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Solo los demonios poseían esa clase de sonrisas.
-DarknessYFS
-Levántate, alcohólica -mis ojos se abrieron escandalizados al escuchar la voz de Galicia.
-No soy una alcohólica, señor Galicia -susurré poniéndome de pie con algo de dificultad.
-Si claro -contestó sin importancia -alístate, tenemos una cena benéfica hoy, me invitaron a penas en la mañana durante la reunión que tuve con los señores Hofmann, así que levántate y has lo que tengas que hacer, pero te quiero presentable.
Sabiendo que estaba enojado corrí hacia el baño para ducharme y sacar el olor a alcohol de mi cuerpo, cepillé mis dientes y evité mojar mi cabello porque perdería mucho tiempo.
Al salir fui hasta el closet y tomé un vestido color champan de hombros cubiertos y hasta los tobillos que parecía más una bata que un vestido. Me coloqué ropa interior y me enganché el vestido para luego hacerme un moño en la parte baja de mi cabeza y maquillar un poco mi rostro haciéndolo lucir lo más natural posible. Busqué entre las demás prendas y tomé una de esas telas que iban sobre los hombros y que usaban las viejas de esos eventos.
Suspiré pesadamente mientras me sentaba en la cama para ponerme los zapatos con tacón bajo, pues yo rozaba el metro setenta y mi marido a penas medía un metro setenta y dos y si me ponía zapatos altos lo haría ver más bajo que yo.
Una vez lista salí de la habitación hacia la sala para ver la hora que marcaba el reloj; eran las seis de la tarde a penas y yo me encontraba totalmente aturdida por la borrachera que me cargaba. Evolet se acercó a mí con una taza en sus manos y yo me tomé el café bien cargado que me había dado. Una sonrisa apareció en mis labios al sentir el licor acompañando el café.
-Para que soporte la noche -susurró antes de quitarme la taza e irse por donde había venido.
Me acerqué a la mesa de los muebles y tomé un chicle sin azúcar que se encontraba en un recipiente y lo mastiqué con ímpetu intentando que el sabor y el olor desaparecieran.
-Bien, tienes media hora para leer cada revista aquí, no tengo idea de quienes son estas personas, así que tú serás mis susurros de esta noche -el señor Galicia arrojó en la mesita un montón de revistas y yo me senté en el sofá cruzando mis piernas para comenzar a leerlas.
Se me daba excelente recordar rostros y asociarlos con los nombres, era lo poco que me dejaba hacer Galicia y era solo porque le sacaba provecho a ello. Media hora después había releído las revistas dos veces y estaba lista para reconocer los rostros que aparecían en esas revistas causando controversias.
Alisando el holgado vestido salí de la sala hacia la entrada de la casa. El lugar no era tan grande, solo cinco habitaciones en el segundo piso con sus respectivos baños y un balcón al fondo del pasillo, abajo había tres habitaciones y una de ellas era ocupada por Evolet, una sala enorme, recibidor, cocina, terraza y una piscina enorme en el patio trasero.
La casa era resguardada por cinco guardias y dos choferes, uno de ellos solo estaba ahí por si se necesitaba, ya que eran escasas las veces que yo salía.
Al salir me subí en el vehículo y me recosté del asiento sintiendo mi cabeza levemente mareada. Dios ¿por qué Evolet tuvo que llevarme esa botella justamente hoy?
Galicia subió junto a mí y pronto el chofer se puso en marcha hacia el lugar del evento. Todo el camino estuve ansiosa, pues llevaba meses sin salir, solo lo había hecho durante la mudanza y me mantuve encerrada en un avión sin personas alrededor.
-Te quiero bien comportada -dijo a mi lado y yo asentí en respuesta.
-Si, señor Galicia.
Los minutos pasaron y el auto se detuvo frente un enorme salón de eventos que a simple vista se veía sofisticado. Galicia bajó del auto y yo me arrastré por el asiento saliendo sola y sin su ayuda, ya que él se encontraba arreglando su saco.
Yo arreglé la tela sobre mis brazos y el vestido y él enganchó mi brazo sobre el suyo y caminamos hacia la entrada en donde había varios reporteros tomando fotos de todo el que pasara. Mi rostro se mantuvo serio mientras ingresábamos y evité mirar directo a la cámara cuando Galicia se detuvo para ser fotografiado.
