/0/15933/coverbig.jpg?v=87e2a43da1dface7e398b2653058805f)
Elena despertó con una sensación extraña recorriéndole el cuerpo. No era exactamente cansancio, pero tampoco se sentía del todo despierta. Su piel estaba fría, más de lo normal, y su respiración... era casi imperceptible.
Se incorporó lentamente en la cama, parpadeando para acostumbrarse a la tenue luz que se filtraba por la ventana. Afuera, la niebla se extendía como un manto denso sobre la tierra, ocultando la silueta de la ciudad cercana. El refugio en el que se encontraban era una casa antigua, de piedra y madera, lo suficientemente alejada para pasar desapercibida, pero lo bastante cerca de la civilización en caso de necesitar algo.
Elena se abrazó a sí misma y recordó el motivo por el cual se encontraba allí. Su madre... su muerte... el cuerpo de ella. Un escalofrío recorrió su espalda.
Se puso de pie y salió al pasillo en busca de Lucian. Lo encontró en la sala, de pie junto a una mesa cubierta con mapas y documentos. Parecía estar esperando algo, o a alguien.
-Lucian -su voz sonó más firme de lo que esperaba-, ¿qué pasó con el cuerpo de mi madre?
El vampiro levantó la mirada, sus ojos dorados reflejaban una sombra de compasión.
-No estaba cuando volví -respondió con calma-. Alguien más se encargó de él antes de que pudiera hacerlo.
Elena frunció el ceño.
-¿Quién?
Lucian guardó silencio por un momento, como si sopesara qué decir. Finalmente, respondió:
-Un aliado.
La respuesta solo generó más preguntas en su mente.
-¿Por qué no me lo dijiste antes?
-Porque hay cosas más importantes que debes entender primero -Lucian se apartó de la mesa y se acercó a ella-. Sé que te duele, y lamento que no hayas podido despedirte de ella.
Elena apretó los puños. Era cierto. Su madre no tuvo una sepultura, ni un adiós digno. Pero en el fondo, lo que más le perturbaba era que su cuerpo hubiera desaparecido sin dejar rastro.
-No sé cómo sentirme -susurró.
Lucian asintió con comprensión.
-Es normal. Pero hay algo más de lo que debemos hablar.
El tono serio en su voz la inquietó.
-Desde que despertaste, ¿has notado algo diferente?
Elena se cruzó de brazos.
-Me siento rara. Mi piel está fría... apenas respiro...
-Porque ya no eres humana.
Elena sintió que el suelo se desmoronaba bajo sus pies.
-Eso no puede ser...
Lucian negó con la cabeza.
-No eres un vampiro común, Elena. Hay algo en tu sangre... algo que te hace distinta.
La muchacha retrocedió un paso.
-¿De qué estás hablando?
Lucian suspiró y tomó un cuchillo que estaba sobre la mesa. Sin previo aviso, se hizo un corte en la palma de la mano.
Elena contuvo el aliento al ver cómo la sangre comenzaba a manar... pero no era roja.
Era oscura, como sombras líquidas.
-Sangre de sombras -explicó Lucian, mostrando la herida-. No todos los vampiros la poseen. Es un linaje antiguo, más poderoso... y más peligroso.
Elena sintió un nudo en la garganta.
-¿Y yo...?
-Tu transformación no fue común. No debería haber sido posible... pero aquí estás.
Elena se llevó una mano al pecho. Sentía su corazón... pero su ritmo era pausado, como si no dependiera de él para seguir viva.
-¿Cómo sobrevivo?
Lucian la miró con intensidad.
-Los vampiros podemos consumir comida normal, pero no nos nutre. Solo la sangre lo hace. Algunos, como yo, podemos soportar periodos largos sin alimentarnos... pero tú no eres como yo.
Elena sintió una punzada en el estómago. No era hambre... era algo más profundo, primitivo.
-¿Tengo que beber sangre?
Lucian no respondió de inmediato.
-No cualquier sangre -dijo al final-. La sangre de sombras solo puede ser saciada con la misma esencia... o con algo más fuerte.
Antes de que Elena pudiera preguntar qué significaba eso, la puerta de la casa se abrió de golpe.
Una figura alta y elegante entró con paso seguro.
-¿Dante? -Elena sintió una mezcla de alivio y confusión al verlo.
El vampiro de cabello oscuro y mirada intensa la observó en silencio por un instante antes de hablar.
-Llegas tarde -dijo Lucian con tono seco.
Dante ignoró el comentario y se acercó a Elena.
-Así que es verdad -murmuró-. No debería haber sido posible... y sin embargo...
Elena sintió que su paciencia se agotaba.
-¿Alguien puede explicarme qué está pasando?
Dante la observó con una mezcla de interés y algo más... algo que no supo identificar.
-No eres solo un vampiro, Elena. No solo has cambiado... eres una anomalía.
Elena tragó saliva.
-¿Qué significa eso?
Lucian y Dante intercambiaron una mirada.
-Significa -dijo Lucian con seriedad- que ahora eres el centro de algo mucho más grande de lo que imaginas.
