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Cuántos besos se quedan en unos ojos que miran una boca.
Mi boca se abrió con incredulidad ante sus palabras.
-Estas loco -solté sin tapujos -irrumpes en mi casa, te adentras en la habitación que cerré con seguro y luego me propones que sea tu amante -las palabras salieron de forma incrédula -no, definitivamente no. No sé que te hizo creer que aceptaría, pero no va a suceder.
-A ver, dulzura, puedo ver la forma en la me ves, como me sonríes, como tu cuerpo ha reaccionado las veces que me has tenido cerca, te quiero ver temblar debajo de mi de la misma forma -yo restregué mi rostro ante sus palabras.
-Que no, estoy casada, no haré esto -él sonrió de formas traviesa.
-Por eso te estoy proponiendo que seamos amantes -yo negué nuevamente y el gruñó en respuesta -bien, comencemos con algo más sencillo ¿quieres ser mi amiga? -esta vez reí por la forma en la que intentaba resolver su metida de pata.
-Klein, son las dos de la mañana y te metiste a mi habitación como si fueses un ladrón, definitivamente no, no quiero nada que te involucre a ti entrando a hurtadillas a mi casa -él suspiró dejándose caer junto a mí.
-La primera vez que te vi no pude quitar mis ojos de ti, me dejaste impresionado -admitió tomando mi mano -sé que esto es una locura, nunca había hecho algo como esto, pero enserio espero que eso te de una señal de lo desesperado que estaba por tenerte cerca de nuevo. Sé que no lo vas a entender, pero lo que siento cuando te veo es algo que me puede -yo miré nuestras manos entrelazadas sintiendo las corrientes que viajaban por todo mi cuerpo.
-Cuando estas cerca siento paz -susurré.
-Yo... necesito tocarte, tenerte cerca, respirar tu mismo aire, sentir tu aliento estremeciendo mi piel, pero tienes esposo y cuando supe que estaba en ese club solo me dije a mi mismo que podías usarme como despecho, pero aparentemente no te importa, así que no tengo más cartas que jugar.
-Solo me has visto dos veces -lo escuché suspirar ante ello.
-Lo sé y estoy más sorprendido que tu por la forma en la que he reaccionado a ti, no suelo sentirme como me siento cuando te tengo cerca, es por eso por lo que estoy aquí, porque no quiero abandonar esa sensación extraña y quiero explorarla más a fondo para entender qué demonios sucede ¿es que acaso tu no sientes nada de eso? -yo solté su mano como si quemara, pero no me alejé.
-La diferencia es que yo si estoy casada, tengo un compromiso con mi esposo, le debo lealtad -Klein rio ante mi pobre argumento.
-Un esposo que no te da nada de lo que quieres darle tu a él, te prometo que nadie se enterará, solo déjame acercarme, si quieres ni siquiera te toco, pero necesito entender esto, no he podido dormir desde el día en que te vi, por mi mente solo pasas tú y tu extraño nombre retumba en mi cabeza como un recordatorio de que mi tranquilidad se fue desde el momento en que te vi.
Su voz sonaba desesperada y cada cosa que dijo hizo que mi pecho se calentara y que mi corazón comenzara a latir con vehemencia ante la emoción.
¿Cuánto tiempo tenía sin tener a alguien tan cerca sin sentirme incómoda? ¿Cuánto tiempo había pasado desde la ultima vez que alguien me había hablado de esa forma?
Él teléfono de Klein sonó rompiendo el silencio que se había creado, él miró la pantalla antes de ponerse de pie.
-Me tengo que ir, tu esposo viene hacia acá -susurró -volveré -aseguró -piénsalo por favor y disculpa por abordarte de esa forma poco convencional.
Luego de ello dejó un beso en mi mejilla y fue hasta la puerta para salir como si estuviese en su casa.
Mi cabeza daba vueltas, la extraña situación me había dejado abrumada, inestable e inexplicablemente sensible en cuanto a lo emocional hablábamos.
Una sonrisa apareció en mi rostro sin que pudiera evitarlo. Estaba claro que no aceptaría la propuesta, yo tenía muchísimo más que perder que ella.
