/0/16617/coverbig.jpg?v=b2dd06b9394ff717ee8969abe85b4759)
Las noches eran más frías desde que había regresado. No en temperatura, sino en sensaciones. Todo parecía más áspero, más pesado, como si el aire mismo estuviera hecho de memorias que se negaban a morir.
Diego Montenegro se encontraba en su despacho, en lo alto del edificio corporativo que llevaba su apellido. Una construcción moderna, de ventanal