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Eres más que solo noches de insomnio.
-DarknessYFS
Tres días habían pasado después de aquella noche, tres días en los que esos ojos verdes seguían vagando por mi cabeza haciéndome sonreír a cada nada, su sonrisa diabólica y el brillo en sus ojos que te aseguraban diversión y perversidades.
Dejaba a mi mente fantasear sabiendo que nada más pasaría, nada más que sonrisas cómplices y conversaciones afuera de un baño, pues yo era casada, estaba atada al señor Galicia por mucho tiempo, pero eso no evitaba que dejara a mi mente escapar para sentirme por una vez libre.
Eran las cinco de la mañana y como casi todos los días yo estaba en el balcón sintiendo la brisa mover mi rostro de un lado a otro. Llevé la botella de vodka a mis labios y le di un trago largo antes de dejarla en el suelo y levantarme con pasos algo tambaleantes para dirigirme a mi habitación.
Sin ducharme me dejé caer en la cama sintiendo mi cuerpo caer rendido sobre las sábanas.
*:・゚✧ ゚:・*
-Dios mío, señora despierte -abrí mis ojos con lentitud ante el desespero de Evolet.
-Es temprano, déjame -pedí con la lengua aun adormecida.
-Tiene que acompañar al señor a un desayuno, levántese, deprisa -yo solté un risita al caer al suelo por los empujones de la mujer.
Una carcajada estruendosa perturbó el silencio de la habitación y simplemente no me pude contener.
Evolet se acercó hasta mí y me ayudó a levantar para luego arrastrarme hacia el baño y deshacerse de la bata que llevaba dejándome totalmente expuesta.
-No me veas el chikistrikis que tu jefe se enfada -volví a reír mientras la mujer me acercaba a la ducha.
Solté un grito de sorpresa al sentir el agua helada mojando mi cuerpo.
-Avisa -grité intentando salir, pero ella con un brazo me mantuvo en mi lugar y ya acostumbrándome al agua fría limpié mi cuerpo y Evolet cerró la ducha cuando terminé.
-Yo no quiero ir -lloriqueé.
-Pero vas, porque el señor Galicia te necesita ahí, según escuché a los señores con los que se juntaran les gustan socios con vidas familiares ejemplares y tú vas a fingir que no estas borracha hasta las plaquetas y te portarás como una esposa ejemplar -yo asentí cual niña pequeña y me sequé con la toalla para luego cepillar mis dientes.
Una vez terminé fui totalmente desnuda hacia la cama y me senté en ella sintiendo mis ojos pesar. Había dormido solo dos horas y que el alcohol estuviese vagando por mi sistema hacía todo más difícil.
Mi lengua estaba adormecida y la risa de loca se encontraba desesperada por salir de mis labios.
Evolet se posicionó frente a mí y me pasó la ropa interior. Me la coloqué con movimientos perezosos y seguido me coloqué el vestido color caramelo holgado y hasta las rodillas que no me ajustaba en ningún lado. La mujer se encargó de peinarme el cabello a la perfección y de ocultar las tremendas ojeras debajo de mis ojos.
Una vez totalmente lista salí de la habitación con pasos cortos hasta la cocina para tomarme un café bien cargado, pero al final fue el mismo café que Evolet me servía todos los días, uno repleto de alcohol.
Le sonreí cómplice por encima de la taza antes de terminarla por completo. Con pasos cuidadosos caminé hacia la salida y le sonreí a mi esposo abiertamente antes de subirme al vehículo.
En todo el camino miré por la ventana sintiendo mis ojos cerrarse de vez en cuando. El señor Galicia no me dijo ni una sola palabra y supuse que estaba enojado conmigo, y era de esperarse, llegar con una mujer ebria a un desayuno no era muy ético ni elegante.
-Además de apestar a alcohol pareces una muerta viviente con ese rostro tan pálido -yo solté una suave carcajada.
- ¿Cómo quiere que tenga color si no me deja usar labial? -cuestioné y el totalmente impaciente sostuvo mi muñeca con fuerza haciendo que la risa se esfumara.
-Te vas a comportar como una dama y no como una puta de cabaret sino quieres estrenar el ático de esta casa.
Gemí de dolor al sentir la fuerza con la que sostenía mi muñeca y gracias a ello la soltó de golpe intentando disimular su enfado.