Pero no podía evitar sentirme eufórica, después de todo si podía llegar a interesarle a alguien.
*:・゚✧ ゚:・*
El dolor se extendió por todo mi rostro cuando su mano impactó en mi cara lanzándome al piso. No me levanté, solo me quedé ahí esperando a que el siguiente golpe fuese dirigido hacia mí, pero no pasó. Él solo pasó junto a mí y salió de la casa dando un portazo.
Evolet dirigió una mirada hacia mi antes de darse la vuelta y dirigirse al pasillo que la llevaba hasta su habitación.
Con un suspiro de cansancio me levanté del piso y fui directo a la cocina para tomar una bolsa de verduras para colocarla en mi mejilla. El golpe no fue muy fuerte, pero el recuerdo de las palabras de Klein vinieron a mi cabeza y me hicieron replantearme todo lo que hacía cada vez que una situación como esta me sucedía.
Por lo general tomaba una botella de alcohol y me iba hacia el balcón hasta que los rayos del sol se asomaran, ahora me ponía hielo porque no quería que él me encontrara fea.
Definitivamente mis prioridades estaban cambiando y eso no era nada bueno en ningún sentido.
Luego de media hora sentada en el taburete de la cocina dejé la bolsa sobre la isla y fui hasta mi habitación dando pasos lentos. El vestido que llevaba arrastraba hasta el piso, pero era suelto y muy cómodo, por lo que no me había molestado en cambiarlo.
Las luces del pasillo se encontraban totalmente apagadas, pero la luz de mi habitación estaba encendida y lo supe por la luz que sobresalía por la ranura de la puerta.
Con el corazón latiendo a velocidades incontrolable me acerqué a la puerta y la abrí lentamente para observar a Klein sentado en mi cama recostado del espaldar y las piernas extendidas.
Ese día solo llevaba una remera gris y unos jeans negros que entallaban todo su cuerpo y que me dejaron ver por primera vez la piel de sus brazos cubierta por tinta negra.
Él tenía tatuajes y me pregunté si no podía ser más perfecto.
-Hola -saludé suavemente acercándome a la cama.
-Hola, hermosa -contestó de la misma forma.
-No creí que realmente volvieras -él sonrió de esa forma en la que solo él sabía hacerlo.
-Todo lo que dije ayer fue enserio y vine por una respuesta -yo me senté en la esquina más alejada de él.
-Podemos ser amigos -susurré y su sonrisa se hizo más grande.
-¿Te gustó el chocolate? -cuestionó con un brillo en sus ojos.
Yo asentí una y otra vez recordando el sabor de aquella barra.
-Gracias por ello -él hizo un ademán restándole importancia.
-¿Qué te pasó en la mejilla? -preguntó entrecerrando sus ojos para ver mejor.
-Me golpeé con la puerta esta tarde -dije intentando no parecer nerviosa.
-¿Es enserio? -cuestionó sin poder creérselo.
-¿Qué se supone que hacen los amigos? -cuestioné cambiando de tema.
Él levanto su mano indicándome que me acercara y así lo hice.
Me arrastré por la cama hasta que me coloqué junto a él. Su brazo me rodeó para acercarme a su pecho y me dejó levemente sobre él. Su rostro se acercó al mío para dejar un beso en mi frente.
-Se besan aquí -susurró.
Luego descendió hasta una de mis mejillas y la besó con suavidad.
-Aquí también -continuó.
Luego su rostro estuvo frente al mío y acarició su nariz con la mía antes de juntar nuestras frentes y soltar un suspiro.
-Y se hacen preguntas para conocer más uno del otro -finalizó alejándose de mi rostro como si le pesara.
-¿Cómo cuando me preguntaste cual era mi color favorito? -él asintió con una sonrisa y yo le di una de boca cerrada.
-Si, recuerdo que dijiste que tu color favorito era el rojo.
Yo asentí una y otra vez emocionada porque lo recordara.
Esa noche fue la mejor que tuve en años y por primera vez no me trasnoché por el alcohol, sino por la buena compañía que tenía junto a mí.