El silencio se extendió entre ellos.
Elena sintió que el aire en la habitación se volvía más pesado. Todo lo que conocía, lo que creía ser, había cambiado en cuestión de días. Su madre estaba muerta, su cuerpo había desaparecido, y ahora... ella ya no era humana.
-¿Cómo pasó esto? -su voz sonó más frágil de lo que hubiera querido.
Dante se cruzó de brazos, observándola con una expresión que no podía descifrar.
-Esa es la pregunta que todos queremos responder.
Lucian dio un paso adelante.
-Elena, dime algo... ¿Recuerdas la noche en que despertaste? ¿Recuerdas lo que sentiste?
Ella cerró los ojos un momento, tratando de ordenar sus pensamientos. Había sido un torbellino de sensaciones: frío, oscuridad... y luego, una energía desconocida recorriendo su cuerpo, como si algo en su interior se hubiese encendido.
-No lo sé... Me sentí... diferente. Como si mi cuerpo no fuera completamente mío.
Lucian y Dante intercambiaron una mirada.
-Eso es porque tu transformación no fue normal -explicó Lucian-. Los vampiros nacen o se crean mediante un proceso claro: se drena la vida de un humano y luego se le da sangre vampírica. Pero en tu caso... yo no te convertí.
Elena sintió que un escalofrío le recorría la espalda.
-Entonces, ¿qué soy?
Dante habló esta vez.
-No solo eres un vampiro, Elena. Eres algo más.
Ella frunció el ceño.
-No tiene sentido...
Lucian suspiró.
-Lo que sí sabemos es que tu sangre no es común. Es sangre de sombras.
Elena recordó la herida en la mano de Lucian y la sangre oscura que había fluido de ella.
-¿Eso qué significa?
Lucian dudó un momento antes de responder.
-Los vampiros con sangre de sombras no son como los demás. Somos más fuertes, más rápidos... pero también más difíciles de controlar. Y hay algo más: nuestra hambre no puede ser saciada con cualquier fuente.
-Los vampiros normales pueden alimentarse de humanos, pero la sangre de sombras exige algo más. Solo puede ser saciada con la sangre de otro vampiro... o con la de un ser aún más antiguo.
Elena sintió que su estómago se revolvía.
-No... no puede ser.
Dante la observó con frialdad.
-Si no te alimentas, te debilitarás... y tarde o temprano, perderás el control.
Elena sintió que le faltaba el aire.
-No quiero matar a nadie.
-No tienes que hacerlo -dijo Lucian con calma-. Hay formas de alimentarse sin tomar una vida. Pero debes entender que tu naturaleza ha cambiado.
Elena retrocedió un paso.
-No pedí esto...
Lucian bajó la mirada.
-Lo sé.
El silencio se hizo pesado entre ellos.
Fue entonces cuando Dante habló con un tono más grave.
-Hay algo más que debes saber.
Elena levantó la vista y vio la seriedad en sus ojos.
-¿Qué?
Dante respiró hondo.
-La noche en que Lucian te encontró... no estaban solos.
Elena frunció el ceño.
-¿Qué quieres decir?
Lucian tomó la palabra.
-Había alguien más allí. No lo viste... pero estaba cerca.
Un escalofrío recorrió la espalda de Elena.
-¿Quién?
Lucian negó con la cabeza.
-No lo sabemos. Pero quien haya sido... se llevó el cuerpo de tu madre.
Elena sintió que el suelo temblaba bajo sus pies.
-No... no puede ser.
-Debemos averiguar quién era -dijo Dante con seriedad-. Y qué quería.
Elena sintió una mezcla de miedo e incertidumbre.
Dante no perdió tiempo. Salió de la casa sin una palabra más, dejando a Elena sumida en su propia confusión. La forma en que Lucian y él hablaban sobre ella, como si fuese un enigma, le resultaba insoportable. Pero no podía hacer nada más que esperar... y tratar de entender en qué se había convertido.
Dante se movía con rapidez entre las sombras, recorriendo la ciudad con un propósito claro. No había dicho a Elena ni a Lucian adónde iba exactamente, pero tenía una corazonada. Su instinto rara vez le fallaba.
El cuerpo de la madre de Elena no había desaparecido sin más; alguien se lo había llevado. Y si era cierto que su muerte no había sido un hecho aislado, sino parte de algo más grande, entonces el destino de su cadáver debía ser igual de importante.
Las calles estaban vacías, sumidas en el frío y la bruma nocturna. Finalmente, llegó a su destino: el Cementerio de Arken, el lugar donde descansaban los caídos del Cónclave.
El Cónclave de Arken no era solo una organización de vampiros antiguos; era una orden secreta que gobernaba desde las sombras, decidiendo el destino de los suyos. Y si habían aceptado enterrar el cuerpo de la madre de Elena allí, significaba que ella no era una humana cualquiera.
Dante avanzó entre lápidas cubiertas de musgo hasta llegar a la zona más antigua del cementerio. Allí, un hombre de cabellos plateados y ojos oscuros lo esperaba.
