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Valentina
Nicola seguía embistiendo con una fuerza casi desmedida, y cada golpe de su cuerpo contra el mío enviaba oleadas de placer por todo mi ser.
Sentía cada centímetro de él llenándome, estirándome, y el calor que se acumulaba en mi vientre crecía sin parar.
Mi respiración era entrecortada, y apenas podía controlar los gemidos que salían de
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