Matrimonio Forzado: Venganza
img img Matrimonio Forzado: Venganza img Capítulo 2 Reunión
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Capítulo 6 Visitas img
Capítulo 7 Nuestro lugar img
Capítulo 8 Beso de ensueño img
Capítulo 9 Momento melancólico img
Capítulo 10 Nerviosa img
Capítulo 11 Casados img
Capítulo 12 Interrupción img
Capítulo 13 Decisiones arrebatadas img
Capítulo 14 Dolida y abandonada img
Capítulo 15 Sufrimiento y arrepentimiento img
Capítulo 16 Sin sentimientos img
Capítulo 17 Resentimiento img
Capítulo 18 ¿Miedo img
Capítulo 19 Presentación img
Capítulo 20 Hermana y cena img
Capítulo 21 Revelación img
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Capítulo 2 Reunión

Al cerrar la puerta de mi habitación, me quedé unos minutos apoyada contra ella, tratando de recuperar la respiración. No era solo por haber corrido tras Daniel; la impresión que me había dejado aquel hombre era abrumadora.

¿Quién era Marco De Luca? No quería pensar en eso de nuevo, así que sacudí la cabeza y fui en busca del vestido que mi madre había elegido para mí. No deseaba estar en esa cena, pero no había nada que pudiera hacer al respecto.

Las reuniones familiares siempre incluían a amigos de la familia Cavalli. Por ser mujer, no era bien visto que merodeara sola con un hombre que no fuera mi padre, tío o algún primo. Era un asunto inapropiado según nuestras tradiciones. Si mi madre se enteraba, me encerraría de por vida.

Mientras me arreglaba, los ojos fríos y carentes de emociones de Marco volvían a mi mente. ¿Por qué no podía sacarlo de mis pensamientos?

Cuando terminé, me miré en el espejo. El vestido y los tacones me hacían lucir mayor, como de veinticinco. Aún no había cumplido los veinte, pero mi madre persistía en que me vistiera como una mujer desde que tenía quince años.

Ahora que había alcanzado la mayoría de edad, su insistencia por ponerme vestidos y tacones era aún más fuerte. Aunque se lo había dejado claro, ignoraba mis quejas y seguía comprándome el mismo tipo de ropa.

Lo bueno de esto era que no me obligaba a maquillarme de manera exagerada, excepto para ocasiones especiales, donde enviaba a su estilista para ayudarme, ya que no era buena en ese aspecto.

Mientras continuaba mirándome con incertidumbre, noté que el vestido color marfil se ceñía a mi trasero y cintura, terminando alto en mis muslos. La parte superior consistía en un corpiño dorado brillante con tiras de tul marfil.

Era bonito, no lo negaré, pero no era el indicado para mí. Mi estilo era otro, uno que yo quería lucir, ya que mi madre había creado mi estilo sin que yo pudiera opinar.

En ocasiones, mi padre la regañaba cuando se daba cuenta de cómo manipulaba mi vida, pero apenas él se descuidaba, mi madre hacía de las suyas. No entendía por qué se empeñaba en vestirme de esta manera y en hacerme lucir como una mujer ante todos.

Existía una rivalidad entre mi madre y mi tía, la esposa del hermano de mi padre. Ellas también tenían una hija de mi edad, mi prima Lucrezia, y ambas criticaban y discutían con mamá constantemente.

Yo solía ignorar a Lucrezia, quien se pasaba el tiempo lanzando veneno por doquier. Desafortunadamente, compartíamos todo desde pequeñas, ya que nuestros padres vivían en la misma finca, que abarcaba muchas hectáreas de la propiedad Cavalli.

Desde hace décadas, nuestras familias habían vivido así, compartiendo propiedades y bienes bajo nuestro apellido. El padre de mi abuelo lo había querido así, y mi abuelo lo conservaba desde que heredó todo.

Él trataba de mantener unida a la familia, pero lo que más le importaba era el apellido, así que no permitía que hablasen mal de nosotros.

El abuelo era un hombre duro, lleno de soberbia, preocupado solo por las críticas que pudiera recibir la familia, sin importar los integrantes de la misma.

De niña, me rechazó en varias ocasiones cuando intentaba acercarme a él. Jamás recibí una caricia o un gesto amable de su parte, mucho menos un abrazo. Su semblante era serio, y siempre estaba en silencio, como si pasara pensativo. Ni con sus propios hijos era afectuoso, aunque hacía preferencias por Lucrezia y los hijos de su hijo menor, mientras yo era tratada de manera diferente, lo que nunca entendí.

Suspiré al recordar todo esto; no me gustaba pensar que el abuelo nunca me quiso. Si no fuera por mi padre, ahora mismo estaría encerrada en un convento de monjas.

