Capítulo 10 DESPUÉS DE TODO LO QUE PASÓ

-Esto no se va a quedar así, Jason -dijo con una voz baja y amenazante, sin apartar la mirada de mí. Luego, dirigió una última mirada llena de desprecio hacia Alejandra, antes de salir de la habitación dando un portazo.

Alejandra, aún en la cama, se abrazó a sí misma, con la mirada perdida en la puerta cerrada. El silencio que quedó tras la partida de Alicia era denso, pesado. Me giré hacia Alejandra, quien seguía sentada en la cama, abrazándose a la sábana. Su mirada estaba fija en la puerta, con una expresión de tristeza que me partió el corazón. Me acerqué lentamente, sintiéndome culpable por haberla metido en esta situación.

-Alejandra... -comencé, con la voz suave-. Lo siento mucho. De verdad. Alicia... ella...

Suspiré, buscando las palabras correctas para explicar la profunda conexión que nos unía.

-Alicia, Eduardo y yo... nos conocemos desde que éramos niños. Crecimos juntos, compartimos todo. Somos como hermanos. Hemos pasado por muchas cosas juntos, buenos y malos momentos. Y aunque cada uno tenga sus propias relaciones, nunca... nunca nos habíamos dejado solos. Creo que ella se sintió... abandonada.

Hice una pausa, intentando ordenar mis pensamientos.

-Ella no está acostumbrada a esto. A que uno de nosotros... esté con alguien más de esta manera. Nunca la hemos dejado de lado por nadie. Y ver esto... la hizo sentir sola, creo. Y... lo de Eduardo tampoco ayuda.

Alejandra me miró con comprensión.

-Está bien -dijo con voz suave-. Entiendo. Pero... no me gustó cómo me habló.

Bajó la mirada por un instante, antes de volver a mirarme con una pequeña sonrisa.

-Pero... -continuó, con un brillo en los ojos que me hizo sentir un vuelco en el corazón-, me gustó que le dijeras que te gusto.

Una suave sonrisa se dibujó en mis labios. Me acerqué un poco más a ella, con cuidado.

-Es verdad -dije, con sinceridad-. Me gustas mucho, Alejandra.

Alejandra extendió una mano y acarició suavemente mi mejilla. Su tacto era cálido y suave, y me hizo sentir una agradable corriente eléctrica recorrer el cuerpo.

-A mí también me gustas, Jason -susurró, con una voz dulce y tierna.

Me incliné y la besé suavemente. Fue un beso lento y dulce, lleno de ternura y comprensión. Un beso que sellaba una tregua, un nuevo comienzo, un intento de dejar atrás la tensión y el drama que Alicia había traído consigo. El ambiente en la habitación se relajó por completo, dejando atrás la tensión de hacía unos minutos. La calidez de su tacto y la sinceridad en su mirada me transmitieron una tranquilidad que necesitaba. Por un momento, solo existíamos nosotros dos, en ese pequeño espacio de calma en medio de la tormenta.

Después de un momento de silencio cómodo, Alejandra suspiró y cambió su expresión a una más seria.

-Jason... hay algo que quiero decirte. Algo importante.

Me tensé ligeramente. Su tono de voz había cambiado, y sentí que la tranquilidad del momento comenzaba a desvanecerse.

-Dime -dije, con cautela.

-Quiero que seamos sinceros el uno con el otro -comenzó Alejandra, mirando hacia un punto fijo en la pared-. Creo que es importante que no haya secretos entre nosotros.

-Estoy de acuerdo -dije, intentando ocultar mi curiosidad. No entendía del todo a qué se refería, pero asentí, dispuesto a escucharla.

Alejandra respiró hondo antes de continuar.

-Hay... una persona en mi vida. Alguien con quien tengo... una historia. No es nada formal, al menos no en este momento, pero... es alguien que forma parte de mi vida. Es... bueno, es alguien que también estaba presente la otra noche en la playa.

Hizo una pausa, como buscando las palabras adecuadas, y bajó la mirada por un instante. «¿Qué quiere decir con "conexión"?», pensé, sintiendo una punzada de confusión. ¿Se refería a un amigo? ¿A un familiar? ¿O a algo más? La forma en que lo decía, con ese tono de voz suave y esa mirada evasiva, me hacía sospechar que había algo más profundo detrás de esas palabras. «¿Será que... está saliendo con alguien?», me pregunté, sintiendo un leve pinchazo de celos. Pero rápidamente deseché la idea. No quería dejar que mis inseguridades nublaran mi juicio. Mis sentimientos por Alejandra eran demasiado recientes, demasiado intensos, como para permitir que una simple sospecha los empañara.

-Fue... un mal entendido... una situación incómoda. Él... se puso un poco... alterado. Y agradezco mucho que tú y tus amigos me defendieran. De verdad. No sé qué habría pasado si no hubieran estado ahí.

Levantó la mirada y me miró directamente a los ojos, con una expresión que me transmitió una mezcla de gratitud y... ¿vulnerabilidad? Vi una sombra de tristeza cruzar su rostro, y sentí una repentina necesidad de protegerla. Instintivamente, la rodeé con mis brazos, atrayéndola suavemente hacia mí. Su cuerpo se tensó por un instante, pero luego se relajó, apoyando su cabeza en mi pecho. Cerré los ojos, recordando la primera vez que la vi en la playa, discutiendo con alguien. Luego, la imagen del restaurante, la tensión en el aire, la confrontación... Todo encajaba ahora. Esa persona de la que hablaba era la misma con la que había discutido en ambas ocasiones.

-No quiero que haya malos entendidos entre nosotros por su culpa, Jason. No quiero que pienses que... que esto que está surgiendo entre nosotros pueda verse afectado por... por él. Por él... por tus amigos... por cualquier persona que no nos quiera juntos.

Su voz se apagó ligeramente al final, y noté un ligero temblor en sus labios. Parecía a punto de llorar.

-Después de todo lo que pasó... me siento... vulnerable. Y me da miedo... que esto se complique.

Me miró a los ojos, con una expresión que mezclaba tristeza y arrepentimiento.

-No quiero que haya malentendidos entre nosotros, Jason. Quiero ser honesta contigo. Y quiero que tú también lo seas conmigo. Quiero que esto... lo que sea que esté pasando entre nosotros... se base en la confianza.

La miré a los ojos, sintiendo la sinceridad en sus palabras. Asentí lentamente, apretando suavemente su mano. No sabía qué le deparaba el futuro con Alejandra, con esa persona que formaba parte de su vida, con Alicia y Eduardo... Pero en ese momento, en esa habitación, con Alejandra entre mis brazos, sentí que valía la pena intentarlo. Valía la pena arriesgarme.