Matrimonio Forzado: Venganza
img img Matrimonio Forzado: Venganza img Capítulo 3 Anillo
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Capítulo 6 Visitas img
Capítulo 7 Nuestro lugar img
Capítulo 8 Beso de ensueño img
Capítulo 9 Momento melancólico img
Capítulo 10 Nerviosa img
Capítulo 11 Casados img
Capítulo 12 Interrupción img
Capítulo 13 Decisiones arrebatadas img
Capítulo 14 Dolida y abandonada img
Capítulo 15 Sufrimiento y arrepentimiento img
Capítulo 16 Sin sentimientos img
Capítulo 17 Resentimiento img
Capítulo 18 ¿Miedo img
Capítulo 19 Presentación img
Capítulo 20 Hermana y cena img
Capítulo 21 Revelación img
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Capítulo 3 Anillo

No deseaba casarme, y sin embargo, eso sucedería en menos de dos semanas. No lograba entender cómo mi vida había cambiado tan drásticamente de un día para otro. Apenas tenía dieciocho años, con un futuro por delante y muchos sueños por realizar, pero todo eso se desvanecía en el instante en que me marchara con el hombre que sería mi esposo.

La luz del sol se filtraba a través de las ventanas de mi habitación. Se suponía que hoy debería ser un día ordinario, uno más en mi rutina diaria, pero no era así. La realidad me golpeaba con fuerza, recordándome lo que había sucedido la noche anterior, cuando mi propia familia me entregó, o más bien, me vendió al mejor postor.

Estaba al tanto de las tradiciones familiares y del mundo de la mafia que nos rodeaba. Por eso sabía que lo que estaban haciendo era un negocio puro y duro, donde las familias influyentes en nuestra región comerciaban sus más valiosos tesoros. En el caso de mi padre, ese tesoro era yo.

Aunque sabía que él no quería hacer esto, no tenía otra opción; debía seguir las reglas y acuerdos establecidos en la organización, o de lo contrario, sería una ofensa. No tenía mucha información sobre el tema, solo que si mi padre no cumplía con lo que el abuelo ordenaba, mi madre, mi hermano y yo estaríamos en peligro.

Mi madre me preparó para esto durante años; sabía del futuro trágico que me aguardaba, pero nunca pensé que llegaría tan pronto. Ni siquiera había terminado el instituto; me faltaban algunos meses para graduarme y, aparentemente, ese día nunca llegaría. Decía adiós a mis sueños y a la libertad que anhelaba experimentar, una vez que creí que podría ir a la universidad y alejarme de este lugar.

-Madre, no quiero casarme -exclamé tan pronto como entró a mi habitación, mirándola desde la cama.

Me lanzó una mirada desaprobadora desde donde estaba de pie.

-Sabes que en este asunto no podemos opinar -respondió.

No podía creer lo que escuchaba; era su hija, ¿cómo podía no defenderme? Esta era una de las muchas razones por las que quería huir de esta casa, escapar lejos de todos.

-Por supuesto que puedes -alcé un poco la voz-. Soy tu hija, ¿o acaso lo has olvidado?

-No me hables en ese tono, jovencita -me reprendió con severidad-. Soy tu madre y merezco respeto. Harás lo que yo te diga. Además, sabemos que no podemos desobedecer una orden de tu abuelo; ni siquiera tu padre puede hacerlo.

-Pero es que... a ese hombre ni siquiera lo conozco -me quejé-. Y ni hablemos del amor, porque no existe.

-Pero llegará, solo dale tiempo a su relación. Déjate querer, Fiorella. En cuanto menos lo pienses, tendrás a Marco De Luca enamorado de ti -dijo, dirigiéndose hacia mi armario.

Lo abrió y buscó alguna de mis prendas más atrevidas que había adquirido recientemente, sacando una y luego un par de zapatos altos.

-Pero yo no quiero que se enamore de mí, ¿qué no entiendes, mamá? -Aparté las sábanas de mi cuerpo y me levanté de la cama, acercándome a su lado para continuar con mis quejas-. Ese hombre no me gusta, ni siquiera me atrae.

Mi madre dejó lo que estaba haciendo para girarse y mirarme con incredulidad.

-Pero si es un hombre guapísimo, ni siquiera le has prestado atención. Solo necesitan pasar tiempo juntos y ambos terminarán muy enamorados.

Suspiré. Era inútil intentar convencerla una y otra vez de que no estaba interesada en ese hombre, pero sabía que mi mamá actuaba así para evitar problemas con el abuelo; aun así, no tenía intención de dejarme llevar por él, ni en esta vida ni en ninguna otra.

No voy a negar que el tipo es muy atractivo. Sin embargo, el hecho de que obligara a alguien a casarse con él no lo convertía en una buena persona; eso, para mí, lo hacía feo, aunque su apariencia dijera lo contrario.

-No quiero pasar tiempo con él -repliqué.

Sin esperar respuesta, entré al baño y me encerré para no escuchar más sus sermones. Me cepillé los dientes y me tomé mi tiempo en la ducha, ya que no quería encontrarme de nuevo con mi madre.

Aliviada, suspiré al salir y darme cuenta de que ya no estaba en mi habitación. Caminé hasta mi armario para sacar algo cómodo, pero solté un quejido cuando alguien llamó a mi puerta.