Luego ingresamos al lugar y yo miré todo maravillada, definitivamente era un nuevo nivel de elegancia y derroche de dinero. Mi esposo me arrastró por el lugar, ya que mis ojos se iban hacia cada detalle bonito del lugar.
-No quieras ganarte un escarmiento -mi espalda se irguió ante sus palabras mordaces y observé todo de forma natural intentando que no se notara la euforia.
El lugar estaba repleto de mesas de seis sillas. Estas solo tenían lugares a los laterales permitiendo que se pudiese ver hacia el escenario desde el centro de la mesa. Galicia arregló su saco y se irguió acercándose a las personas y saludándolas mientras nos presentaba como el matrimonio Galicia.
-Los señores Hoffman -lo escuché susurrar, pero yo estaba más pendiente del candelabro enorme a unos pasos sobre mi cabeza.
-Buenas noches, señor Galicia -di un leve respingo ante la voz tan profunda y varonil que saludó a mi esposo.
Desviando la vista del candelabro la enfoqué en los hombres frente a nosotros y mi mandíbula casi cae al suelo si no es porque mi cerebro me advirtió que no hiciera una estupidez.
Eran tres hombres, más altos que mi esposo por mucho y por consecuencia más que yo, ya que mediamos casi lo mismo. Sus cabellos eran negros y sus ojos iban desde el azul marino, verde jade y ambarino. Tenían rasgos físicos compartidos como la nariz perfilada y la mandíbula cuadrada, pero eran tan diferentes el uno del otro, sin mencionar que las diferencias de edades no eran tan perceptibles.
Los tres estaban enfundados en trajes azul marino con corbatas negras y camisas blancas. Esos hombres eran la viva imagen de un demonio, porque los ángeles no desprendían ese poderío, arrogancia y suficiencia que estos hombres, los ángeles no tenían sonrisa endemoniada como la tenía el hombre de ojos color jade al cual le caía un mechón de cabello rizado sobre su frente que se había escapado de su perfecto cabello estirado hacia un lado.
-No sabíamos que su esposa era tan joven -escuché que dijo el hombre de ojos azules erizando toda mi piel.
Había sido el que había hablado en un principio y parecía ser el líder entre los tres, ya que se encontraba en el medio de ellos y era el único que hablaba.
-Esta es mi esposa, Calliope Galicia -yo tendí mi mano temblorosa hacia el hombre de ojos azules y este la tomó con suavidad dándole un leve apretón.
-Meyer Hoffman -se presentó y soltó mi mano dándole paso a su hermano de ojos ambarinos.
-Becker Hoffman -este lucia serio, sin ningún tipo de expresión en su rostro.
-Klein Hoffman -se presentó el hombre de ojos verdes.
Este en vez de solo apretar mi mano llevó el dorso de esta hacia su boca y se inclinó levemente dejando un beso que hizo que todas las terminaciones nerviosas de mi cuerpo se pusieran alerta. Su sonrisa apareció nuevamente dejándome ver sus colmillos sobresaliendo de su sonrisa y ese solo hecho hizo que me estremeciera, aun cuando mi esposo tenía su mano alrededor de mi cintura de forma posesiva.
La mirada de Klein se mantuvo sobre mí los minutos en los que mi esposo entabló conversación con el señor Meyer Hofmann mientras que yo mantuve la mía en el piso.
Un suspiro de alivio escapó de mis labios cuando mi esposo se despidió y me llevó hasta la mesa que nos correspondía. Frente a nosotros no había nadie, por lo que supuse que la mesa había sido puesta para nosotros, ya que las demás parecían completas.
Invitaron a mi esposo de ultimo minuto, era obvio que no estuvo planeada nuestra participación.
La cena comenzó con platillos sofisticados que me dejaban el estómago vacío, de sabores que para ser sincera no me gustaban, pero no podía dejar nada en el plato o me ganaría una zurra por parte de Galicia. Cuando llegó el momento del postre él le dijo al camarero que pasábamos de él y a mi me tocó observar como en las demás mesas se engullían el delicioso pedazo de pastel de chocolate.
Cuando la cena acabó un hombre subió al pequeño escenario en el medio del lugar y comenzó la subasta. Un camarero dejó sobre la mesa un vaso con líquido ambarino que supuse era algún tipo de alcohol.
El señor Galicia no entró en ninguna de las subastas y mientras las demás personas pujaban ambos nos manteníamos observando toda la situación. Sin embargo, yo me revolvía nerviosa en mi lugar, pues sentía que alguien me observaba, pero al buscar de donde provenía la mirada no encontraba a nadie.
