Atracción fatal: enamorarse del objetivo
img img Atracción fatal: enamorarse del objetivo img Capítulo 3 Un Esposo Fiel
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Capítulo 6 El farol img
Capítulo 7 Un beso indirecto img
Capítulo 8 Trampa de miel img
Capítulo 9 El juego de la sirena img
Capítulo 10 Una carta anónima img
Capítulo 11 : Acorralada img
Capítulo 12 : El amante de Theresa img
Capítulo 13 El bando más fuerte img
Capítulo 14 Una coqueta img
Capítulo 15 : El poder de la ausencia img
Capítulo 16 Visitas inesperadas img
Capítulo 17 Un juego de riesgo img
Capítulo 18 La llamada de Chandler img
Capítulo 19 Un delicado equilibrio img
Capítulo 20 Talento para la copa img
Capítulo 21 Ahora eres mía img
Capítulo 22 Una agente doble img
Capítulo 23 Canario img
Capítulo 24 Juegos de sombras img
Capítulo 25 Una máscara img
Capítulo 26 : El acuerdo img
Capítulo 27 : Un ultimátum img
Capítulo 28 La peor enemiga img
Capítulo 29 El chivo expiatorio img
Capítulo 30 Interrogatorio img
Capítulo 31 El sonido delator img
Capítulo 32 Jaque mate img
Capítulo 33 El precio del corazón img
Capítulo 34 La puja más alta img
Capítulo 35 El precio del silencio img
Capítulo 36 La pesadilla img
Capítulo 37 Un intercambio despiadado img
Capítulo 38 El precio de la audacia img
Capítulo 39 : La prueba img
Capítulo 40 Una invitación a la ópera img
Capítulo 41 Una propuesta inesperada img
Capítulo 42 Sombras en el umbral img
Capítulo 43 Jaque mate img
Capítulo 44 Mi peor pesadilla img
Capítulo 45 : Una pésima jugadora img
Capítulo 46 Veneno en los labios img
Capítulo 47 Debilidad fingida img
Capítulo 48 El video img
Capítulo 49 : Atando cabos img
Capítulo 50 Un pacto img
Capítulo 51 El secuestro img
Capítulo 52 Enigmas img
Capítulo 53 Verdades amargas img
Capítulo 54 Un juego de sombras img
Capítulo 55 El vínculo img
Capítulo 56 La confrontación img
Capítulo 57 Fuego lento img
Capítulo 58 : El pacto img
Capítulo 59 Una llama del pasado img
Capítulo 60 La trampa img
Capítulo 61 El titiritero img
Capítulo 62 La visita de Omar img
Capítulo 63 La emboscada img
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Capítulo 3 Un Esposo Fiel

El rostro de Dylan estaba enrojecido por el alcohol. Cuando se inclinó hacia mí, sentí su aliento: una mezcla de alcohol y tabaco. Por un instante, me distraje con su apariencia: su cutis impecable, una rareza en un hombre, se veía casi luminoso. Por suerte, su mandíbula definida y sus facciones marcadas contrarrestaban cualquier rasgo femenino que su piel tersa pudiera sugerir. Al observarlo de cerca, reparé en sus ojos cautivadores y sus labios finos. Se dice que las personas con ojos y labios como los suyos son frívolas e inconstantes en el amor.

Sin embargo, yo creía que Dylan era la excepción, pues incluso ebrio, conservaba un aire de sobriedad.

"Sí, eres indudablemente atractivo", murmuré con voz lánguida.

"¿Qué parte?", inquirió él.

Cuando un hombre tan serio y formal como él mostraba un toque de desenfreno, su atractivo se volvía irresistible.

Me acerqué más y le susurré: "Adoro cada centímetro de ti".

"¿Acaso ser atractivo es una ventaja para un hombre?", preguntó, con el rostro inexpresivo.

"¿Acaso no lo es?", repliqué. "El apetito y el deseo son parte de la naturaleza humana, por lo que es natural sentirse atraído por la belleza. Ni el mismísimo Adonis, si estuviera aquí, sería más cautivador que tú".

Dylan soltó una risita ante mi respuesta. "Qué tonterías dices. ¿Tú también estás ebria? Dime, entonces, ¿cómo es ese Adonis?".

Haciendo un gesto juguetón con las manos, respondí: "Bueno, según el retrato del libro, tiene la cara algo alargada. Y créeme, no es ni de lejos tan apuesto como tú".

Su mirada se detuvo en mis labios. "Usas lápiz labial", observó.

Luego, agregó sin darme tiempo a responder: "Prefiero a mi asistente sin maquillaje".

Con un movimiento suave y natural, estiré las manos para arreglarle el cuello de la camisa. "Si te molesta verme maquillada, dejaré de hacerlo a partir de mañana".

Él bajó la vista hacia mis dedos mientras le acomodaba el cuello con delicadeza. Después, se reclinó en el asiento, creando una ligera distancia entre nosotros. "¿Así que renunciarías a todo lo que no me gusta?".

Comprendí que su comentario era una advertencia para que guardara las distancias y no me mostrara demasiado complaciente.

Mi respuesta fue una observación sutil y de doble filo: "Tranquilo, no haré nada que te perjudique. Pero si se trata de algo que en realidad te beneficia, quizá tu disgusto no sea más que simple terquedad". Me incliné hacia él y posé la mano sobre su corazón. "Los hombres a veces son tercos, pero es fácil ablandarlos".

El tenue resplandor de un farol se filtraba por la ventanilla e iluminaba nuestros rostros, creando una atmósfera íntima. Dylan me sostuvo la mirada un instante y luego la desvió en silencio. La anticipación flotaba en el aire. Sería mi primera noche con él. La incertidumbre de lo que vendría era excitante e intensificaba la tensión entre nosotros.

Media hora más tarde, el auto se detuvo frente a un edificio de apartamentos.

Bajé del auto y lo ayudé a bajar.

El chofer lo miró y preguntó: "Señor Hewitt, ¿quiere que lo acompañe a subir?".

Él se veía inestable y sus pasos eran lentos y pesados.

            
            

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