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Al día siguiente, Valentina llegó más temprano que de costumbre.
La noche anterior apenas había dormido. Repasó la conversación con Nicolás palabra por palabra, intentando encontrar el subtexto escondido, el verdadero plan detrás de cada frase. Sabía que no era solo un reencuentro. Nicolás estaba midiendo el terreno. Preparando el tablero. Y ella era una de sus piezas clave.
O tal vez... su principal oponente.
Al entrar a la oficina, el edificio estaba en calma. Solo se oía el eco lejano del ascensor y el murmullo de los limpiadores terminando su jornada. Valentina agradeció ese breve silencio. Lo necesitaba.
Encendió su computadora, preparó su café, y se dispuso a organizar el día. Tenía al menos tres reuniones con clientes externos, un informe que entregar antes del mediodía, y un equipo que esperaba dirección clara. No podía permitirse distracciones.
A las 8:14, recibió el primer correo.
Asunto: Reestructuración de equipos
De: Dirección General
Para: Ortega, Valentina (Dir. Marketing) y otros
Estimada Valentina,
Como parte del nuevo enfoque estratégico, se ha decidido fusionar temporalmente las áreas de Marketing y Comunicaciones en una sola unidad de acción operativa. La dirección de esta unidad quedará bajo la supervisión directa de Gabriel León.
Tu experiencia y liderazgo seguirán siendo fundamentales en el proceso de transición. Te agradecemos de antemano por tu colaboración.
Saludos,
Nicolás Ferrer
CEO
Valentina leyó el correo tres veces antes de procesarlo.
¿Gabriel León?
¿El mismo que había sido su rival interno durante años? ¿El que apenas sabía liderar sin levantar la voz? ¿El que se había aprovechado de su ausencia cuando estuvo de viaje en Londres para adjudicarse créditos que no le correspondían?
Le temblaron las manos. Pero no el rostro.
Se enderezó en su silla, leyó cada línea del mensaje como si fuera un enigma, y luego lo imprimió. Salió de su oficina con paso controlado y cruzó el pasillo hasta el despacho de Recursos Humanos.
-¿Esto es real o es un error? -preguntó, mostrando el papel.
La gerente de RRHH, una mujer que conocía de años pero ahora parecía inquieta, no pudo sostenerle la mirada demasiado.
-Es real. Fue decisión directa de Nicolás. Se hará oficial en la reunión general del viernes.
-¿Y por qué no me informaron antes? ¿No era yo la directora de Marketing?
-Lo seguís siendo -dijo la mujer, torciendo la boca en una mueca diplomática-. Solo que ahora estás bajo coordinación conjunta.
"Coordinación conjunta". Un eufemismo. Una manera elegante de decir: "te movimos del tablero sin sacarte la ficha".
Valentina volvió a su oficina y cerró la puerta con más fuerza de la necesaria. Se quedó de pie frente a su escritorio, respirando con la mandíbula apretada.
Esto no era casualidad.
Nicolás había esperado. La había mirado. La había medido. Y ahora jugaba su primer movimiento.
No la estaba despidiendo. No estaba siendo directo. Era mucho peor: la estaba poniendo a prueba, desplazándola lentamente, cortando su autoridad sin quitarle el título. Como si le dijera: "Veamos si sos tan fuerte como decís. Veamos cómo reaccionás cuando te arrincono."
-Hijo de puta... -murmuró, más con dolor que con rabia.
Minutos después, recibió un mensaje directo en su correo interno.
De: Nicolás Ferrer
Asunto: ¿Podés venir un momento?
Hora: 8:41
Ni siquiera usó a su asistente. Lo hacía él mismo. Directo. Inevitable.
Valentina cerró la pantalla. Se miró un segundo en el reflejo del ventanal. El rostro estaba firme, pero los ojos ardían. Se alisó la chaqueta, recogió el cabello en un moño bajo, y caminó hacia su oficina como si cada paso fuera una declaración.
Tocó una sola vez antes de entrar.
Nicolás estaba de pie junto a la cafetera, sirviéndose una taza.
-¿Café? -ofreció, sin levantar la vista.
-No vine por café.
Él se giró, taza en mano, apoyándose en el borde del escritorio. La miró. Sonrió. Esa sonrisa que conocía tan bien: entre encantadora y cruel.
-Vi tu cara cuando leíste el correo. Lo suponía.
-¿Por qué Gabriel?
-¿Por qué no?
-Porque no tiene visión. No tiene liderazgo. Ni siquiera tiene tu respeto. Lo usás porque sabés que no va a cuestionarte.
Nicolás bebió un sorbo.
-Tal vez. O tal vez quiero ver cómo te manejás sin tener el control absoluto. Siempre fuiste buena con el poder. Pero quiero ver cómo reaccionás frente a la incertidumbre.
-Esto no es una prueba de liderazgo. Es un castigo encubierto.
-No. Es una oportunidad.
-¿Oportunidad para qué?
-Para que me sorprendas. Para que te superes. O para que demuestres que ya no sos la misma mujer que conocí. Porque te juro, Valentina, si todavía lo sos... vas a encontrar la forma de transformar esto a tu favor.
Valentina se acercó. Lo miró fijo. Estaban tan cerca que el perfume de él -ese que parecía igual al de antes, pero no lo era- le golpeó los recuerdos.
-Esto no es un juego, Nicolás.
-¿No? Entonces tomátelo en serio. Y ganalo.
Silencio.
Ella se dio vuelta. Fue hacia la puerta. Pero antes de salir, habló sin mirarlo.
-No me subestimes.
Él sonrió, aún sin moverse.
-Jamás lo hice.
Y cuando la puerta se cerró, Nicolás se quedó solo. Bebió otro sorbo de café. En sus ojos no había satisfacción. Había algo más complicado.
Tal vez no era una jugada solo para desestabilizarla.
Tal vez, en el fondo, aún no sabía si quería verla caer...
...o volver a enamorarse de su forma de levantarse.