Capítulo 3 Encuentro

La pequeña embarcación que llevaba a los sobrevivientes se acercaba cada vez más a la isla.

Mientras más cerca estaban de llegar, mejor podían apreciar la

imponencia de aquel desconocido lugar. Las montañas estaban plagadas

de frondosos árboles viéndose completamente verdes, y el agua que

bañaba sus costas tenía un suave color turquesa. Ron no podía

evitar dar gritos de felicidad, mientras Phillip y Sauro se mantenían

más bien silenciosos y remaban con todas sus fuerzas para llegar lo

más rápido posible a tierra firme. Ya no tendrían que pasar más

tiempo a la deriva y anhelaban poder pisar la tierra de aquella isla

cuanto antes.

En cuanto el bote encalló en la arena, los hombres saltaron raudos y ayudaron a Iris a bajar. Todos

corrieron en la medida que sus energías les permitían y se dejaron

caer exhaustos. Ninguno de ellos había sentido tanta satisfacción

en su vida con solo estar tendidos sobre el suelo, y ahora, este

momento se había transformado en el mejor momento de sus vidas.

Sauro cerró los ojos y sintió que aquella arena tenía una suavidad

única, y parecía abrazarlo en cada parte de su cuerpo, se sentía

abatido pero la felicidad que le causaba aquel contacto opacaba

cualquier fatiga o dolor. Continuaba con sus ojos cerrados, dando

profundos suspiros, cuando a su mente vinieron imágenes de las

tierras que habían conquistado en el pasado, muchas veces con

enemigos ocultos aguardándoles. Se levantó rápidamente y pidió a

Ron que le ayudase a tomar el bote y arrastrarlo hasta esconderlo en

unos matorrales, no sabía qué o quiénes podrían habitar la isla y

necesitaba tomar todos los resguardos posibles para evitar ser

tomados por sorpresa.

Mientras terminaban de camuflar el bote, Iris se quitó los zapatos para sentir la suavidad de la

arena bajo sus pies, aquella sensación la revitalizó. Examinó a su

alrededor y vio que la playa terminaba abruptamente en el inicio de

un espeso bosque con grandes árboles de muchas formas y especies

diferentes. Pensó que el paisaje era el más hermoso que había

visto en su vida y nunca estuvo tan contenta al ver tanta naturaleza.

Como nunca antes, estas sensaciones la hicieron sentir viva.

Luego de improvisar un pequeño refugio con el bote, se protegieron de la lluvia que había comenzado a intensificarse nuevamente. El silencio volvió a apoderarse del

grupo hasta que un estornudo de Iris hizo eco entre ellos.

-Disculpen, mi vestido está muy húmedo, creo que pesqué un pequeño resfrío

-dijo entre tímidas risas.

-Seguro no serás la única -le respondió Phillip.

-Supongo que no, pero por lo menos ustedes no tienen un vestido que al estar

mojado pesa el triple, ahí tienen una valiosa ventaja -seguía sonriendo amistosamente.

-Si gustas te daré mi abrigo para que puedas usarlo hasta que tu vestido deje de estar tan

húmedo, me imagino que debe pesar bastante -Sauro sabía que los vestidos que utilizaban las mujeres de la corte no solo eran incómodos, sino que también pesados.

-Qué amable, muchas gracias -respondió sonrojada.

Cambió sus ropas mientras los demás esperaban afuera. Una vez lista, todos

volvieron a estar juntos en su pequeño refugio.

-No es la espera más cómoda, pero por lo menos estamos vivos... ¿creen

que haya personas en esta isla? No vi nada parecido a un muelle en la

playa -decía Ron mientras enterraba los pies en la arena.

-Bueno, es una isla, quizás haya un muelle del otro lado de las montañas -contestó Iris.

-No lo sé, solo espero que si hay personas aquí sean pacíficas... y que el rey

envíe barcos a buscarnos lo antes posible, a juzgar por el tiempo

que llevábamos en altamar, creo que solo se darán cuenta de nuestro

naufragio dentro de cinco o seis días más -dijo Phillip con molestia.

Realmente le enfadaba la situación, nunca estuvo de acuerdo con tener que navegar por el

océano para buscar a una mujer por lo que él consideraba un

capricho del rey, "mover un barco de expedición, hombres y todos

los recursos que ello implica por una persona, ¡qué locura!",

pensaba. Sin poder evitarlo, comenzaba a sentir rencor hacia Iris por

ser la causa del viaje. Le irritaba verla sonreír, para él la vida

de aquella joven no valía más que la de sus compañeros muertos y

se lamentaba que no estuviese cualquier otro ocupando su lugar en

esos momentos.