-Señorita, la señora me mandó avisarle que se esté lista en menos de 15 minutos y que baje -informó la joven del servicio, tras pedirme que pasara-, y que su atuendo de hoy está sobre su cama.

Una vez que me lo indicó, se marchó, dejándome sola para vestirme. Caminé hacia la cama y soltó otro suspiro, pero esta vez era pesado, como si una carga abrumadora pesara sobre mis hombros. Me sentía como si tuviera que pagar con mi cuerpo un negocio o una deuda que mi familia había contraído.

Miré la ropa y quise gritar de frustración, pero reprimí ese grito, sintiendo un nudo en la garganta que me ahogaba lentamente. Al mirar la hora en la mesa junto a mi cama, dejé todo a un lado y comencé a ponerme el vestido ajustado que mi madre había elegido.

En cuanto terminé, salí y bajé las escaleras despacio. No tenía idea de lo que planeaban para mí, pero podía imaginar muchas cosas, cosas que no deseaba que sucedieran.

Al llegar abajo, me encontré con mi madre, que parecía desesperada y nerviosa. Apenas pude bajar el último escalón cuando me agarró del brazo y me arrastró hacia el salón. Al entrar, me di cuenta de que ni mi padre ni mi abuelo estaban allí, solo Marco y su escolta, un tipo con un aspecto amenazante, el mismo que lo había acompañado ayer.

-Marco se hará el honor de acompañarnos y llevarnos a comprar tu vestido de novia. Es todo un caballero -comentó mi madre, llena de regocijo.

No entendía por qué le causaba tanta alegría esta boda, y menos con un hombre que, estoy segura, ella tampoco conocía.

-¿Y papá? -le pregunté en un susurro, para que los hombres frente a nosotros no me escucharan-. ¿Dónde está?

Mi madre me lanzó una mirada rápida que me amonestó sin necesidad de palabras.

-Primero quiero hablar a solas con mi prometida -dijo, y me sobresalté al escuchar su voz profunda y calmada, sin atisbo de emoción alguna-. A solas -ordenó.

No me atreví a mirarlo desde que entré al salón, pero en el momento en que habló, mi mirada se alzó sin poderlo evitar. En ese instante, me arrepentí, pues sus ojos estaban fijos en mí, lo que aumentó mi nerviosismo.

Mi madre asintió y yo tomé su brazo, mirándola para que no se fuera y no me dejara sola con él, pero ignoró mi súplica y se soltó de mi agarre con disimulo. Marco le indicó a su compañero que también saliera de la habitación. Una vez que se fueron y la puerta se cerró, bajé la cabeza, enfocándome en el suelo y en mis pies.

Pero su voz me obligó a mirarlo de nuevo.

-Solo me llevará unos segundos hacer esto -indicó-. No necesitas estar nerviosa, no te haré nada... aun. -No comprendía a qué se refería, pero su afirmación solo intensificó mis nervios, y él claramente sabía cómo me sentía.

¿Cómo pudo darse cuenta? ¿Y qué quería decir con "aun"?

No quería pensar en eso; mi mente divagaría hacia pensamientos oscuros, y ya estaba paralizada por el miedo, simplemente por estar a solas con él.

Así que no dije nada y continué mirándolo. ¿Por qué? No lo sabía.

Vi cómo metió la mano en el interior de su chaqueta, y me tensé ante la idea de que pudiera sacar un arma. No sé por qué pensé eso, tal vez porque era un mafioso. ¿Pero por qué él tendría interés en matarme? Qué tontería.

Pero no fue así; lo que sacó de su chaqueta fue una caja negra, acercándose un poco a mí. Noté que su traje era del mismo tono que el objeto que sostenía.

Me quedé inmóvil cuando abrió la caja frente a mis ojos. En su interior había un anillo de oro blanco, con varias piedras pequeñas brillantes y una más grande en el centro. Podía estar segura de que eran diamantes, pues se parecían a un collar que mi madre atesoraba.

Marco extendió su mano hacia mí. En lugar de que este momento fuera hermoso, me sentí completamente incómoda. Aun así, extendí mi mano para alcanzar la suya, estremeciéndome al sentir su piel rozar la mía, provocando que me sonrojara. Deslizó el anillo de compromiso en mi dedo, y por un segundo se quedó así; sentí una ligera caricia que me hizo reaccionar y rápidamente retiré la mano.

No sabía qué decir ni qué hacer, simplemente me quedé ahí plantada frente a él, con las manos cruzadas y temblorosas, pues había desencadenado en mí una sensación que no entendía.

Nunca antes me había sentido así. No es que hubiera estado a solas con otro hombre de esta manera. En nuestro entorno, no se permitía que ninguna mujer soltera o que no fuera esposa de alguien estuviera sola en una habitación con un hombre. Si mi padre se enterara, mi madre estaría en serios problemas.

Pero no sé por qué, no logro comprender cómo Marco me había hecho sentir así; para mí, era alguien inaceptable. Ni su fortuna, poder ni atractivo me hacían verlo como un buen hombre, pero su toque, esa caricia, me hacía desear que me tocara una vez más.

            
            

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