Capítulo 2 Café amargo

El ascensor se detuvo en el piso 11, pero Valentina no salió de inmediato. Tuvo que obligarse a mover las piernas, como si el cuerpo se le hubiera dormido por el impacto. Sus dedos todavía temblaban alrededor del vaso de café, ahora completamente frío.

Caminó por el pasillo en silencio, con la mirada fija al frente, aunque no veía nada. Apenas pasó la puerta de su oficina, cerró detrás de sí, se apoyó contra la madera y soltó el aire de golpe, como si hubiera estado conteniéndolo todo ese tiempo.

-No puede ser -murmuró.

La ciudad se extendía más allá de la ventana, vibrante, indiferente. El sol de la mañana proyectaba sombras largas sobre su escritorio impecablemente ordenado. Pero su mundo interior era un caos.

Dejó el café a un costado y se sentó frente a su computadora. No abrió ningún archivo. No tocó el teclado. Solo se quedó allí, con la vista perdida, mientras una tormenta de pensamientos la empapaba por dentro.

¿Cómo era posible?

¿Cómo podía ser ÉL?

¿Por qué ahora, justo ahora?

-Hola, ¿estás bien?

La voz de Lucía la sacó de su espiral. Valentina levantó la cabeza y vio a su compañera asomada por la puerta. Lucía, con sus trajes coloridos y su honestidad brutal, era la única persona en la oficina con la que Valentina se sentía realmente cercana.

-Parecés un fantasma -agregó, entrando con una taza de té en mano.

-¿Tengo cara de haber visto un muerto? -intentó bromear Valentina, aunque la sonrisa le salió torcida.

-Peor. Tenés cara de que el muerto volvió. ¿Qué pasó?

Valentina dudó por un momento. Luego suspiró y se pasó una mano por el cabello.

-El nuevo CEO... lo conozco.

Lucía levantó las cejas, interesada.

-¿Conocés tipo "lo vi en una conferencia", o tipo "fue mi ex y rompimos de forma dramática"?

Valentina cerró los ojos un segundo.

-Lo segundo.

Lucía silbó, divertida y escandalizada al mismo tiempo.

-Contame. Todo. Desde el principio. Ya.

Valentina sonrió con algo de resignación. Sabía que Lucía no iba a parar hasta saberlo. Y, en el fondo, necesitaba decirlo en voz alta para poder digerirlo.

-Nos conocimos en la universidad. Estudiábamos comunicación, los dos. Fue... una historia intensa. De esas que te marcan. Éramos inseparables. Pero yo siempre tuve claro que quería irme a estudiar afuera, y cuando salió la beca para París, la tomé. Él no quiso venirse conmigo. Terminamos.

-¿Y no lo volviste a ver?

-No. Hasta hoy. -Su voz se volvió más baja-. Se subió al ascensor, me miró, dijo "Hola, Valentina" como si no hubieran pasado ocho años... y me dejó paralizada.

Lucía la miró, entre divertida y preocupada.

-¿Y qué onda? ¿Te habló con tono sexy-vengativo de novela turca?

Valentina soltó una risa seca.

-Algo así. Está distinto. Más seguro, más... frío. Pero sus ojos siguen igual.

-¿Y vos? ¿Sentiste algo?

-Sí. -Se sinceró-. Algo parecido a una patada en el estómago.

Lucía le puso una mano en el hombro.

-Bueno, sea lo que sea, lo vas a manejar. Vos no sos la misma de hace ocho años, ¿no?

-No. Pero no pensé que iba a tener que demostrarlo hoy.

-Entonces hacelo. Vas a esa reunión, lo mirás directo a los ojos y le recordás que puede ser CEO, pero vos sos la reina de este piso. Y nadie te mueve la silla sin pelearla.

Valentina la miró. Sonrió. Y asintió.

-Gracias, Lu. Te juro que no sé cómo haría sin vos.

-Obvio que no sabés. Yo soy insustituible. -Le guiñó un ojo-. Ahora, levantate, retocate el labial y hacé historia.

Valentina se paró despacio, se acercó al espejo lateral del armario y corrigió los labios con un rojo discreto pero elegante. Se alisó la blusa, alzó la barbilla y se miró a sí misma con atención.

No sos la misma.

Sos más fuerte. Más segura.

Y esta vez, no vas a salir perdiendo.

-Vamos -dijo, saliendo de la oficina con paso firme-. El show acaba de empezar.

            
            

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