-Sé que nos rescatarán y cuando ocurra le pediré a mi querido tío que

conmemore a todas las familias de los hombres fallecidos en el

naufragio, sus nombres nunca serán olvidados y me aseguraré de que

sus seres queridos tengan alguna compensación -dijo la joven con los ojos llenos de lágrimas.

-Bonitas palabras madame, pero eso no devolverá la vida a los hombres muertos ni dará

paz a sus familias -Phillip interrumpió a Iris de manera seca. Con su mirada demostraba todo su

malestar y enfado.

Este hombre siempre había destacado por decir todo lo que se le venía en mente sin mediar

consideraciones, y en ese momento lo último que le importaba era

cómo se podía sentir Iris.

-Lo sé, pero sería una bonita forma de honrarlos -dijo ella.

-¿Y qué se ganaría con ello? -insistió él -. ¿Traerlos desde la

profundidad del océano y devolverles así su padre a los huérfanos,

o su esposo a las viudas?

-Creo que todos estamos muy cansados y necesitamos recobrar energías -intervino

Sauro-. No sabemos qué puede haber en esta isla, y no solo me refiero a

presencia humana, sino que también a sus animales. Debemos descansar

para luego explorar este lugar... Sugiero que intentemos dormir y en

cuanto la lluvia haya cesado ir a explorar.

Quería terminar con el incómodo y tenso momento, y sin esperar alguna

respuesta de sus acompañantes cerró sus ojos, se acomodó e hizo

ademán de dormir.

Iris, molesta por las palabras de Phillip, decidió no gastar sus energías en responderle y también

cerró sus ojos. Ron miró por unos instantes hacia el mar, dedicó

algunas palabras en voz alta a sus compañeros fallecidos y también

se acomodó para dormir. Phillip por su parte guardó silencio

mientras observaba la lluvia caer, hasta que el cansancio pudo más y

cayó completamente dormido.

Transcurrió un tiempo en que todos dormían profundamente. El duque se despertó sobresaltado,

miró a sus compañeros tendidos en el suelo y tardó unos segundos

en conectarse nuevamente con la realidad y resignarse a que todo lo

sucedido no fue un sueño. Realmente habían naufragado y ahora

estaban en una isla totalmente desconocida. Se levantó en silencio y

salió fuera del refugio, pese a que aún llovía sintió la

necesidad de caminar y explorar. Rodeó por unos instantes el bosque

hasta que vio un sendero despejado de árboles que encaminaba hacia

algún lugar. Titubeó por unos instantes, pero finalmente se decidió

a ingresar al camino. A medida que se internaba en él, se hacía

evidente que había sido hecho por personas, "carajo, ¿serán

pacíficos los que viven aquí?", pensó mientras se aseguraba de

llevar consigo el cuchillo que utilizó para liberar el bote

salvavidas. Enfrentarse a lo desconocido le generaba más ansiedad

que cualquier batalla en la que haya estado, su intranquilidad

aumentaba con cada paso que daba y muchas dudas venían a su mente,

pero se sentía el responsable del grupo y quería facilitarles las

cosas a los demás averiguando todo lo que pudiese antes que

despertasen.

El bosque a su alrededor era espeso, había diversos tipos de plantas y le llamó la atención

como pequeñas enredaderas con flores de colores llamativos trepaban

la mayoría de los arboles pintando un paisaje único y muy diferente

a cualquier lugar que haya visto antes, "¿flores azules y fucsias?

Nunca había visto flores con ese color en mi vida, ¿dónde rayos

estamos?", pensó mientras examinaba los pétalos, "y qué clase

de hojas son esas, jamás vi esas formas". Vio también pequeños

roedores que se cruzaban por el sendero y ocultaban entre los

arbustos, y no pudo evitar recordar las calles del poblado

en que vivía, en ellas solo se veían roedores cuando escaseaba la presencia humana,

por lo que pensó que quizás aquel sendero no era muy utilizado por

quienes lo habían hecho.

Exploró por un momento hasta que oyó el sonido de un riachuelo a unos cuantos metros. Salió del

camino y abriéndose paso entre los matorrales vio fluir aguas

cristalinas y tranquilas en lo que era un pequeño río de corriente

calma. Diminutos peces nadaban a favor de su corriente, y sus colores

vivos y diversos impresionaron al duque. Se inclinó para beber agua

y solo en ese entonces fue consciente de lo sediento que estaba.