Mi madre apareció en la puerta minutos después.

-No quiero usar esto, mamá -me quejé, mirando el vestido en el espejo.

Ella no dijo nada y se acercó para arreglar mi cabello en un peinado sencillo que caía de lado. Llevaba un elegante vestido largo hasta el suelo. Deseé que me hubiese permitido usar algo así, pero no entendía por qué tanta formalidad.

-Te ves perfecta, como toda una mujer -indicó.

Solté un quejido.

-Me veo y me siento como una prostituta.

-Las prostitutas no pueden permitirse un vestido como este.

Mi madre puso sus manos en mi cintura, analizando cada parte de mi cuerpo.

-Tienes una cintura muy delgada, y el vestido hace que tus piernas se vean largas. Estoy segura de que atraerás más de una mirada esta noche.

Como si eso me importara. Preferiría permanecer entre las sombras, donde nadie me viera ni supiera de mí.

Miré mi escote. Mis pechos no eran grandes, pero tampoco tan pequeños; podría decirse que eran de tamaño regular, pero el corpiño los hacía resaltar un poco. Definitivamente parecía una prostituta. No entendía cómo mi abuela había aprobado esto y, ni hablemos de mi padre, que si se enterara, gritaría como un loco. No quería estar presente cuando se diera cuenta de mi vestimenta.

Él era muy sobreprotector conmigo, me amaba y me cuidaba como si fuera su tesoro más valioso. Siempre me lo decía, y me demostraba su amor de padre. Sin duda, tenía el mejor y más cariñoso padre del mundo.

-Es hora -anunció mi madre-. Primero iremos al salón. Tu padre, tus tíos y tu abuelo, entre otras personas, están esperando allí.

No estaba informada de eso. Lo único que sabía era de la cena, pero ahora empezaba a entender por qué tanta formalidad e importancia por una reunión.

Una vez que terminamos, salimos de mi habitación y nos dirigimos al gran salón donde nos esperaban las personas que había mencionado mi madre. Al llegar a la puerta, escuché voces de hombres al otro lado. Mi padre, el abuelo y mis tíos. Pero, ¿quién más estaba allí?

La habitación estaba repleta de hombres armados y peligrosos, pero quizás no más que mi propia familia, ya que los Cavalli eran los hombres más poderosos de la mafia en Roma. Sin embargo, no les tenía miedo; a pesar de saber quiénes eran y a qué se dedicaban, sabía que nunca me harían daño. Eran las últimas personas en el mundo que querrían lastimarme.

Mientras cerraba la puerta, me quedé parada, enfrentando a los presentes. La conversación se detuvo. ¿Se suponía que debía decir algo? Me estremecí, tratando de ocultar mi nerviosismo. Me sentí algo aliviada cuando mi padre extendió su brazo para ofrecerme su mano y acercarme a él. Al hacerlo, mis ojos se encontraron con los del hombre de fría mirada, que estaba sentado frente a mi padre y mis tíos. Su penetrante mirada me dejó helada. Contuve la respiración. ¿Por qué estaba reunido con mi familia? Rápidamente escaneé las caras de mis familiares, tratando de entender la situación, pero todos lucían serios. Este silencio me iba a matar. ¿Por qué nadie decía nada?

-Padre, ¿no crees que lo apropiado es preguntarle primero? -rompió el silencio mi padre, dirigiéndose al abuelo.

Seguía sin entender de qué se trataba esta reunión.

El abuelo no respondió, su frente se arrugó en un gesto de molestia por la pregunta de mi padre.

-Ya se ha dicho todo -anunció el abuelo con firmeza y seriedad, como era su costumbre-. Tu hija Valentina se casará con Marco De Luca en menos de dos semanas, y no hay nadie que contradiga ni se oponga a esta decisión que se ha tomado.

Mi cabeza daba vueltas con esas palabras. Ahora podía comprender todo, pero era demasiado tarde. Tenía que seguir las tradiciones y órdenes de la familia, aunque estuviera en contra.

¿Pero por qué con ese hombre? Para mí, era un extraño, ya que solo era la segunda vez que lo miraba. Aparté mi mirada de él en cuanto se dio cuenta de que lo observaba.

Mis manos sudaban, y me movía inquieta. Eché una mirada a mi padre, buscando su ayuda para liberarme de este horrible compromiso, pero él negó con la cabeza y solo me observó con una mirada afligida.

Y ahí fue cuando comprendí que estaba perdida... Que nada ni nadie me salvaría de esto. No tenía alternativa; lo único que me esperaba era casarme con ese desconocido de mirada peligrosa.

            
            

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