-Volveré -dijo a la sala, su voz una amenaza baja. Al pasar junto a Cora, sus ojos eran como trozos de hielo-. Pagarás por esto.
Se había ido.
Las manos de Cora sudaban. Buscó a tientas en su bolso y sus dedos se cerraron alrededor del objeto que Harlow había plantado allí.
Una pequeña memoria USB.
Tenía que limpiar su nombre. Salió corriendo de la habitación, dirigiéndose a la oficina de seguridad del hotel para conseguir las grabaciones de vigilancia.
Su teléfono sonó. Era un número desconocido.
-Cora Salazar -dijo una voz distorsionada-. Tenemos a tus padres.
El mundo se inclinó sobre su eje.
-¿Qué? ¿Quién es?
-Si quieres verlos con vida, trae el archivo de video original a la cima del sitio de construcción de la Torre Ortega. Ahora.
La línea se cortó.
Su teléfono sonó de inmediato otra vez. Esta vez, era Augusto.
-¿Recibiste el mensaje? -preguntó, su voz escalofriantemente tranquila-. Tus padres por el video. Un simple intercambio.
-¡Augusto, maldito seas! -gritó, su voz quebrándose por la histeria-. ¡Ellos no tienen nada que ver con esto! ¡No fui yo!
-Ahórratelo -se burló-. Te buscaste esto cuando decidiste humillar a Harlow. Ahora tienes una hora.
Colgó.
Era impotente. Él tenía todas las cartas. La verdad no importaba.
Corrió al sitio de construcción, un rascacielos inacabado que perforaba el cielo nocturno. En la azotea, los vio.
Su madre y su padre, atados y amordazados, colgaban de una grúa de construcción oxidada, suspendidos sobre el borde del edificio, a cientos de metros sobre las calles de la ciudad.
-¡Mamá! ¡Papá! -gritó, corriendo hacia ellos, pero dos de los guardaespaldas de Augusto le bloquearon el paso.
El viento aullaba a su alrededor, haciendo que las cuerdas crujieran y se balancearan ominosamente.
Se volvió hacia Augusto, que estaba allí observando, su rostro impasible.
-¡Por favor, Augusto, déjalos ir! ¡Haré lo que sea! -sollozó, su voz desgarrada por el terror puro.
-La memoria -dijo él, extendiendo la mano.
Ella no tenía la original. Solo tenía la que Harlow le había plantado. Pero era todo lo que tenía.
Se la dio, sus manos temblando.
-Por favor, Augusto. También son tu familia.
Él tomó la memoria USB y, sin siquiera mirarla, la aplastó bajo su talón.
-No te atrevas a llamarlos mi familia -siseó-. Ahora, discúlpate con Harlow. De rodillas.
Se dio la vuelta y se fue con sus hombres, dejándola sola en la azotea con sus padres.
Cora se apresuró a los controles de la grúa, sus dedos torpes con las palancas, tratando de subirlos.
El viento sopló violentamente. Las viejas y deshilachadas cuerdas se balancearon salvajemente.
Rezaba, su corazón latiendo contra sus costillas.
Entonces oyó un sonido que la perseguiría por el resto de su corta vida.
Un chasquido fuerte y seco.
La cuerda se rompió.
Sus padres cayeron en picada hacia la oscuridad.
Sus manos se congelaron en los controles. Su mente se quedó completamente en blanco. Una eternidad pasó en un solo segundo.
Luego miró hacia abajo.
Vio la mancha carmesí extendiéndose en el pavimento de abajo.
Un grito se desgarró de su garganta, un sonido de pura agonía animal que fue tragado por el viento.
*Es mi culpa. Los maté.* El pensamiento era un martillazo implacable en su alma.
Su teléfono sonó de nuevo. Era él.
Contestó, su mano entumecida. Un dolor abrasador le atravesó el pecho.
-¿Ya aprendiste la lección? -la voz de Augusto llegó a través del teléfono, fría y arrogante-. ¿Estás lista para disculparte?
No podía hablar. El sabor a sangre llenó su boca de nuevo.
-¿Qué pasa? ¿Te comió la lengua el gato? -se burló.
Una extraña y aterradora calma la invadió. El dolor en su cuerpo y alma convergió en un único punto de claridad.
-Augusto -dijo, su voz un susurro muerto y hueco-. Ya no te debo nada.
-¿Qué? -preguntó él, frunciendo el ceño. El viento era fuerte de su lado.
Respiró hondo, el aire quemándole los pulmones.
-Dije... que estamos a mano -repitió, un poco más alto-. Y Augusto... te odio.
Él se rio, un sonido cruel y horrible.
-¿Odiarme? Bien. Si tanto te duele, salta de ese techo. Sería un final digno para ti.
-Está bien -susurró.
Y entonces, Cora Salazar se soltó. Dio un paso al borde del edificio y se lanzó al vacío.