Yo mordí mi labio inferior para callar la carcajada que estaba a punto de brotar, con la borrachera que me cargaba tomarme algo enserio era muy difícil.
Al llegar al lugar donde se llevaría a cabo el desayuno Galicia bajó del auto sin siquiera mirarme y como siempre tuve que bajarme sola y con lo ebria que estaba casi caí de bruces al piso.
Sonreí victoriosa al percatarme de que Galicia no me observaba, sino que se encontraba caminando hacia el restaurante.
Con pasos veloces lo alcancé para posicionarme a su lado justo antes de que el camarero le preguntara si tenía reservación. Galicia le explicó quienes nos esperaban y el camarero se ofreció a llevarnos hasta la mesa.
Yo me mantuve en silencio preocupándome más por no caerme mientras me movía a la par de Galicia. Cuando estuvimos frente a la mesa Galicia sostuvo mi mano para comenzar con su teatro del matrimonio perfecto que parecía no convencer a ninguno de los tres hombres, pero que no era del interés de uno de ellos.
-Buenos días -saludó Galicia y yo les di una sonrisa bobalicona que fue correspondida por Klein Hofmann o como yo lo llamaba: sonrisa endemoniada.
-Tomen asiento, es un placer volver a reunirnos con ustedes -aseguró el mayor de los hermanos mientras se ponía de pie para saludar a mi esposo.
-El placer es nuestro -respondió Galicia y fingiendo ser el esposo ideal me ayudó a sentar en el asiento correspondiente junto a él.
Como la anterior vez los tres se encontraban sentados frente a nosotros ambos hermanos junto a Meyer.
-Señora Galicia, está usted radiante hoy -sabía que Meyer lo decía como una burla, porque me veía de todo menos radiante.
-Gracias -susurré y me mordí la lengua para no decir nada más.
Antes de que alguno pudiese decir algo más una chica con uniforme de camarera se posicionó junto a nosotros con una libreta en sus manos lista para recibir la orden.
-Wafles con sirope de chocolate, por favor -pidió Klein.
La chica anotó todo rápidamente y espero a que los demás ordenaran.
-Wafles con crema batida y fresas -la boca se me hizo agua de solo escuchar lo que estaban pidiendo.
-Los míos con miel de maple -él último en pedí fue Becker -y jugo de naranja para los tres.
-Dos tazones de frutas -pidió Galicia secamente, luego me observó de reojo -y un café doble bien cargado.
Yo me encogí en mi lugar y miré hacia la mesa sintiendo todo moverse.
-Supongo que quiere tratar algún otro tema conmigo.
-Sus fábricas están en Asia ¿si firmamos el contrato tendrá que trasladarse hacia allá? -cuestionó Mayer.
Yo levanté la vista al escuchar su voz tan varonil y grave.
-Supone bien, suelo hacer viajes continuos a China para mantener todo en orden -explicó Galicia con fluidez.
-¿Y su esposa viaja con usted? -cuestionó Becker dirigiéndose a mi esposo por primera vez.
-No, ella se queda aquí -ante esa respuesta Klein asintió gustoso.
-Bien -dijo en alto y Galicia dirigió su mirada hacia él.
-¿Bien? -cuestionó cuidadosamente.
-Pues sí, cuando se hacen estos tipos de negociaciones hay que mantener un flujo de información detallado al principio, y no esperará usted que todo se trate a través de una pantalla -Galicia se tensó ante las palabras de Klein y rio suavemente para que pasara desapercibida su incomodidad.
-Mi esposa no se inmiscuye en ninguno de mis negocios -Becker sonrió al escuchar esas palabras.
-Lamentable, según lo que investigué su oficina no tiene más que una secretaria que le ordena el papeleo que tiene que firmar y estoy seguro de que no me quiero reunir con una secretaria para que me explique cosas que fácilmente su esposa puede hacer, ella se ve totalmente capaz de hacerlo -quise reír al notar como lo estaban acorralando y yo ni siquiera tenía idea de por qué.
En ese momento no tenía idea de nada más que no fuese una buena taza de café que me ayudara a bajar el estado de ebriedad en el que me encontraba.
Antes de que Galicia pudiese responder la chica regresó con un carrito con las órdenes de todos y las fue dejando en cada lugar de forma rápida.