Cuando las subastas terminaron Galicia se levantó de su lugar y fue hasta el escenario para llevarle un cheque a no sé quién. Yo solo me enfoqué en observar su vaso aun con alcohol y lo tomé llevándolo a mis labios para beberlo todo de un trago sin hacer ninguna mueca.
-Hasta yo arrugo la cara cuando bebo ese Whiskey -escuché que alguien dijo y dejé el vaso en la mesa deprisa.
Mi boca se entreabrió en busca de aire al ver a los hermanos Hofmann frente a la mesa. Galicia llegó casi de inmediato y les sonrió invitándolos a sentarse en tanto yo seguía algo estupefacta.
-Su esposa es muy hermosa -alegó el de ojos verdes de nombre Klein.
-Muchas gracias -contestó Galicia tomando mi mano y llevándola hacia sus labios para dejar un beso en esta.
-¿Y cuanto tiempo llevan de casados? -esta vez habló Meyer, el que parecía mayor de los tres o al menos el líder entre ellos.
Galicia se quedó callado unos segundos y yo levanté mi mano para contar con mis dedos cuanto tiempo había pasado desde mi cumpleaños número dieciocho. Galicia observó el número en mis dedos para poder contestar.
-Ocho años -soltó con una sonrisa y el rostro del hermano que lucia completamente serio se arrugó en una mueca.
-Eso es mucho tiempo -susurró por lo bajo el hombre de sonrisa endemoniada.
-Señor Galicia, me gustaría presentarle a algunos de nuestros conocidos en este mundo ¿está interesado? -el señor a mi lado asintió una y otra vez y se puso de pie sin reparar en que yo seguía ahí.
Sin mirar atrás se fue junto a Mryer Hoffman dejándome sola con sus otros dos hermanos.
-Entonces te llamas Calliope -yo asentí en dirección al ojiverde -es un nombre muy feo -dijo sincero y yo reí suavemente ante su sinceridad.
-Nunca me ha gustado -admití hablando por primera vez en la noche.
-Vaya, si pensé en ultima instancia que eras muda y por eso estabas casada con tremendo vejestorio -yo miré hacia el otro hermano borrando mi sonrisa ante sus palabras.
-Cierto ¿Qué hace una chica tan hermosa y joven casada con un hombre como Galicia? No es que esté prejuiciando ni nada de eso, pero es que se me hace difícil saber que hay -Becker rodó los ojos ante las palabras del señor Klein.
-No creo que eso sea de su incumbencia, señor Hoffman -dije tranquila apartando la mirada de ambos para llevarla hacia la mesa.
-Tus ojos son muy bonitos -dijo cambiando de tema y mi rostro se colocó rojo sorprendiéndome en sobre manera.
¡Yo definitivamente no me sonrojaba!
-Gra-gracias -susurré apartando la mirada hacia donde se encontraba mi esposo.
- ¿Y qué música te gusta? -lo escuché cuestionar llamando mi atención.
Un suspiro salió de mis labios mientras lo miraba.
-A el señ... -me detuve al escuchar el error que iba a cometer -mi esposo no soporta mucho el ruido, así que no escucho música, señor -su ceño al igual que el de Becker se frunció y yo me quise dar un golpe en ese momento.
-Eres muy complaciente -susurró sarcásticamente y yo asentí.
-Hago lo que puedo para mantenerlo satisfecho -me encogí de hombros y la risa de Becker me hizo mirarlo sorprendida. Lo hacía de una manera tan irónica.
-No creo que sea muy difícil mantener al viejo satisfecho.
-Oye, no te refieras a él así, estas frente a su esposa -le reprochó Klein y Becker rodó los ojos.
-Si, la esposa florero, te preguntaste que es lo que hace que ella esté junto a Galicia, creo que es obvio, hermano -miró la parte de mi cuerpo visible de arriba abajo -estatus -dijo tranquilo y yo quise reír, porque definitivamente él tenía razón.
-No juzgues sin saber -Klein negó.
-Es más que obvio.
-Lo sea o no está claro que no es algo que les deba importar, él es feliz -tragué saliva sintiendo mis ojos arder -y yo soy feliz, nada más les debe importar.
Dicho esto, me levanté de la mesa y me dirigí al lugar que suponía era el baño, ya que había visto a muchas mujeres dirigirse hasta allá.
