Capítulo 2 Ecos en la Oscuridad

Elena no obedeció.

Su mente bullía con preguntas, con imágenes entrelazadas del callejón, la sangre de su madre y la presencia imponente de Lucian. Su cuerpo aún estaba débil, pero el miedo y la incertidumbre la mantenían alerta.

-No necesito descansar -dijo con voz tensa.

Lucian la miró sin expresión, sus ojos dorados reflejando la luz parpadeante de la lámpara de aceite.

-No es una petición -respondió.

Elena apretó los dientes, sintiendo la frustración subirle por la garganta. Pero antes de que pudiera protestar, un sonido resonó en la distancia. Un golpe seco, como si alguien o algo hubiese irrumpido en el lugar.

Lucian reaccionó al instante. Sus ojos se entrecerraron y su postura se tensó, como un depredador a punto de atacar.

-No puede ser... -murmuró para sí mismo.

Elena se incorporó con dificultad.

-¿Qué fue eso?

Lucian no respondió de inmediato. Se giró hacia la puerta de la habitación y apoyó una mano en la madera, como si estuviera sintiendo algo más allá de lo que sus ojos podían ver.

-Nos encontraron.

Elena sintió un escalofrío recorrer su columna.

-¿Quién nos encontró?

Lucian volvió su mirada hacia ella, pero esta vez, su expresión era diferente. No había arrogancia ni paciencia en su rostro, solo una seriedad cortante.

-Si quieres vivir, haz exactamente lo que te diga.

Elena tragó saliva, pero no tuvo tiempo de responder. La puerta se estremeció con un golpe violento. Luego otro. La madera crujió como si estuviera a punto de ceder.

Lucian sacó un cuchillo de su cinturón y se movió hasta una estantería cercana. Con un rápido movimiento, retiró un libro grueso de la parte inferior y el sonido de un mecanismo oculto llenó la habitación. Una parte de la pared de piedra se deslizó lentamente, revelando un pasadizo estrecho.

-Entra. Ahora.

Elena vaciló.

-No pienso irme sin saber qué está pasando.

Lucian la miró con fiereza.

-No hay tiempo para explicaciones.

Otro golpe sacudió la puerta, y esta vez, se formaron grietas en la madera. Una sombra oscura comenzó a filtrarse por ellas, moviéndose como un humo vivo.

Elena sintió el terror en su piel. No necesitaba más explicaciones.

Se precipitó hacia el pasadizo y, en cuanto estuvo dentro, Lucian entró detrás de ella y activó el mecanismo. La piedra se deslizó de nuevo en su lugar justo cuando la puerta se rompió en mil astillas.

La oscuridad los envolvió.

Elena jadeaba, su espalda pegada a la fría pared de piedra. Solo la tenue luz del cuchillo de Lucian, que ahora emitía un resplandor azul, les permitía ver el estrecho túnel frente a ellos.

-¿Qué era eso? -susurró ella.

Lucian no apartó la vista del camino.

-Algo que no deberías haber visto tan pronto.

Elena sintió que la frustración y el miedo se mezclaban en su interior.

-Deja de hablar en acertijos. Dímelo de una vez.

Lucian se detuvo de golpe y la miró.

-Si te lo digo, ¿estarás preparada para aceptarlo?

Elena abrió la boca para responder, pero se detuvo.

No estaba segura.

Lucian suspiró.

-Lo que viste en el callejón... lo que mató a tu madre... no era humano.

Elena sintió que su corazón se detenía por un instante.

-¿Entonces qué era?

Lucian volvió a caminar.

-La verdadera pregunta es: ¿qué eres tú?

Elena lo siguió, su mente girando en espiral.

No importaba lo que dijera Lucian. No importaba lo que había visto aquella noche. Ella era humana.

¿No?

El eco de sus pasos en el pasadizo resonaba en la oscuridad, envolviendo a Elena en una sensación de encierro que le resultaba tan asfixiante como el miedo que se apretaba en su pecho. La única fuente de luz era el extraño resplandor azul que emanaba del cuchillo de Lucian, proyectando sombras alargadas en las paredes de piedra rugosa.

No podía ver más allá de unos metros frente a ella, pero la opresión del pasadizo la hacía sentir como si el mundo se redujera a ese corredor interminable.

-¿Qué era eso que irrumpió en la habitación? -preguntó, rompiendo el pesado silencio.

Lucian no respondió de inmediato. Caminaba con pasos seguros, como si ya conociera ese lugar.

-No era humano -repitió, con un tono que indicaba que no diría más por el momento.

Elena sintió una punzada de frustración.

-Eso ya lo dijiste. Quiero saber qué era exactamente. ¿Un demonio? ¿Un espíritu? ¿O acaso una de esas criaturas de los cuentos de horror?

Lucian se detuvo de golpe, y Elena casi chocó contra él.

-No es tan simple. -Su voz era baja, pero había en ella un filo de advertencia-. Y créeme, no quieres saber más de lo necesario.