Bebió hasta zacearse y en el momento en que se levantó para

regresar con los demás, vio un objeto que llamó su atención.

Cuando lo recogió se percató de que era una especie de collar

fabricado con pequeñas piedras y conchas de mar de color

blanquecino, y a juzgar por su aspecto, había sido utilizado hasta

hace poco, no se veía deteriorado ni desgastado. Ya no había duda,

la isla estaba habitada por personas y era cuestión de tiempo para

encontrarse con ellas. Intentó barajar los diferentes escenarios que

podrían encontrar y para su desdicha, todos eran poco alentadores

para ellos; solo eran tres hombres y una mujer, todas sus armas,

salvo el cuchillo que portaba se habían perdido en el naufragio y

desconocían totalmente lo que podría haber en la isla. Lejos de

sentir temor, se sintió impotente ante la desventaja que tenían y

ahora debía reunirse rápidamente con los demás para advertirles la

situación.

<>

Kai-Rai estaba llegando a los alrededores de la playa y sus esperanzas por encontrar el collar se

estaban desvaneciendo, "¿cómo pudiste ser tan descuidada?", se

reprochaba. Solo le faltaba mirar a la orilla del riachuelo donde se

detuvo con Lai-Ko para beber agua. Su preocupación para esas alturas

ya se había transformado en impotencia. Estaba molesta consigo misma

por haber sido tan poco cuidadosa con un objeto tan valioso y

consideró que todo el malestar por el que atravesaba era merecido.

Dio unos cuantos pasos más y un escalofrío recorrió toda

su espalda mientras se abría paso entre los arbustos. Una vez ahí, quedó perpleja; un hombre

desconocido estaba de pie junto al riachuelo, no solo le sorprendió

verlo con esas extrañas ropas, sino que el tono de su piel era más

claro que el de las personas de la isla, sus rasgos eran diferentes y

sus ojos tenían casi el mismo color del océano. La joven estaba

estupefacta, su corazón se había disparado y una sensación de

terror se apoderó de ella.

Sauro también estaba sorprendido, no esperaba que el encuentro con algún isleño fuera

tan pronto y en esa fracción de segundos en que sus miradas se

cruzaron, no podía lidiar con la idea de que se haya realizado antes

de tener un plan. Los segundos en que se miraron bastaron para que

concluyera que los habitantes de la isla eran completamente

diferentes a las personas del continente, las ropas que la muchacha

llevaba eran bastante rudimentarias; vestía una especie de vestido

corto de piel que dejaba ver casi todas sus piernas, un cinturón

elaborado de lianas cruzaba su cintura e iba descalza por pleno

bosque. Dudó por algunos instantes si podría establecer algún tipo

de comunicación con ella, pero debía hacer todo lo posible por

averiguar más sobre aquel lugar, así que se animó a dar el primer

paso e intentarlo.

­­ -¡Ey!, necesitamos ayuda, nuestro barco se hundió y...

Antes de que pudiese continuar, Kai-Rai se giró rápidamente y corrió lo

más veloz que pudo. La joven no podía comprender qué estaba

haciendo esa persona al borde del riachuelo y no dejaba de

preguntarse de dónde había salido. Como pocas veces en su vida,

tuvo miedo. No tenía idea de las intenciones de aquel extraño y se

lamentó por no tener cerca a ningún isleño en ese momento, "¡santa

Kroka-Toa!, ¿qué es esto? ¿Es una persona de carne y hueso o es un

alma perdida que viene a espantar?", se preguntaba con terror

mientras se esforzaba por no ser alcanzada.

Al duque no solo le frustró la reacción de la isleña, sino que

también le fastidió, "carajos, dentro de todas las posibilidades

que tenía de hacer el primer acercamiento, esta era una de las más

favorables y menos peligrosas, ¡solo deja de correr!", pensó

emprendiendo carrera tras de ella. Kai-Rai corría abriéndose paso

entre los matorrales a toda velocidad. Estaba sorprendido de lo ágil

y rápida que era, jamás en su vida conoció una mujer que pudiese

moverse como ella, pero para él y su ego de general de batalla, era

solo cuestión de tiempo para alcanzarla. Necesitaba detenerla y

hacerle muchas preguntas, y no pararía hasta lograrlo.

            
            

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