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Entonces lo sintió: el artefacto en su bolsillo comenzó a vibrar y a emitir un suave resplandor azulado, cada vez más intenso. Laura ya había aprendido su primera lección sobre Epsilon: cuando el dispositivo decidía que era hora de partir, tenía aproximadamente treinta segundos antes del salto. La vibración era su única advertencia, su única oportunidad de prepararse para el viaje.
El mundo se desdibujó en una espiral de luz y color, y cuando volvió a abrir los ojos, estaba de nuevo en su apartamento, exactamente en el mismo lugar donde había comenzado su viaje. El reloj de la pared marcaba las 9:17 AM, apenas cinco minutos después de su partida. Era desconcertante pensar que todo lo que había vivido -que se había sentido como días enteros- hubiera ocupado apenas unos minutos en su realidad.
Laura se dirigió a su habitación y se dejó caer en la cama, su mente un torbellino de pensamientos y emociones. El techo familiar de su cuarto se convirtió en un lienzo donde proyectaba los recuerdos de su aventura.
-Días enteros en ese mundo... y aquí apenas han pasado minutos -murmuró para sí misma, girándose de lado y abrazando su almohada-. Y ese Alejandro...
Cerró los ojos, evocando la imagen del líder rebelde. Era fascinante cómo siendo la misma persona, era tan diferente del Alejandro que ella conocía. Su Alejandro nunca habría liderado una revolución; siempre había preferido mantener un perfil bajo, evitar los conflictos. Pero este... este tenía una intensidad magnética, una determinación que la había cautivado.
Laura se incorporó y tomó su diario de la mesita de noche. Si iba a vivir estas experiencias extraordinarias, al menos podría documentarlas. Con letra cuidadosa, escribió el encabezado: "Primer salto - Mundo subterráneo". Debajo, anotó los detalles temporales que aún la desconcertaban: apenas cinco minutos habían transcurrido en su realidad, mientras que en aquel mundo subterráneo había vivido aproximadamente tres días.
Sus dedos se movieron casi automáticamente mientras plasmaba sus observaciones sobre esta nueva versión de Alejandro. Este líder rebelde era diferente, pensó mientras escribía: mucho más decidido y valiente que el Alejandro que ella conocía. Una sonrisa se dibujó en sus labios al recordar que, a pesar de todo, conservaba ese gesto tan característico, esa sonrisa torcida que aparecía cuando estaba nervioso. Sus ojos se detuvieron en la siguiente anotación sobre la cicatriz en su ceja izquierda, y no pudo evitar preguntarse si había sido producto de un accidente o una batalla.
Continuó escribiendo, notando cómo algunos gestos permanecían idénticos a los de su Alejandro original, como si fueran parte fundamental de su esencia a través de todas las realidades. Pero había algo que la inquietaba profundamente, algo que la hizo detenerse y morder la punta de su bolígrafo antes de escribir la última observación: ¿cómo había sabido lo del café sin azúcar? Esta pregunta la perturbaba más que cualquier otra cosa que hubiera experimentado en aquel mundo subterráneo.
Se detuvo en este último punto, mordisqueando su bolígrafo. Era inquietante. ¿Cómo podía este Alejandro recordar una conversación de su realidad? ¿Era una coincidencia? ¿O había algo más profundo conectando todas estas versiones de él?
-Y luego está el asunto de Epsilon -reflexionó en voz alta, observando el artefacto que ahora descansaba en su mesita de noche, inocente como una joya común-. ¿Por qué yo? ¿Por qué ahora?
La nota seguía en su bolsillo: "Para quien necesite un nuevo destino". La caligrafía le provocaba una sensación extraña, como un déjà vu que no lograba precisar. Volvió a su diario, donde comenzó a plasmar todas las preguntas que bullían en su mente.