Todo fue especial, desde la forma tan intima en la que estábamos uno junto al otro hasta las sensaciones que envolvían mi cuerpo cada vez que su piel rozaba la mía.
Klein era perfecto, desde las cosas que decía hasta las que hacía.
Me respetó de todas las formas posible e hizo todo lo posible para que me sintiera cómoda y eso solo hizo que las sensaciones se esparcieran por todo mi ser de forma perpetua.
*:・゚✧ ゚:・*
Su respiración era pausada y superficial, cosa que me hizo saber que se había dormido, por lo que me levanté de la cama con movimientos lentos y salí de la habitación totalmente desnuda sintiendo un leve ardor en mi zona más íntima.
Habían pasado dos días desde la última vez que Klein había irrumpido en mi casa, sabía que no volvería hasta dentro de unos días, pues estaba de viaje. Por ese hecho salí al pasillo sin importarme mi desnudez e ingresé a mi habitación para tomar una ducha.
Al entrar estuve a punto de soltar un grito, pero lo retuve en mi garganta y cubrí mi cuerpo como reflejo en las partes más íntimas.
-Diablos -lo escuché susurrar antes de darse la vuelta permitiéndome pasar detrás de él sin que su mirada me escrutara.
Cuando entré en el baño cerré la puerta detrás de mi y me metí a la ducha porque definitivamente no podía soportar otro segundo sin lavar mi cuerpo.
Haciendo el procedimiento lo más rápido posible sequé mi cuerpo y me coloqué una piyama de pantalón por las rodillas y remera de algodón de mangas largas.
En cuanto terminé di un par de respiraciones antes de salir hacia la habitación y de solo verlo mi rostro enrojeció por completo.
-¿Qué haces aquí? -cuestioné intentando no parecer afectada por su presencia.
-No lo sé -dijo con un suspiro cansino.
Una de mis cejas se levantó con incredulidad.
-¿No lo sabes? -él negó y se sentó en la cama derrotado.
-Esto es raro, demasiado, pero no sé qué me trajo hasta aquí exactamente -pasó sus manos por su cabello alborotándolo de una forma que me hizo temblar -Klein se ha pasado los días hablando de lo genial que fue estar aquí contigo y el hecho de que tengo días sin verte han hecho que no pare de pensar en ti, sí, eres casada, pero eso no evita que mi mente te proyecte de todas las formas posibles a mi lado -él negó desesperado -no he podido dormir absolutamente nada desde el día en que te vi, pues solo tu pasas por mi cabeza cuando cierro los ojos.
Yo me quedé de piedra frente a él al escuchar cada cosa que salía de su boca. De cierta forma era similar a lo que Klein me dijo la primera noche que irrumpió en mi habitación, pero la desesperación con la que su hermano hablaba me dejaba saber que prácticamente se estaba volviendo loco al no entender la situación.
-Estaba desesperado y supuse que tú podrías darme la calma que necesitaba -yo dejé mi posición defensiva al percatarme de las ojeras debajo de sus ojos.
-No creo que esto...
-Solo diez minutos, Calliope, sé que es raro, incomodo hasta cierto punto, pero no sabes las horribles noches que he pasado, ni siquiera sé por qué mi mente no puede dejar de imaginarte, intenté todo, pero siempre estas tu ahí y supuse que si te tenía cerca no había necesidad de imaginarte -él suspiró antes de restregar su rostro -sí, esto debe ser incomodo para ti, lo siento.
Él se levantó de la cama y con pasos decididos se acercó a la puerta, pero yo lo tomé de una de sus muñecas cubierta por el suéter azul marino que llevaba.
-No tienes que irte, puedo ayudarte -susurré sintiendo chispas recorrer todo mi cuerpo por el contacto leve que estábamos teniendo.
Él como si le hubiese dado luz verde se acercó por completo a mí y envolvió mi cuerpo con sus brazos haciendo que me derritiera como mantequilla cerca del fuego.
Mi corazón latía con velocidad por nuestra cercanía y sentía un alivio inexplicable, como si hubiese estado desnuda todo este tiempo y sus brazos fuesen la ropa que me vestían por primera vez en mi vida.