Como mujer, Eleanor veía que Lily no era tan buena ni inofensiva como Daniel decía.
Al ver la expresión distante de Sophie, sintió un extraño malestar. No era lo que esperaba.
La antigua Sophie siempre la complacía, era dulce y atenta; pero ahora esos hermosos ojos solo reflejaban cortesía.
"Sophie..." comenzó Eleanor.
"Eleanor, come algo", dijo Sophie, sacando de su bolso un termo con natillas de nido de pájaro, aromáticas y dulces, con trocitos de pera cortados con cuidado.
El rostro de Eleanor se suavizó al ver el gesto; pensó que, aunque Sophie estaba molesta, todavía se preocupaba por los Carter.
"Siempre eres tan atenta", dijo Eleanor, tomando el tazón y sorbiendo despacio, "Daniel se está volviendo cada vez más imprudente".
Daniel estaba cerca, con el rostro sombrío.
La escena le resultaba vagamente familiar.
Fragmentos de recuerdos le decían que su madre siempre había preferido a Sophie.
Miró a Lily dudosamente.
Lily seguía llorando, viendo cómo Eleanor disfrutaba las natillas de Sophie mientras su propia sopa permanecía intacta sobre la mesa, ignorada, como una burla.
De repente, se agachó, sujetándose el abdomen y gimió de dolor: "Me duele mucho el estómago...".
El jadeo rompió la calma de la habitación.
Daniel se tensó al instante, todo su foco en Lily: "¿Qué pasa? ¿Dónde te duele?".
Lily levantó la vista, frunciendo el ceño: "No lo sé... tal vez no desayuné esta mañana...".
El rostro de Eleanor se ensombreció, y Sophie sonrió con sorna para sí misma.
"Si no te sientes bien, pues ve al médico", dijo con voz fría, "Yo me quedaré aquí. Llévala a que la revisen".
Daniel dudó. Su madre seguía en la cama del hospital, pero Lily estaba acurrucada en el suelo, claramente sufriendo. No podía quedarse indiferente.
"Ve", dijo Eleanor, sin querer discutir frente a Sophie, "No estorben aquí".
Daniel apretó los dientes, la ayudó a incorporarse y la sacó de la habitación.
Mientras Lily se apoyaba en sus brazos, echó un vistazo furtivo a Sophie, con un brillo de satisfacción en los ojos.
En cuanto la puerta se cerró, Eleanor dejó el tazón sobre la mesa y suspiró: "Sophie, lo viste. Esa mujer es muy astuta... y Daniel está completamente engañado por ella".
Sophie no respondió, solo tomó un pañuelo y le limpió con suavidad la comisura de la boca.
"Descansa bien", dijo, "Daniel tiene su vida propia que vivir".
Eleanor se quedó un instante en silencio, y luego comprendió.
"Sophie, ¿no le vas a dar otra oportunidad a Daniel?", su voz sonaba cansada, "Nuestras familias han estado tan unidas todos estos años...".