Con algo de desagrado miré mi plato con el mismo desayuno de todos los días y dejé salir un suspiro algo cansino. Estaba harta de comer las mismas frutas; piña, banana, melón y sandía. Ni siquiera le ponía fresas o uvas, solo eso.
Yo tomé el tenedor para mover las frutas de forma desinteresada mostrando mi desagrado sin importarme ganarme una zurra después.
Cuando el café fue dejado junto a mi lo tomé aliviada y le di el primer sorbo sin importar que mi lengua se quemara debido a que aun se encontraba caliente y mientras lo hacía miraba el plato de Klein deleitándome con el color oscuro del sirope de chocolate.
-Me disculparé unos segundos, iré al baño -Galicia se levantó de su lugar con una disculpa y se perdió en las demás mesas.
-Hola, dulzura -saludó Klein y Mayer rio irónicamente ante el repentino cambio de su hermano.
-Hola -contesté suavemente devolviéndole la sonrisa que me daba.
-Veo que no te agrada mucho tu desayuno -yo asentí un par de veces.
-Como frutas todos los días de desayuno, ya estoy cansada -sentí la mirada inquisidora de Becker, pero decidí ignorarla.
-¿Quieres? -cuestionó con sus ojos brillando de expectación.
Yo asentí eufórica y no supe si fue por el alcohol que bailaba en mi sistema o por la sonrisa sincera que me dio, solo sé que me incliné en la mesa cuando me tendió el tenedor con un pedazo de su desayuno.
Un gemido de absoluto placer salió de mis labios al probar la deliciosa sustancia de la que me había privado por más de cinco años, la última vez que la probé fue en una fiesta en un acto de total rebeldía hacia Galicia ya que sabía que él no podría hacerme nada delante de las personas.
-Está delicioso -dije en un susurro y miré por el lugar que se había ido Galicia percatándome de que aun no aparecía.
Klein tomó otra porción y la acercó a mi para que yo me inclinaran nuevamente. Una sonrisa enorme brotó de mi labios al sentir nuevamente el sabor del chocolate sobre mi boca.
-Gracias -dije una vez tragué.
-Estas entrando en terreno peligroso -susurró Becker al ver la forma tan intensa en la que Klein me observaba.
Mientras que Mayer solo se dedicó a comer tranquilo su desayuno sin deparar en nuestro pequeño intimo momento.
-¿Dormiste bien? -cuestionó Klein ignorando olímpicamente a su hermano.
-No muy bien, la verdad -susurré.
-Parece una muerta viviente, no había ni necesidad de preguntarlo -se entrometió de forma borde el hermano que parecía odiarme sin siquiera conocerme.
-Como eso no es de tu incumbencia no tiene por qué importarte -él sonrió con fiereza al ver esa faceta que había intentado ocultar durante el tiempo que tenía sentada frente a ellos.
-No estas tan domesticada como aparentas -yo solté un suspiro ignorándolo y justo en ese momento Galicia apreció nuevamente en mi campo de visión por lo que me enderecé en mi lugar.
El resto del desayuno pasó en completo silencio con las palabras de Klein aun vagando en la mente de Galicia, pero luego de un rato el malestar que sentí se volvió insoportable y con una disculpa me levanté de la mesa para dirigirme hacia el baño.
Prácticamente corrí por el pasillo que daba al baño y cuando llegué me adentré en un cubículo para vaciar por completo mi estómago sintiendo el líquido ácido quemarme la garganta.
Cuando estuve completamente segura de que no saldría nada más, salí del cubículo y me acerqué al lavamanos para lavar mi boca ignorando la presencia de Klein en el baño.
-Aparentemente te gustan mucho los baños -susurré sosteniéndome del borde del lavamanos.
-¿Estas embarazada? -cuestionó rápidamente y yo quise reír.
-Estoy borracha -dije sin ningún tipo de tapujos y él sonrió salvajemente.
-Abre la boca -pidió y como la primera vez que me ofreció algo no pude negarme y solo hice lo que me pidió.
Un trozo de algo frío fue dejado en mi boca y sonreí mientras masticaba al sentir el fuerte sabor del chocolate en mi boca.
Klein me dio la vuelta para que quedara frente a él.
-No te asustes -susurró.
En ese momento su mano comenzó a subir por mi costado por debajo del vestido. Un escalofrío me recorrió completa ante su cercanía, su olor y el calor que emanaba su cuerpo.