Me perdí en el pasillo y caminé hasta la puerta del fondo para abrirla encontrándome a una señora frente al espejo retocando su maquillaje. Yo me paré frente al espejo y mojé mis manos sintiendo un par de lágrimas salir de mis ojos. Así era como todos me veían, como la joven chica interesada que se casaba con un hombre mucho mayor que ella solo por dinero, porque Galicia no era atractivo, si lo fuese no fuera necesario mentir, ya que cualquiera quisiera estar con un señor mayor que se conservara bien.
Pero la sociedad piensa que al ser el viejo y yo joven y según muchos, hermosa, pues él solo tenía una sola cosa que ofrecerme y era dinero.
La señora salió del baño y yo sequé mis manos y mis ojos con papel antes de salir del baño. Al salir casi impacto con un cuerpo frente a la puerta, sino es porque frenaba con rapidez mis pasos.
-Disculpa a mi hermano -dijo Klein sacándome de mi estupefacción.
Lo tenía tan cerca que podía apreciar el olor de su perfume, algo que no sucedía hacía mucho tiempo, ya que Galicia era susceptible a los aromas de perfumes, ya que le hacían estornudar.
-Señor Hoffman -susurré sorprendida.
-Si, uno de ellos -dijo divertido.
Yo sonreí mientras me hacía a un lado para no estar tan cerca.
-No debería estar aquí -puntualicé mirando hacia la entrada que solo daba al baño de las mujeres.
-Lo sé, pero aquí es más cómodo hablar, casi todo el mundo ahí afuera me está mirando -admitió y yo asentí.
- ¿Solo venía a disculpar a alguien que no quiere ser disculpado? -él me dio esa sonrisa endemoniada que me hacía temblar y negó.
- ¿Cuál es tu color favorito? -mi ceño se frunció ante su pregunta.
-Pues me gusta mucho el rojo -dije en un susurro.
Hacía tanto tiempo que alguien no me hacía esa pregunta.
-A mi el gris -dijo como si tuviésemos teniendo una conversación de lo más normal en un parque.
Y esa sola acción hizo que sonriera, porque me hizo sentir en un lugar muy diferente al que me encontraba.
-Yo ya me tengo que ir -dije señalando la salida.
-Bien, te veo en la mesa -yo le di una suave sonrisa y caminé hacia la salida sintiendo su mirada sobre mí.
Al llegar a la mesa observé a mi esposo ya sentado y me senté junto a él. Me acerqué levemente a su oído para susurrarle y que nadie más escuchase.
-Estaba en el baño, lo esperé, pero ya no aguantaba.
Él solo asintió y siguió charlando con el señor Hoffman.
Luego de unos minutos Klein volvió a la mesa sentándose en el mismo lugar que tenía antes. Ni siquiera escuchaba la conversación entre Galicia y Meyer, sino que miraba de soslayo a Klein y en una de esas veces me atrapó observándolo y eso dio paso a una sonrisa descarada que terminé devolviéndole, pero la quité casi de inmediato al darme cuenta de lo que estaba haciendo.
Por Dios, tenía una sonrisa tan atrapante.
Luego de un rato el hombre de ojos azules se levantó y por inercia sus otros dos hermanos lo hicieron también.
-Fue un placer tenerlo aquí hoy -le tendió la mano a mi esposo y este la tomó gustoso estrechándola con fuerza.
-Espero poder hacer negocios con usted pronto -la sonrisa de mi esposo era enorme y continuó estrechando la mano de los demás hombres Hoffman.
-Fue un placer, señora Galicia -Klein me tendió la mano y como en un principio besó el dorso de esta.
Sus otros dos hermanos tomaron mi mano con un apretón calculado que se me hizo frío y distante.
Luego de aquella despedida no volví a ver a aquellos hombres, ni siquiera cuando tuvimos que recorrer todo el lugar para poder llegar a la salida. El frío de la noche azotó mi cuerpo trayéndome de vuelta a la realidad. Disfrutaba muchísimo de los ratos en los que salía, pero al ver el vehículo estacionado frente a nosotros me di cuenta de que ya había acabado.
El recorrido a casa fue silencioso, pues Galicia no decía nada y yo no quería romper el silencio, seguía flotando en aquella nube que había creado el señor Klein Hoffman, su manera de sonreírme, sus labios sobre el dorso de mi mano se sentían recientes y escalofríos viajaban por todo mi cuerpo.
Ese hombre con solo sonreír te hacía querer pecar.