Sus dedos se movieron rápidamente mientras escribía, dejando fluir todas sus dudas: quién había enviado Epsilon y por qué. La cuestión del tiempo la desconcertaba especialmente; no lograba comprender cómo cada salto podía durar días enteros allá mientras aquí transcurrían solo minutos. Se detuvo un momento, pensativa, antes de añadir la pregunta sobre los otros Alejandros: ¿serían conscientes de las otras realidades? Y finalmente, la duda que más le pesaba: si había un verdadero propósito detrás de todo esto o si simplemente era el destino jugando con ella.
Laura cerró el diario con un suspiro que parecía llevarse el peso de todo lo que había ocurrido en esas últimas horas. La suave tela de su edredón le abrazaba mientras se acurrucaba en la cama, su santuario en medio de un caos que apenas estaba empezando a comprender. La lámpara de la mesita emitía una luz cálida y tenue, proyectando sombras danzantes en las paredes, pero su mirada no estaba puesta en nada de eso. En lugar de descansar, sus pensamientos corrían en círculos, como un carrusel al que alguien había olvidado apagar.
A su lado, el artefacto descansaba sobre la mesita de noche, brillando con ese resplandor iridiscente que parecía tener vida propia. Laura no podía decidir si le reconfortaba o le inquietaba. Cada pocos segundos, el objeto parpadeaba, como si estuviera respirando. O, peor aún, como si la estuviera observando.
-Así que aquí estamos tú y yo otra vez, Epsilon -murmuró, su voz cargada de una mezcla de sarcasmo y cansancio. Su sonrisa, aunque pequeña, tenía un toque resignado, como si acabara de aceptar que estaba destinada a compartir sus noches con un objeto alienígena con complejo de protagonista misterioso.
Se giró en la cama, enterrando el rostro en la almohada por un momento, pero no pudo resistir la tentación de mirarlo de nuevo. El brillo del artefacto parecía cambiar sutilmente, adaptándose a la penumbra de la habitación. Era casi... coqueto, como si le estuviera diciendo: "Sabes que no puedes ignorarme por mucho tiempo".
-¿Qué otros secretos me estás ocultando, eh? -dijo en un susurro, con un tono burlón pero también intrigado.
Por un instante, el artefacto pareció reaccionar, su brillo pulsando un poco más fuerte. Laura soltó una risa nerviosa, medio convencida de que estaba perdiendo la cabeza.
-Perfecto, ahora hablo con tecnología extraterrestre -murmuró, rodando los ojos-. Esto no puede ser más raro... ¿o sí?
Y entonces, como si su mente decidiera añadirle un toque de dramatismo al momento, sus pensamientos volvieron a Alejandro. Bueno, a los "Alejandros". Su ex, con su expresión de eterno escepticismo, y el Alejandro de aquel mundo extraño, con su cicatriz y su intensidad. Ambos eran versiones tan diferentes, y sin embargo, había algo en común que no podía sacarse de la cabeza.
-¿Y qué otras versiones de ti me esperan ahí fuera? -dijo en voz baja, con una mezcla de curiosidad y un extraño anhelo que no quería admitir ni ante sí misma.
Se abrazó las rodillas, sintiendo cómo la incertidumbre le daba un vuelco en el estómago. Había algo reconfortante en estar de vuelta en su cama, en su pequeño espacio seguro, donde el caos del mundo exterior parecía quedarse al otro lado de la puerta. Pero también estaba ese susurro constante en su mente: esto era solo el principio.
La idea era aterradora y emocionante a partes iguales. ¿Y si había más mundos? ¿Más posibilidades? ¿Más versiones de sí misma por descubrir?
El artefacto destelló una vez más, como si le guiñara un ojo en complicidad. Laura le devolvió la mirada y dejó escapar un suspiro resignado.
-Bueno, Epsilon, si vamos a seguir con esta locura, al menos avísame la próxima vez que me vayas a teletransportar. Mis jeans no están diseñados para salvar el mundo -dijo, soltando una carcajada suave que llenó la habitación con una extraña calidez.