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Valentina
Sentí sus manos recorriendo mi espalda, suavemente, pero con una firmeza que me dejaba sin aliento.
No era el toque de alguien que buscaba consolarme, era el toque de alguien que sabía que tenía todo el poder. Su control sobre mí no era solo en la fuerza, si no la certeza de que ya me estaba rindiendo emocionalmente.
-Relájate, -ordenó
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