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El reloj marcaba las siete de la mañana cuando Natalia entró en la cafetería donde trabajaba. El aire olía a café recién hecho y pan recién horneado, pero aquella mañana no tenía hambre ni energía. Pasó toda la noche en vela, leyendo una y otra vez aquella carta que había cambiado su vida para siempre.
-¡Natalia! ¿Otra vez sin dormir? -preguntó Diana, su compañera de trabajo, mientras le servía un espresso en un vaso desechable.
-Algo así -respondió Natalia, frotándose los ojos.
No podía compartir lo que había descubierto. Aún no sabía cómo procesarlo, mucho menos explicarlo. Solo una idea se repetía en su mente como un mantra: tenía que encontrar la forma de acercarse a Esteban Montalvo.
Pero ¿cómo? No podía aparecer de la nada y exigir respuestas. Un hombre como él, rodeado de abogados y seguridad, no permitiría que cualquier desconocido se presentara reclamando ser su hija.
Si quería venganza, debía jugar sucio.
Esa tarde, en su descanso, Natalia caminó hasta un cibercafé. Se sentó frente a una de las computadoras y tecleó el nombre de Esteban Montalvo en el buscador. Decenas de noticias y artículos aparecieron al instante.
"Esteban Montalvo, el magnate del siglo."
"Grupo Montalvo expande sus negocios a Europa."
"La misteriosa vida privada del hombre más poderoso del país."
Ninguno de esos titulares le interesaba. Deslizó la pantalla hasta encontrar información sobre su empresa.
Grupo Montalvo tenía cientos de divisiones, desde bienes raíces hasta tecnología. Pero el pilar principal de su imperio era Montalvo Corp, una de las compañías financieras más importantes del país.
Ahí era donde debía entrar.
Ingresó al portal oficial y buscó la sección de empleos. Para su sorpresa, había vacantes abiertas. Entre ellas, un puesto de asistente en el departamento de relaciones públicas. No era exactamente lo que ella buscaba, pero era su mejor oportunidad de entrar sin levantar sospechas.
Sacó su currículum, un documento modesto con experiencia en atención al cliente y administración básica, y lo editó con las habilidades que sabía que podrían interesarles. Luego, sin dudarlo, envió su postulación.
-El primer paso está dado -susurró para sí misma.
Tres días después, Natalia recibió un correo.
"Estimada Natalia Guerra,
Nos complace informarle que ha sido seleccionada para una entrevista en Montalvo Corp. La esperamos el lunes a las 9:00 a. m."
El corazón le dio un vuelco.
No era solo una entrevista. Era su entrada al mundo de Esteban Montalvo.
El lunes por la mañana, Natalia se paró frente al rascacielos donde se encontraba la sede de Montalvo Corp. El edificio se alzaba majestuoso sobre la ciudad, con sus ventanales de vidrio reflejando el cielo. Gente de traje entraba y salía con pasos apresurados.
Respiró hondo y avanzó con determinación.
Al entrar, se encontró con un lujoso vestíbulo de mármol, con una enorme pantalla mostrando datos financieros en tiempo real. Una recepcionista la recibió con una sonrisa cortés.
-Buenos días. Tengo una entrevista para el puesto de asistente de relaciones públicas -informó, tratando de sonar segura.
La mujer tecleó en su computadora y asintió.
-Perfecto, señorita Guerra. Tome el ascensor al piso 25.
Natalia agradeció y caminó hasta el ascensor. Cuando las puertas se cerraron, su reflejo en el espejo le devolvió la mirada. Había cambiado su apariencia ligeramente, alisando su cabello oscuro y usando un maquillaje discreto. Su atuendo era formal, una blusa blanca y una falda lápiz negra, muy distinta a la ropa sencilla a la que estaba acostumbrada.
El ascensor se abrió y entró en una sala de espera elegante. Otras tres personas estaban sentadas, esperando su turno. Todos se veían profesionales, con currículums impecables en sus manos.
Minutos después, una mujer de cabello castaño recogido en un moño entró en la sala con una carpeta en las manos.
-Natalia Guerra -llamó.
Natalia se puso de pie y la siguió hasta una oficina donde la esperaba un hombre de unos cuarenta años, con gafas y traje oscuro.
-Soy Matías Ríos, director de relaciones públicas -se presentó el hombre, estrechándole la mano.
-Un placer -respondió Natalia con firmeza.
Matías hojeó su currículum y comenzó con las preguntas básicas. Natalia respondió con seguridad, destacando su experiencia en servicio al cliente y su habilidad para adaptarse a diferentes situaciones.
-Veo que no tienes experiencia en grandes empresas -comentó Matías.
Natalia lo miró con determinación.
-Tal vez no, pero aprendo rápido. Y sé cómo tratar con las personas, cómo entender lo que quieren. Creo que eso es lo más importante en relaciones públicas.
Matías sonrió, satisfecho con su respuesta.
-Me gusta tu actitud.
Después de unos minutos más de preguntas, Matías se puso de pie.
-Bien, Natalia. Bienvenida a Montalvo Corp. Empiezas mañana.
Natalia sintió una oleada de adrenalina.
Había logrado entrar.
Su plan apenas comenzaba.