-No creo que te despidan, eres una buena arqueóloga-, me dijo Fabiola, dándome ánimo porque yo me encontraba dubitativa y muy nerviosa.
Cuando llegué a su oficina encontré a Burns, como siempre, fumando un cigarrillo, echaba mucho humo y bebía un brandi. -Siéntate, Patricia-, me dijo con tono solemne. Yo pensé, entonces, que mi trasladaría a otro museo porque estaba segura que había hecho una buena labor en todo ese tiempo.
-¿Ha escuchado de los huaqueros?-, me preguntó entonces estrujando su boca.
Por supuesto lo sabía. Eso me lo mencionaron los profesores, muchísimo, a lo largo de la carrera. Son personas que buscan tesoros arqueológicos para venderlos. Ellos se encargan de devastar las zonas reservadas, llevándose huacos, artesanías, mantas, incluso restos óseos, los cráneos los usan para santería y magia oscura o para invocar a los malos espíritus y brujería barata. En el mercado ilegal pagan muy buen dinero por esos artículos de incalculable valor. -Depredan la historia-, junté los dientes suspirando convencida.
Burns se puso de pie y me señaló una amplia zona en el norte del país en un gran mapa que tenía colgada en la pared. Estaba muy pintarrajeado. Era obvio que los huaqueros le resultaban una piedra en el zapato del comandante. -Este es el centro de operaciones de esos sujetos, allí hacen excavaciones clandestinas y se cargan y llevan valiosas artesanía. Hace dos días, un hombre fue descubierto llevándose una momia para vendérselo a un comerciante asiático por una millonaria suma, el hombre dijo a la policía que la momia se la vendió un sujeto dedicado al contrabando de piezas arqueológicas-, me subrayó.
Yo había escuchado eso en las noticias. Se trataba de una momia posiblemente de más de dos mil años, en buen estado, que los contrabandistas habían encontrado en una fosa escondida en unas lomas reservadas pero desprotegidas a varias horas en lomo de bestia de la ciudad.
-Quiero que hagas un reporte de esa amplia área, las zonas desprotegidas, las que necesitan de custodia policial, he pedido establecer un museo de sitio, contar con vigilancia permanente, hay muchísimos tesoros allí, enterrados que es necesario no solo rescatar sino proteger-, me dijo, entonces, Burns.
-¿Por qué yo? No tengo ninguna experiencia frente a los huaqueros, ¿Cómo sabe que haré un buen trabajo? Usted sabe que soy solo una principiante-, abaniqué mis ojos estupefacta. Todo me parecía demasiado precipitado.
-Eres soldado ¿no? Necesito alguien con experiencia en combate-, sonrió Burns.
-Jamás he entrado en combate-, me aterré. ¡¡¡Ese tipo estaba loco!!! pensé, incluso. Imaginé de inmediato que quería que me enfrentase a balazos con los contrabandistas de artesanías.
-Es una forma de decir, hijita, obviamente no te vas a pelear con nadie. Quiero que hagas un diagnóstico de lo que te pido, tú eres sagaz, estuviste en el ejército, estás entrenada para que me hagas un análisis de la situación, cómo evitar que los huaqueros sigan depredando toda esa zona arqueológica-, me convenció Burns.
-Usted es comandante, ¿por qué no pide ayuda a la policía del lugar?-, moví mi naricita incrédula.
-Es trabajo para una arqueóloga-, volvió él a sentarse en su silla. Burns encendió un cigarrillo y echó mucho humo. -Quiero que vayas mañana mismo a esa zona. De allí irás al museo de la ciudad donde te darán todo lo que necesites, movilidad, binoculares, avituallas, guías, todo lo que necesites-, me dijo.
Yo me sentía en la gloria, en realidad. Tanto había visto las películas de Jones y Craft, que ahora tenía una misión súper importante, peligrosa, con mucha dosis de adrenalina, enfrentando a huaqueros y contrabandistas. ¡¡¡Ni en sueños lo había imaginado!!! Me sentía súper poderosa, igual o más que una agente al servicio del gobierno, je je je.
-Julius, pide a tesorería una tarjeta de crédito para Patricia-, dijo Burns solemne a su adjunto. -Es para tus gastos en el norte del país, después vas a logística para que te habiliten una laptop, una tablet, un móvil, lapiceros, cuadernos, casacas, chalecos antibalas, gorras, botines, ropa adecuada y finalmente te diriges a secretaría para que te confirmen los pasajes y el hotel-, me detalló Burns, a renglón seguido.
Todo eso me dio risa. -¿De qué te ríes, hijita?-, seguía degustando su cigarrillo Burns.
-Faltó decirme que vaya a armas para pedir una metralleta, una pistola y las llaves de un auto anti impactos-, no podía yo contener mis carcajadas. Burns echó mucho humo de su cigarrillo, abrió uno de los cajones de su escritorio y sacó una pistola automática, con su cartuchera y varias cajas de balas, las arrimó hasta el filo de su mesa. -Esto es para ti-, sonrió.
Yo desorbité los ojos. -¿No estará hablando en serio?-, estaba perpleja y pasmada.
-Los contrabandistas son tipos peligrosos, Patricia, tú eres asimilada, has estado en el ejército, ¿Qué rango obtuviste en el servicio voluntario?-, él no dejaba de mirar mis ojos.
-Sargento-, junté los dientes.
Burns volvió a rebuscar en su cajón y puso unos galones junto a la automática. Pues ya eres una oficial de alto rango en la policía de delitos contra el patrimonio nacional-, alzó la voz. Llamó a su secretaria. -Maruja, haz un memorándum presentando a la señorita Patricia Monroe como asimilada en la policía nacional en el rango de teniente-, dijo él dejándome aún más estupefacta.
Como primer acto oficial en mi labor en la policía nacional fue entrevistarme con Henry Foint, el director general del patrimonio nacional, para que me brindara información sobre las zonas arqueológicas que ahora debía proteger y poner en buen resguardo de los contrabandistas y de los depredadores . Lo encontré en su oficina revisando unos documentos. Foint recibía toda la información sobre nuestros tesoros culturales y los destinaba a diferentes museos. Me miró con curiosidad.
-¿En qué le puedo atender, teniente?-, se recostó al respaldar de su silla.
-Estoy a cargo de las investigaciones contra los huaqueros y los depredadores-, le dije sonriente. Le mostré mis credenciales.
-Es usted bastante joven-, no dejaba de mirarme Foint.
-El comandante Burns confía en mí-, le dije resuelta.
Foint se mostró parco conmigo, renuente, fastidiado e incrédulo, sin embargo me facilitó toda la información que requería. -Es una amplia zona donde también hay socavones donde extraen oro ilegal que ofertan a compradores del extranjero-, me detalló dándome un usb con planos de las áreas a proteger.
-El oro siempre ha sido muy apetecible para los contrabandistas-, acepté.
-Esta es una relación de casas museo, son viviendas antiquísimas, palacios, reliquias que cuentan con cuadros de artistas famosos cuyas obras valen una cuantiosa fortuna-, me detalló, amontonando cientos de folletos en mis manos.
-No quiero ser grosero, agregó Foint, pero tengo mucho trabajo, teniente-, me dijo y haciendo un gesto despectivo me indicó que me retirara.
Pese al desplante no me molesté. Yo seguía emocionada con mi primera misión enfrentando a los depredadores de los tesoros nacionales.