-¿Qué haces? -cuestioné, pero no recibí respuesta.
Su mano se detuvo en el borde de mi ropa interior y alzó el elástico para entrar por ella algo que estaba recubierto por plástico.
-Es una tabla de chocolate, disfrútala -susurró cerca de mis labios antes de dejar un pico sobre ellos y alejarse completamente de mi para luego salir del baño dejándome completamente estupefacta sintiendo aun su embriagante aroma y el hormigueo que dejaron sus dedos sobre mi piel.
Y ese beso, ese simple roce que me dejó alucinado, que hizo vibrar cada célula de mi piel con esa simple acción.
*:・゚✧ ゚:・*
Al salir del baño me encontré con Galicia poniéndose de pie, por lo que me apuré a alcanzarlo. Klein se encontraba en su lugar como si no hubiese estado conmigo en el baño hacía a penas unos minutos.
-Ya nos vamos -avisó en cuanto me coloqué junto a él -fue un placer desayunar con ustedes y gracias por su tiempo.
Sin siquiera dejarme despedir me tomó de la muñeca y me arrastró fuera del lugar hacia el vehículo que ya nos esperaba en el frente.
Galicia parecía furioso, como si le hubiesen dicho algo que lo enfureció en gran medida. Pero evité preguntar ya que según él nada de eso me incumbía.
-Si ese maldito contrato no fuese tan importante hacia tiempo que los hubiese mandado a la mierda -gruñó frustrado en cuanto se subió al auto -ni siquiera lo hemos firmado y ya tiene cientos de condiciones.
Yo miré por la ventana observando los lugares que pasaban junto a nosotros.
-Tendrás que hacerte cargo de ellos cuando esté en China, claro, si es que esos imbéciles firman el contrato.
Yo asentí una y otra vez absorta en mis pensamientos recordando la sensación fugaz de sus labios sobre los míos y la molestia del plástico en un costado de mi cuerpo. Estaba deseosa por llegar a casa y comer esa barra completa con lentitud disfrutando de cada centímetro de cacao procesado.
Al llegar a casa me fui directo a la habitación y Galicia tomó unos documentos para volver a salir, por lo que me encerré en la habitación que estaba destinada para mi y pegué seguro antes de lanzarme en la cama y colocar la barra debajo de la almohada antes de quedarme completamente dormida por el cansancio que me cargada.
*:・゚✧ ゚:・*
Me removí incómoda al sentir a alguien en mi alrededor observándome. Al abrir los ojos me encontré con una densa oscuridad en la habitación que me dejaba saber que había oscurecido completamente.
Con precaución tanteé la mesita junto a mi hasta que sentí la lampara y pude encenderla logrando que la habitación se bañara de una tenue luz blanca.
-Aparentemente no te has vuelto a levantar -su voz hizo que me colocara alerta y no por él, sino por las personas que podrían verlo.
-¿Qué demonios haces aquí? ¿Estas loco? -cuestioné asustada mientras me levantaba deprisa -si mi esposo te ve aquí...
No pude terminar mi reproche ya que él me interrumpió.
-Tu esposo está muy feliz en un club de stripper del centro -un suspiro de alivio escapó de mis labios, pero no duró mucho.
-Evolet -susurré -los guardias -él sonrió como si lo tuviera todo controlado.
-Me encargué de ellos -dijo tranquilo antes de comenzar a caminar alrededor de la habitación para encender la luz principal.
-¿Qué haces aquí? -cuestioné una vez más.
-Te digo que tu esposo probablemente te esté siendo infiel con una prostituta en estos momento ¿y tu solo me preguntas que hago yo aquí? -yo suspiré sentándome en la orilla de la cama.
-No es nada nuevo -dije con un encogimiento de hombros.
-¿Y lo permites? -cuestionó incrédulo deteniendo su andar por la habitación.
-No es como que me importe mucho -susurré tranquila.
Él sonrió complacido con mi respuesta.
-Bien, eso me facilita las cosas -dijo algo emocionado.
-¿Cómo? -cuestioné algo confundida.
-Vine hasta aquí para hacerte una peculiar propuesta -él retomó sus pasos hasta colocarse frente a mí.
-¿Cuál? -el aliento se me escapó por completo al ver la chispa traviesa y determinada que brillaba en sus ojos.
-Vengo a proponerte que seamos amantes.