En público, la familia García era la imagen del éxito. Mi padre, un magnate respetado; Sylvia, la hija perfecta y elegante; y yo, la rebelde impredecible.
Pero la realidad era muy diferente.
Mi padre me amaba, pero su amor estaba condicionado por la imagen pública. Sylvia y yo éramos sus dos activos más valiosos en el juego del poder.
Nuestra madre había muerto cuando éramos niñas, un  "accidente"  que siempre me pareció sospechoso. Después de su muerte, mi padre se centró por completo en el negocio y en consolidar nuestro poder.
Él nunca entendió la profunda conexión que yo tenía con Sylvia. Para el mundo, éramos rivales. Yo era la sombra de mi hermana mayor, siempre tratando de superarla.
Pero en secreto, Sylvia era mi única confidente, la única persona que realmente me conocía.
Su muerte en mi vida anterior no fue solo la pérdida de una hermana.
Fue la destrucción de mi mundo entero.
Descubrir la verdad sobre su asesinato, ver la crueldad infligida en su cuerpo, se convirtió en la única motivación que me quedaba.
Y luego, me mataron a mí.
Ese recuerdo, el dolor, la traición, el olor a tabaco cubano... todo estaba grabado en mi alma.
Esta vez, no se trataba solo de vengar a Sylvia. Se trataba de proteger a mi familia de los lobos que se disfrazaban de aliados. Se trataba de desmantelar el sistema corrupto que permitía a hombres como Máximo Castillo salirse con la suya.
Mi rebeldía en mi vida anterior fue impulsiva y sin dirección.
Ahora, mi rebeldía era un arma. Fría, calculadora y mortal.