirada perezosa, como si estuviera explicándole algo a una niña.

-Sí. Por ejemplo, ¿por qué crees que esos espectros estaban en el bosque?

Elena dudó.

-Pensé que estaban... siguiéndome.

Lucian asintió.

-Eso es parte de la razón. Pero el bosque en sí es diferente.

Dante sonrió, disfrutando el momento.

-Vamos, niña sombra, piensa un poco.

Elena lo fulminó con la mirada.

-No me llames así.

Dante se encogió de hombros.

-Como quieras. Pero lo cierto es que ese bosque no es como cualquier otro. Hay lugares en el mundo donde el velo entre este mundo y el otro es más delgado. Lugares donde la oscuridad se filtra.

Elena sintió un escalofrío.

-¿Y este bosque es uno de esos lugares?

Lucian asintió.

-Sí. Los llamamos "umbrales". No todos los que entran pueden sentirlo, pero para quienes tienen Sangre de Sombra, la conexión es más fuerte.

Elena apretó los labios.

-Entonces... ¿yo lo atraigo?

-No solo lo atraes. -Dante giró un cuchillo en su mano con aburrimiento-. Lo despiertas.

Elena sintió que su estómago se revolvía.

-¿Eso significa que esos espectros estaban allí por mi culpa?

Lucian negó con la cabeza.

-Ellos ya estaban allí. Solo que normalmente permanecen en la sombra, sin un motivo para salir. Tú les diste ese motivo.

Elena sintió que su respiración se aceleraba.

Dante la observó con una sonrisa burlona.

-No pongas esa cara. Podría ser peor.

Elena soltó una risa amarga.

-¿Ah, sí? ¿Cómo?

Dante apoyó un codo en la mesa y la miró con intensidad.

-Podrías haber cruzado al otro lado.

Elena parpadeó.

-¿Qué?

Lucian suspiró.

-Si hubieras permanecido más tiempo en el bosque, con los espectros rodeándote, habrían tratado de arrastrarte con ellos. Al Mundo Sombrío.

Elena sintió un frío helado recorrerle la espalda.

-¿Y qué hubiera pasado si lo lograban?

Dante sonrió, pero su expresión no tenía rastro de diversión esta vez.

-Entonces ya no estarías aquí.

Elena tragó saliva.

La realidad de su situación golpeó con más fuerza. No solo estaba en peligro, sino que existían fuerzas que la querían en otro mundo. Y lo peor de todo...

Parte de ella sentía que una voz dentro de su cabeza le susurraba que pertenecía allí.

El silencio se hizo pesado en la cabaña.

Lucian fue el primero en romperlo.

-Por eso no podemos quedarnos quietos. A partir de ahora, necesitas aprender a defenderte.

Elena levantó la mirada hacia él.

-¿Y tú me vas a enseñar?

Lucian sostuvo su mirada por un momento y luego asintió.

-Sí.

Dante sonrió de lado.

-Esto se va a poner interesante.

Elena suspiró.

Lo único que sabía era que su vida nunca volvería a ser normal.

Y lo más aterrador...

Era que tal vez no quería que lo fuera.

            
            

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