-No seas exagerada, no voy a meterme a los callejones a combatir a la delincuencia, únicamente voy a resguardar un área protegida por la ley, de eso se encargarán los policías, yo solo daré las órdenes-, intentaba yo explicarle a Fabi, pero mi hermana hacía una tormenta en un vaso de agua.
Cuando mi padre llegó de su consultorio, Fabi le detalló todo lo que había pasado, por supuesto exagerando las cosas, diciendo que me habían hecho policía y que me enfrentaría a balazos contra bandas de sicarios y de asesinos a sueldo.
-Ahorita mismo renuncias, se molestó también mi padre, eres tan solo una niña y no voy a dejar que te metas en la boca del lobo-
Yo ya sumaba 25 años, no era una niña y por más que le reiteré que el trabajo no era peligroso como lo dibujaba mi hermana, mi padre tampoco quería que fuera a esas zonas donde actuaban los contrabandistas y los huaqueros. Lo peor fue que mi papá vio la pistola automática que me había dado Burns. Él no toleraba las armas. Le aterraban.
-Ah, eso sí que no, mi hija no es ninguna pistolera-, se puso aún más iracundo mi padre, dando bufidos como un toro metido en un corral estrecho.
-Papá estoy asimilada a la policía-, le subrayé y le recordé también que yo había estado en el ejército y que incluso me especialicé en el uso de armas tácticas. -No soy ninguna novata-, le insistí.
-Solo estuviste dos años en el ejército, eso no te hace una experta, lo único que vas a conseguir es que te vuelen la cabeza de un balazo-, me reclamó furioso papá.
Tuvo que intervenir mi madre para apaciguar los ánimos que ya estaban demasiado caldeados.
-Patricia es arqueóloga, su labor será identificar las zonas en riesgo, dotar de seguridad y acordonarlas para evitar que las sigan depredando, Frank-, le explicó a mi padre. Ella sabía cómo tratarlo y, en efecto, de repente, toda la furia de mi papá se disipó.
-Bien, Delia, si dices que nuestra hija no corre peligro, está bien-, suspiró mi padre. Fabiola en cambio no se rendía por nada. -Ya lo dijo papá, te metes en la boca del lobo, hermana, esos tipos son crueles y miserables-, decía igualmente mi hermana dando bufidos, encrespada y afilando sus colmillos.
Al final me salí con la mía. Viajé de madrugada con destino al norte del país. Ya imaginarán. Mi padre lloraba a cataratas y no dejaba de abrazarme y besarme, pensando de que me iba a pasar algo. Fabiola también estaba aferrada a mi blusa y me decía una y otra vez que no quería perder a su hermanita. La única serena, contra toda lógica, era mi madre. Ella no solo confiaba en mí, sino que sabía que papá y mi hermana estaban haciendo demasiado escándalo. -Patricia sabe cuidarse-, asentía ella convencida en que no me iba a pasar nada.
Como bien imaginan, me ganó el llanto, no pude contenerme y abrazada a mi padre y mi hermana lloraba a gritos y le prometía que no me iba a pasar nada.
En la ciudad me esperaba el sargento de policía Wendell Vance. Tenía un letrero grandote donde había pintado con plumones "Teniente Monroe". Me dio mucha risa. -Harás que los huaqueros estén prevenidos de mí-, le dije. Él me saludó muy marcial. -Esperaba una mujer de dos metros, mi teniente-, sonrió pícaro y travieso. Volví a reírme divertida. -Yo soy arqueóloga asimilada a la policía de delitos contra el patrimonio cultural, no soy una súper policía-, le dije rodando mi enorme maleta.
-De todas formas, "Salamandra" es muy peligroso, mi teniente, tiene una banda de sicarios, él se encarga de traficar con piezas de oro muy valiosas que salen al mercado oscuro-, me detalló. Ups. ¡¡¡Mi hermana tenía razón!!! ¡¡¡Me había metido en la boca del lobo!!!
Esa noche le escribí a "Tornado" en el portal de poemas. Estaba nerviosa en realidad por lo que me había dicho Vance, sobre el tal "Salamandra" y aún tenía en mi cabeza, repicando como campanadas, el llanto de mi padre y de mi hermana pensando de que esos contrabandistas me iban a matar. Por eso quería disiparme y qué mejor que excitándome con los versos atrevidos y eróticos de "Tornado". Pensaba encontrar muchos poemas, sin embargo no había ninguno de él, sino de otros poetas y de algunas poetisas. Igual le escribí.
-Me haces soñar mucho, quisiera besar tus labios hasta embriagarme de amor-, le escribí riéndome, mordiendo mis labios y jalando mis pelos muy excitada. Yo estaba tumbada en la cama con mis tobillos alzados y me percibía sensual y sexy, con ganas de hacer el amor. No pasaron ni dos minutos cuando "Tornado" me devolvió el mensaje. -Hice un poemita para ti-, me escribió con un emoji de un corazoncito latiendo. Lo tituló "Por eso te amo". Ufffffffff mi corazón se aceleró.
-Siempre soñé tener un amor así,
que me quiera cada día más,
que me brinde su ternura
y lo mejor de ti.
Mágica y dulce,
eres cual princesa,
una delicada sirena
que anhelé siempre.
Me gusta mirarme en tus ojos,
navegar en el rojo de tus labios
y a través de tus besos
sentirme dueño del universo.
Por eso te amo, Patricia,
eres maravillosa,
una rosa
que me hace feliz día a día-
Aaaaaaaaayyyyyyyy suspiré encantada, maravillada, seducida y eclipsada. Los fuegos se alzaron en mis entrañas y me veía navegando en el cielo sideral, rodeada de muchos colores y fulgores. Pensaba en "Tornado" en sus brazos, sus besos y sus caricias. Lo imaginaba entrando a mi habitación, sin camisa, mostrando su pecho enorme y gigante, alfombrado de vellos, sus músculos grandes y los bíceps pétreos haciendo una gran cadena de cerros. Luego me tomaba de los brazos y me besaba vehemente, febril, impetuoso, saboreando mis labios, embriagándose con mi boca, dejándome sin defensas, a su entera merced. Hummmmmm estrujaba la almohada hecha un volcán en erupción, incendiada por completo, convertida en una fogata, calcinando mis entrañas, queriendo sentir sus manos ásperas corriendo por mis muslos, mis caderas y mis posaderas, hasta el último rincón de mi adorable anatomía. Me imaginaba que me quitaba el vestido y que me hacía suya muy romántico y tanto o más poético que sus versos, seduciéndome con su vozarrón tan varonil, dejándome exánime en la cama, maravillada después de haberme hecho el amor.
Así, entonces, soñando con "Tornado", imaginándolo un guerrero persa, un trovador a caballo, una divinidad helénica, muy hermoso, con su cuerpo bien delineado y marcado, deseando sus besos y caricias, ansiando que estuviera allí a mi lado, hundida en su pecho, me dormí, mientras el fuego seguía chisporroteando por todos mis poros hasta volverme nuevamente en una gran pila de carbón humeante.