Beltza
img img Beltza img Capítulo 3 Dos
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Capítulo 14 Trece img
Capítulo 15 Catorce img
Capítulo 16 Quince img
Capítulo 17 Dieciséis img
Capítulo 18 Diecisiete img
Capítulo 19 Dieciocho img
Capítulo 20 Diecinueve img
Capítulo 21 Veinte img
Capítulo 22 Veintiuno img
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Capítulo 30 Veintinueve img
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Capítulo 3 Dos

Cuando mis ojos se abrieron se encontraron con un techo de color azul cielo.

Extrañada por lo que veía me incorporé y sentí una punzada de dolor en mi abdomen que me devolvió los recuerdos de todo lo que había sucedido.

Probablemente había estado en manos de un asesino en serie hasta que uno de los hermanos Fire se hizo cargo de él.

Inevitablemente recordé el agujero de bala en la frente del hombre y me estremecí. Recordé la sangre caliente salpicando contra mi piel, las heridas que me había provocado. Recordé absolutamente todo llenándome de pánico al recordar la aguja en mi cuello que me quitó mi consciencia.

Al incorporarme completamente recorrí el lugar con una mirada superficial que me dejó en claro que a alguien aquí le gustaba el negro, pues todas las paredes eran negras. Solo que la alfombra y las sábanas combinaba con el color suave del techo.

Una leve luz proveniente de las lámparas en las mesitas iluminaba el lugar permitiendo que viera todo en la primera pasada. Y luego de ver en dónde estaba me concentré en cómo estaba yo.

Observé la camiseta negra sobre mi cuerpo y suspiré asustada. Alguien me había despojado de mi ropa. La vergüenza me recorrió al pensar en que alguien me vio desnuda. Pero había estado herida, por lo que era algo que tenía que hacerse.

Algo asustada por lo que encontraría me levanté la camiseta y descubrí un bóxer negro. Mientras más subía más se notaba el parche en mi abdomen y aparentemente no era grave, pues solo se sentía una punzada dolorosa, pero nada que no pudiera soportar.

Suspirando aliviada continué hacia mi hombro y empujé el amplio cuello de la camiseta por mi hombro hasta que pude ver el otro parche ubicado en esa zona.

Tampoco dolía tanto, pero las punzadas en esa porción de mi cuerpo evitaban que lo olvidara.

Empujando la prenda de vuelta a su lugar me pregunté en dónde estaría. Esos dos últimos hombres que habían entrado al callejón no los conocía de nada, pero supuse que eran soldados del hermano Fire que había salvado mi vida.

Con movimientos suaves empujé mi cuerpo fuera de la cama hasta que pude quedar sentada en la orilla.

Mi cuerpo estaba limpio y mi cabello negro y extremadamente largo se encontraba suelto y caía por mi espalda y sobre mis hombros como una cascada.

Tragándome el gemido de dolor me levanté sobre mis pies sintiendo la afelpada alfombra debajo de mis pies.

Al mirarlos me encontré con unas uñas quebradas y poco cuidadas, luego miré las de mis manos que estaban en igual condiciones y no pude evitar llevar una de mis manos hacia mi boca para comenzar a cortar los extremos disparejos mientras me acercaba a la puerta que suponía que daba al pasillo, pues la otra estaba entreabierta y daba hacia lo que parecía ser un baño.

No me interesaba explorar. Solo quería saber en dónde estaba realmente y poder tomar mis cosas e irme de este lugar.

Al salir al pasillo me encontré con paredes grises decoradas con lujosos cuadros de marcos dorados y repisas en el pasillo. Lámparas que colgaban del techo de color negro y que eran igual de doradas creando un lugar que lucía realmente opulento.

Los colores no eran tan comunes, pero ciertamente eran perfectos juntos.

Con pasos temblorosos mis pies hicieron contacto con la fría cerámica negra y comencé mi caminata hacia dónde se veía la salida del pasillo, pues del otro lado solo había una puerta doble al final.

Pasando saliva me apresuré hasta el final encontrándome con una enorme y hermosa escalera con el mismo color de mármol y barandales dorados que fácilmente podrían estar hechos de oro.

Un candelabro enorme y pomposo colgaba en el centro iluminando todo y mientras descendía podía escuchar voces en algún lado del lugar.

El eco ayudaba bastante a encontrar su ubicación, por lo que terminé moviéndome hacia una sala en dónde se encontraba un enorme ventanal que daba a un patio oscuro iluminado solo por unas cuantas luces.

Tres figuras estaban de pie en el marco de la ventana corrida de espaldas a mí. El humo escapaba de ellos y pude notar cigarrillos en algunas manos desde mi posición.

Ellos no me habían escuchado y me pregunté sin era buena idea alertarlos, pero si estaba donde creía que estaba, lo mejor era dejarles saber que estaba despierta.

Porque escapar no sería una opción y de lograrlo ellos sabrían quien era y me buscarían. No quería aumentar los problemas que ya tenía, por lo que di un par de pasos hasta estar un poco más cerca.

-¿Hola? -el sonido tembloroso parecía no ser mío, pero si lo era.

El miedo me envolvía como una capa gruesa que evitaba que mis instintos despertara. Yo no era así; callada, temerosa. Al menos no durante los últimos años de mi vida.

Había sobrevivido durante tres largos años en las calles. Había pasado frío, luchado con personas en las mismas condiciones que yo para poder mantener mis pocas posesiones, había hecho cosas degradantes para sobrevivir y nunca me había comportado como una debilucha.

No había llorado ni una sola vez después de mi primera semana en las calles. No había llorado hasta el momento en el que creí que moriría.

Pero aquí estaba, hecha un manojo de nervios por estar ante estos hombres.

Pero no era infundado mi miedo.