-Llegas tarde -murmuró con voz grave.
-No estaba seguro de que encontraría algo aquí -respondió Dante.
El hombre señaló una tumba de piedra negra, decorada con inscripciones en un idioma antiguo.
-Aquí está.
Dante se acercó, leyendo las inscripciones. No solo estaba su nombre, Lysandra Velkar, sino también un título que hizo que sus músculos se tensaran.
"Guardiana de la Sangre Oscura. Madre de la Heredera Perdida."
El peso de esas palabras cayó sobre él como una sentencia.
-Así que era cierto... -susurró.
El hombre de cabello plateado asintió.
-Ella no era humana. Lysandra pertenecía a un linaje olvidado de vampiros que nunca deberían haber existido. Los Portadores de la Sangre Oscura.
Dante sintió un escalofrío.
-Eso significa que Elena...
-Es la heredera que el Cónclave ha estado esperando.
La verdad golpeó a Dante como un golpe directo al pecho. Elena no había sido transformada como un vampiro común. Había nacido con su condición.
Su despertar no había sido producto de una mordida o de la conversión típica de los vampiros. Su sangre siempre había contenido el poder dormido, esperando el momento adecuado para manifestarse.
-Entonces, su transformación...
-No fue un accidente -afirmó el anciano-. Alguien aceleró el proceso.
Dante cerró los ojos. Esto significaba que había más fuerzas en juego de lo que imaginaban. Alguien necesitaba que Elena despertara antes de tiempo.
Pero ¿quién? ¿Y por qué ahora?
Dante sabía que debía regresar cuanto antes. Elena tenía derecho a conocer la verdad. Pero, al mismo tiempo, sentía un nudo en el estómago.
Porque si ella era la heredera de la Sangre Oscura... significaba que su destino estaba sellado.
Y no sería uno fácil.
Dante abandonó el Cementerio de Arken con la mente nublada. Lo que acababa de descubrir lo cambiaba todo. No se trataba solo del linaje de Elena, sino del motivo por el cual alguien había provocado su despertar antes de tiempo.
La sangre oscura no era un don. Era una maldición.
Y si el Cónclave la estaba esperando... significaba que había algo más en juego. Algo que nadie les había dicho.
Se dirigió al refugio lo más rápido posible, sintiendo la urgencia de revelar lo que había descubierto. Pero cuando cruzó la puerta principal, encontró a Elena y a Lucian en una discusión tensa.
-¡No me ocultes cosas, Lucian! -exigió Elena, con los ojos encendidos por la furia.
-No es tan simple -respondió él, manteniendo la compostura-. Hay cosas que todavía no entiendes...
Dante irrumpió en la sala y ambos giraron hacia él.
-Creo que tenemos un problema -anunció.
Lucian frunció el ceño.
-¿Lo encontraste?
Dante asintió, su mirada fija en Elena.
-Tu madre está enterrada en el Cementerio de Arken. El Cónclave la protegió porque ella era parte de los Portadores de la Sangre Oscura.
Elena palideció.
-¿Mi madre... no era humana?
-No -Dante avanzó unos pasos, deteniéndose frente a ella-. Y tú tampoco lo eres completamente.
El silencio que siguió fue espeso, como si el aire mismo se hubiera vuelto denso.
-Eso no tiene sentido -murmuró Elena, negando con la cabeza-. Yo no nací vampira. Me transformé.
-Eso es lo que quieren que creas -intervino Lucian, con voz grave.
Elena giró hacia él, los ojos entrecerrados.
-¿Qué significa eso?
Lucian suspiró.
-Tu despertar no fue natural. Alguien lo forzó. Tu sangre siempre tuvo el potencial de convertirte en lo que eres ahora... pero alguien manipuló el proceso.
Dante miró a Lucian fijamente.
-¿Y tú qué sabes de esto?
Lucian se cruzó de brazos.
-Porque yo también tengo Sangre Oscura.
Elena se quedó helada.
-¿Qué?
Dante apretó los dientes. Todo encajaba. La presencia de Lucian, su conexión con Elena, el poder que irradiaba su aura...
-No eres solo un vampiro -susurró Dante-. Tienes sangre de sombras, igual que los Portadores.
Lucian asintió lentamente.
-Y hay algo más que no les he dicho. El Cónclave no quiere a Elena solo porque sea una heredera.
Dante sintió que la verdad estaba a punto de ser revelada, y cuando Lucian habló de nuevo, el peso de sus palabras fue como una daga al pecho.
-La están buscando porque ella es la clave para liberar lo que su madre protegió con su vida. Algo que jamás debió despertar.
Elena dio un paso atrás, sintiendo que el suelo se desmoronaba bajo sus pies.
-¿Qué demonios soy yo, entonces?
Lucian la miró fijamente.
-Eres el legado de la Sangre Oscura. Y ahora todos te quieren... para desatar el infierno o para evitarlo.
Elena sintió que el mundo se volvía más oscuro a su alrededor. Nada en su vida había sido real.
Y ahora, tenía que descubrir si su existencia era una bendición o una condena.