Capítulo 4 : Una Trampa para la Burla

Desconcertada por la escena, Claudia desvió la mirada.

Se sorprendió al ver que Eddie ya estaba sentado cuando Gwyneth los presentó con entusiasmo. "Eddie, te presento a mi hermana, Claudia Murphy".

Él la observó con una frialdad distante, como si nunca antes la hubiera visto. "Hola", dijo con voz neutra.

Una punzada de dolor le oprimió el pecho y, tras una pausa, apenas logró responder con un escueto: "Hola".

La cena transcurrió en medio de la animada conversación entre Gwyneth y Eddie, cuyas risas llenaban el salón. Claudia, en cambio, se sintió invisible; apenas participó durante toda la velada.

En cuanto terminó la cena, Claudia tomó su bolso, ansiosa por escapar. Vickie intentó retenerla, pero ella, ya decidida, inventó una excusa para marcharse de inmediato. A su amiga no le quedó más remedio que dejarla ir, aunque a regañadientes. Eddie, quien hasta entonces había estado absorto en su conversación con Gwyneth, se puso de pie y anunció: "Es tarde. Creo que ya debo irme".

Al oírlo, el rostro de Gwyneth se ensombreció y le reclamó casi por impulso: "No es frecuente que tengas una noche libre, ¿por qué te vas tan pronto?".

Javier la apoyó: "Sí, ¿por qué no te quedas un rato más?".

A pesar de las súplicas, Eddie se negó. En cambio, se giró hacia Claudia y le propuso: "¿Nos vamos juntos, señorita Murphy?".

Ella se quedó atónita. De repente, todas las miradas se clavaron en ella, en especial la de Gwyneth, aguda y penetrante.

Sintió una oleada de fastidio, pero logró mantener la compostura y se negó con una sonrisa forzada. "No, gracias".

Sin embargo, Eddie insistió: "Vamos, no es ninguna molestia". Y sin esperar respuesta, se dirigió a la salida.

Claudia apretó los labios y, sin otra opción, lo siguió a regañadientes. Ya en el patio, la voz de Gwyneth la detuvo.

Claudia se dio la vuelta y la vio acercarse con pasos apresurados. Con voz firme, le confesó: "Claudia, Eddie y yo fuimos compañeros en la universidad. Llevo años enamorada de él. De hecho, volví solo por él".

Claudia se quedó inmóvil, estupefacta.

Gwyneth continuó con una sonrisa: "Vickie me dijo que estás pensando en renunciar. Tal vez podría hablar con Eddie por ti...".

"No, gracias", la interrumpió Claudia en seco, forzando una sonrisa vacía para ocultar sus emociones. "Ya tengo otros planes. No tienes que preocuparte por mí".

La expresión de Gwyneth se endureció.

Sin mirarla de nuevo, Claudia se dio la vuelta y se alejó a paso rápido, desesperada por poner distancia entre ellas.

Una opresión le crecía en el pecho con cada paso que la alejaba de la casa. De pronto, una voz burlona la sacó de sus pensamientos: "¿A qué viene tanta prisa? ¿Te persigue un fantasma?".

Se detuvo y miró hacia atrás. Eddie estaba recargado en su auto, con una sonrisa socarrona dibujada en el rostro.

Al verlo, la frustración de Claudia estalló y su voz salió teñida de irritación. "Créeme, si hay un fantasma aquí, seguramente lo invocaste tú".

La risa de Eddie resonó, despreocupada y mordaz. "¿Yo? Los fantasmas persiguen a los culpables. ¿De qué huyes tú?".

Claudia rodó los ojos con fastidio, pero él no le dio tiempo a responder. "Anda, sube al auto".

Ella permaneció inmóvil, observándolo con los ojos entrecerrados, irritada por su aire despreocupado. Las insinuaciones de Gwyneth todavía resonaban en su mente, avivando una mezcla de arrepentimiento y humillación. Se preguntó para qué había venido. Ahora lo entendía: todo había sido una trampa para burlarse de ella.

Con esa certeza aplastante, le dio la espalda y se alejó en silencio, con paso firme.