Elena lo miró fijamente, su mandíbula apretada.

-Después de lo que vi, necesito saber la verdad. No voy a esconderme en la ignorancia.

Lucian suspiró, deslizando una mano por su cabello oscuro.

-Siempre hacen las mismas preguntas -murmuró para sí mismo, antes de clavar su mirada en Elena-. Lo que viste... era un Cazador.

Elena frunció el ceño.

-¿Cazador? ¿Cazador de qué?

Lucian sonrió con ironía.

-De personas como tú.

Un escalofrío recorrió la espalda de Elena.

-¿Personas como yo? -repitió, sintiendo que las palabras se atoraban en su garganta.

Lucian reanudó la marcha sin contestar de inmediato.

Elena lo siguió, sintiendo que su corazón latía cada vez más rápido.

-Dijiste que la verdadera pregunta era qué soy yo. ¿Qué significa eso? -exigió, con la voz cargada de incertidumbre y enojo.

Lucian se detuvo de nuevo, esta vez en un ensanchamiento del pasadizo, donde la luz azul de su cuchillo iluminó mejor el lugar.

-Elena... -Su tono cambió, volviéndose más serio-. ¿Alguna vez has sentido que no encajas del todo? ¿Que hay algo dentro de ti que no puedes explicar?

Elena sintió una punzada de desconcierto.

-¿Qué clase de pregunta es esa?

Lucian la observó en silencio, como si esperara que ella misma llegara a la conclusión.

Y entonces...

Una serie de recuerdos vagos comenzaron a surgir en la mente de Elena.

El fuego.

Las sombras que a veces parecían moverse cuando ella se enfurecía.

Los susurros en su mente cuando estaba al borde del sueño.

Y el más reciente... la sensación de que algo dentro de ella se rompió cuando vio a su madre morir.

-No puede ser... -susurró, sintiendo que el suelo se desvanecía bajo sus pies.

Lucian asintió lentamente.

-Tu madre no era cualquier persona. Y tú tampoco lo eres.

Elena retrocedió un paso, su respiración acelerándose.

-No... Yo soy humana.

Lucian la miró con una mezcla de lástima y comprensión.

-Tal vez en parte. Pero hay algo más en ti. Algo que los Cazadores pueden sentir... y por eso vinieron por ti.

Elena sintió que su cabeza daba vueltas.

-¿Entonces por qué no me mataron también?

Lucian se acercó y, por primera vez, su voz sonó más baja, casi susurrante.

-Porque lo que hay dentro de ti aún no ha despertado del todo.

Elena sintió su piel erizarse.

-¿Y qué se supone que hay dentro de mí?

Lucian guardó silencio unos segundos antes de responder.

-Sangre de Sombra.

Elena sintió que su mundo se desmoronaba.

-Eso no tiene sentido...

Lucian sonrió levemente.

-Lo dirás ahora... pero lo entenderás muy pronto.

Antes de que Elena pudiera responder, un ruido en la distancia la hizo contener el aliento.

Un sonido gutural, algo que no podía pertenecer a ningún ser humano.

Lucian reaccionó al instante, apagando la luz azul de su cuchillo y llevándola contra la pared con una rapidez asombrosa.

-No hagas ruido.

Elena sintió su pulso martilleando en sus oídos mientras la criatura se acercaba.

Lo que fuera, estaba buscando algo.

O alguien.

Ella.

Lucian presionó un dedo contra sus labios, indicándole que no hiciera ni el más mínimo movimiento.

Elena no podía ver nada en la oscuridad, pero sentía la presencia de aquello. Un aura pesada, una energía que hacía que el aire se sintiera más denso.

Y entonces, un susurro surgió en su mente.

"Nos encontraste... y ahora te encontramos a ti."

Elena sintió que un grito se formaba en su garganta.

Pero antes de que pudiera hacer algo, Lucian la tomó del brazo y la arrastró a través del pasadizo.

La criatura emitió un sonido inhumano y la persecución comenzó.

Las sombras se agitaban a su alrededor, como si el propio túnel cobrara vida.

Elena corría, sintiendo que su respiración se hacía cada vez más pesada.

Lucian no la soltaba, guiándola con una precisión casi imposible en la oscuridad.

Y entonces... la luz apareció al final del pasadizo.

Una salida.

Lucian aumentó la velocidad, jalando a Elena con fuerza.

Pero justo cuando estaban a punto de cruzar el umbral, una garra oscura surgió de las sombras y la sujetó del tobillo.

Elena cayó al suelo con un grito ahogado, sintiendo cómo la fuerza inhumana la arrastraba de vuelta a la oscuridad.

Lucian giró de inmediato, y en un solo movimiento, clavó su cuchillo en la sombra que la sujetaba.

El grito que resonó no era de este mundo.

La criatura se retorció, liberando a Elena por un breve instante.