La forma en la que los demás los llamaban provenía de algún lado y eso se había originado cuando ellos comenzaron a ascender en este desastroso mundo.

En algún momento ellos fueron como yo. Personas despojados de sus derechos, personas a las que la sociedad y el sistema de mierda de este país los aisló y se olvidó de ellos. Pero a diferencia de mí ellos encontraron la forma de salir adelante.

Se abrieron paso con fuego y sangre y esa frase nunca había significado tanto como cuando los describía a ellos.

Quemaron hasta las cenizas a cada persona que se atrevía a enfrentarlos. Incendiaron edificios de las personas que los retaban. El fuego era su mayor arma y según había escuchado el quemar a sus víctimas vivas era lo que les había dado el apodo de los hermanos Fire.

Los tres se dieron la vuelta a la vez y me volví mantequilla al tenerlos de frente mirándome profundamente.

Ellos tenían rasgos muy similares. Los tres poseían ojos azules al igual que cabellos totalmente negros. Un negro tan oscuro que parecía pintado con carbón.

Sus rostros tenían similitudes como sus mandíbulas cuadradas, sus narices perfiladas y sus cejas tupidas, pero hasta ahí llegaban sus semejanzas.

Los tres poseían un tono de azul muy diferente uno del otro, sus cuerpos cubiertos por camisetas de color negro dejaban ver diferentes grados de musculatura, aunque los tres eran fuertes y los tatuajes eran muy diferentes uno del otro. Estos cubrían sus cuellos, sus brazos y probablemente más partes de su cuerpo, pero no era algo que me molestaría en pensar.

-Oh, muñequita, has despertado.

Él era el menor de los tres. Su personalidad era relajada, muy divertida y bromista, pero sabía que eso solo era una fachada, según había escuchado era el más sádico de los tres hermanos. Por lo que su apodo solo me envolvió en una capa doble de miedo.

-Lo... lo siento ¿Qué hago aquí? -mi voz sonó temblorosa, dudosa y muy, muy baja, pero sabía que me habían escuchado.

-Estabas herida, así que te trajeron aquí para curarte y que no te murieras en un contén.

Sus palabras me erizaron la piel, pero su sonrisa nunca desapareció de sus labios. Incluso cuando le dio una calada a su cigarrillo la sonrisa permaneció en su rostro.

-Creo que ya puedo irme -mi dedos se restregaron unos a otros delante de mí regazo y agradecí que la camiseta fuera lo suficientemente larga para cubrir mis muslos.

-Yo creo que no -el del medio dijo esas palabras de forma tan tranquila, pero algo en su tono me envolvió de una forma que no esperaba -estuviste a punto de ser la victima de un asesino en serie, relájate, Cupcake.

Jadeé al confirmar lo que había estado pensado y sacudí mi cabeza cuando las imágenes invadieron mi mente. Inevitablemente me imaginé el escenario que él había creado para mí mientras me tenía aprisionada contra la pared y parpadeé rápidamente para alejar las lágrimas.

Habría sido una muerte tan dolorosa y lenta.

Mi piel se erizaba de solo imaginar lo desesperada que estaría por morir. Amaba estar viva, aunque el mundo me pateara constantemente. Por lo que la primera forma en la que él me habría hecho añicos, sería odiando estar viva y deseando que me llegara la muerte más temprano que tarde.

-Jesús -una mano se elevó a mi cabello y lo aparté de mi rostro mientras levantaba la mirada para encontrarlos mirándome mientras terminaban sus cigarrillos.

-Necesito irme -advertí mientras retrocedía lentamente.

El que me había llamado Muñequita lanzó el cigarrillo hacia afuera sin importarle si se apagaba y comenzó a caminar en mi dirección llegando a mi en dos zancadas antes de que pudiera alejarme más.

-Estás herida, vives en la calle y solo provocarás que esa herida se te infecte si vuelves a pasar años sin darte una ducha.

Eso era una mentira, no estaba tan sucia. Bueno, había estado sin ducharme el mismo tiempo que ese hombre llevaba persiguiéndome. Estar vulnerable de esa forma no era una opción, pero había estado higienizándome lo mejor que podía, aunque eso realmente no era del todo suficiente.

-No pasé años sin ducharme -fue lo único que pude decir.

-Oh cariño, saqué la mugre de tu cuerpo, parecía agua de alcantarilla cuando terminé con tu cabello.

Lentamente pestañeé las lágrimas y miré al suelo sin poder gesticular palabra.

-Déjala, Death.

Death bufó y se alejó de mi un par de pasos mientras me escaneaba completamente.

Entonces sus palabras cayeron sobre mí como agua helada y mis mejillas se tornaron absolutamente rojas.

Él me había visto desnuda. Jesús, no.

Mi mirada rehuyó de la suya, sin embargo, la llevé hacia el hombre que lo había alejado de mí, al mismo que había asesinado al hombre que estuvo a punto de mutilarme.

El hermano mayor de los Fire.

Y su mirada estaba tan profundamente puesta en mí que fue imposible no revolverme incómoda mientras trataba de descifrar cuales serían sus siguientes palabras.

-No se va a ir -el de en medio miró hacia su hermano mayor, pero él continuó con su mirada puesta en mí, probablemente tratando de decidir que haría conmigo.

-Quiero jugar con ella, no puedes quitármela.

Con el ceño fruncido miré hacia Death.

-No soy un maldito juguete -él negó con una sonrisa.

-Nop, eres una bonita muñequita. Por eso quiero jugar contigo.

-Bien, se queda.

Y sabía que por más que quisiera pelear contra esa decisión no podría. Después de todo solo era una sin hogar y ellos eran los hermanos Fire, los hombres que controlaban la jodida ciudad.

            
            

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