Capítulo 4 Las Reglas del Diablo

Capítulo 4: Las Reglas del Diablo

Chloe se quedó mirando las cajas sobre la cama, aún sin creerlo. Vestidos. Joyas. Perfumes. Lencería.

Todo lo había elegido Dante. Como si ella fuera una muñeca a la que podía vestir a su antojo.

Se giró para enfrentarlo.

-No soy tu juguete.

Dante sonrió. Oscuro. Arrogante.

-Eres mía. Eso es lo único que importa.

Chloe sintió que su corazón latía con fuerza, pero no de miedo. De algo más.

Dante se acercó, deteniéndose a solo centímetros de su cuerpo. Su calor era abrumador. Su aroma a madera y tabaco la envolvía.

-A partir de ahora, hay reglas.

Chloe apretó los puños.

-No voy a obedecerte.

Dante soltó una risa baja y deslizó un dedo por su mejilla, bajando lentamente hasta su cuello.

Chloe se tensó. Su piel ardió bajo su toque.

-Oh, princesa... sí lo harás.

Se inclinó hasta que su aliento cálido rozó su oreja.

-Regla número uno: No saldrás de la mansión sin mi permiso.

Su dedo bajó por su clavícula, dejando un rastro de fuego en su piel.

-Regla número dos: Usarás lo que yo elija.

Chloe sintió un escalofrío recorrerle el cuerpo cuando su mano bajó lentamente hasta la curva de su cintura.

-Regla número tres... -Dante la obligó a mirarlo-. Cuando te toque, no te apartarás.

Chloe sintió que sus piernas temblaban.

-No puedes hacerme eso.

Dante sonrió. Sus dedos descendieron por su cadera, acariciando el borde de su vestido.

-Puedo. Y lo haré.

Chloe sintió su piel arder. Nunca la habían tocado así. Nunca la habían mirado así. Nunca había sentido este calor en su vientre.

Dante deslizó su mano hacia su muslo. Chloe jadeó y se apartó bruscamente.

Él sonrió como un depredador.

-¿Te molesta que te toque, Chloe?

Ella abrió la boca, pero no encontró las palabras. Porque no era molestia. Era algo mucho peor.

Era deseo.

Dante se acercó de nuevo y atrapó su mentón con firmeza.

-No te preocupes, princesa. No te tocaré más de lo necesario... hasta que seas tú quien me lo pida.

Chloe sintió su piel erizarse.

-Eso nunca pasará.

Dante sonrió, inclinándose hasta rozar su boca con la suya, sin llegar a besarla.

-Veremos.

La dejó ahí, temblando, mientras salía de la habitación con una sonrisa oscura.

Y Chloe supo en ese instante que estaba en problemas.

Porque Dante Moretti había empezado a enloquecerla.