Lo suficiente para que Lucian recuperará el cuchillo y levantará a Elena de un solo tirón y la empujara fuera del pasadizo.

Elena cayó de rodillas, jadeando.

Lucian salió tras ella y, con un movimiento rápido, selló la entrada con una piedra pesada.

El rugido de la criatura se ahogó tras la barrera.

El silencio se instaló de golpe.

Elena levantó la vista.

Estaban en lo alto de una colina, con un bosque extendiéndose a sus pies.

El aire era frío, pero nada comparado con la helada sensación que aún recorría su piel.

Lucian se giró hacia ella, su expresión más sombría que nunca.

-Ahora lo entiendes.

Elena no podía hablar.

Porque por primera vez en su vida...

Sentía que algo dentro de ella respondía a la oscuridad.

Y eso la aterraba más que cualquier otra cosa.

Elena sintió que su cuerpo aún temblaba. El aire frío de la noche chocaba contra su piel, pero no era solo la temperatura lo que la hacía estremecer. Era el hecho de que, por primera vez, algo dentro de ella había respondido a esa presencia oscura.

Lucian la observaba en silencio. Su cuchillo aún emitía un leve resplandor azul, pero este comenzaba a desvanecerse.

-¿Estás bien?

Elena tardó en responder.

-No lo sé.

Lucian asintió como si esperara esa respuesta.

-Vamos. No podemos quedarnos aquí.

Elena levantó la vista y observó su entorno. Se encontraban en una colina alta, rodeada de un bosque que parecía extenderse hasta donde alcanzaba la vista. A lo lejos, podía ver las luces parpadeantes de lo que parecía un pequeño pueblo.

-¿Dónde estamos?

-Lejos de donde deberíamos estar -respondió Lucian, con un tono seco.

Elena sintió que la frustración volvía a apoderarse de ella.

-¿Puedes dejar de hablar en acertijos? ¡Acabo de ser atacada por algo que ni siquiera entiendo!

Lucian se giró y la miró con calma.

-Si te lo explico todo de golpe, no lo entenderás.

Elena apretó los dientes.

-Entonces dime algo. Algo que tenga sentido.

Lucian suspiró y miró hacia el bosque.

-Bien. Te lo diré con palabras simples.

Se dio la vuelta completamente y la miró a los ojos.

-Hay un mundo que no puedes ver. Uno que siempre ha estado ahí, entrelazado con el nuestro. El Mundo Sombrío.

Elena sintió un escalofrío.

-¿El Mundo Sombrío?

Lucian asintió.

-Es un reflejo distorsionado del mundo humano, donde habitan cosas que no deberían existir. Criaturas que se ocultan en las sombras, que cazan, que destruyen. Y algunas... que esperan.

Elena tragó saliva.

-¿Esperan qué?

Lucian la miró fijamente.

-Esperan por nosotros.

Elena sintió que el miedo le apretaba el pecho.

-Pero... ¿por qué yo?

Lucian guardó silencio por un momento, como si estuviera eligiendo sus palabras con cuidado.

-Porque en tu sangre... hay algo más que simple humanidad.

Elena sintió que su corazón se aceleraba.

-Eso ya lo dijiste antes. Sangre de Sombra. ¿Qué significa eso?

Lucian la observó por unos segundos más antes de responder.

-Significa que no eres completamente humana.

Elena sintió que el mundo se inclinaba bajo sus pies.

-Eso es imposible.

-No lo es -respondió Lucian, con una seguridad que la aterraba aún más-. Y los Cazadores lo saben.

Elena sintió que su piel se erizaba.

-¿Ellos... sabían sobre mí?

Lucian asintió.

-Por eso mataron a tu madre.

Elena sintió un nudo en la garganta.

-¿Pero por qué?

Lucian se quedó en silencio por un momento antes de responder.

-Porque tu madre también tenía Sangre de Sombra.

Elena sintió que la cabeza le daba vueltas.

Todo lo que había creído sobre su vida, sobre su familia, se estaba derrumbando ante sus ojos.

Lucian notó su expresión y suavizó un poco su tono.

-Sé que es mucho para procesar... pero no tenemos tiempo para quedarnos aquí. Tenemos que movernos.

Elena aún estaba aturdida, pero asintió.

-¿Hacia dónde?

Lucian señaló el bosque.

-Al pueblo. Hay alguien allí que puede ayudarnos.

Elena miró hacia las luces en la distancia.

-¿Quién?

Lucian se giró y comenzó a caminar.

-Un amigo.

Elena suspiró y lo siguió.

Mientras caminaban por la pendiente de la colina, la sensación de estar siendo observada no la abandonó.

Las sombras parecían moverse en los bordes de su visión.

Y, en lo más profundo de su ser, una voz susurraba:

"Nos encontraste... y ahora te encontramos a ti."

Elena se estremeció y siguió caminando.

Fuera lo que fuera lo que estaba ocurriendo... esto apenas estaba comenzando.

            
            

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