Su Luna Robada, Su Máximo Arrepentimiento
img img Su Luna Robada, Su Máximo Arrepentimiento img Capítulo 4
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Capítulo 4

Punto de vista de Valeria:

Sofía se recuperó rápidamente de su "decepción", su expresión cambiando a una mueca venenosa.

-Lo vigilas demasiado, Valeria -dijo, su voz goteando condescendencia-. Eres igual que su madre, siempre tratando de controlarlo.

Las hierbas que había traído, cuidadosamente recolectadas y preciosas, todavía estaban en mi mano. Me las arrebató, caminó hacia la puerta y las arrojó al lodo. Luego me cerró la puerta en la cara.

Un momento después, sentí un temblor a través del Enlace Mental público de la manada. Era Sofía, su voz mental un gemido patético dirigido a Alejandro, a kilómetros de distancia.

-Alejandro... Valeria fue tan mala conmigo... tiró la medicina...

Me quedé bajo la lluvia, atónita por la audacia de sus mentiras.

Fue Felipe, el Beta de Alejandro y lo más cercano que tenía a un amigo, quien más tarde confirmó mis sospechas más oscuras. Me encontró en la biblioteca del castillo, tratando de perderme en los viejos libros de contabilidad de la manada.

-Ella es su demonio, Luna -dijo Felipe en voz baja, su mirada llena de lástima. Luego me contó una historia de su juventud, una que Alejandro nunca había compartido.

La familia de Sofía había arreglado su matrimonio con el Alfa de una manada vecina. Alejandro, entonces solo un adolescente, la había convencido de huir con él en un gran gesto romántico. La había llevado a una cabaña escondida en las montañas, y durante tres días, Sofía pensó que él era su héroe, desafiando al mundo por ella.

Su rostro se ensombreció.

-Pero Alejandro se asustó. Estaba aterrorizado de lo que su madre, la Luna en ese momento, haría. En la tercera noche, la enlazó mentalmente en secreto y le dijo exactamente dónde estaban.

Sofía había sido arrastrada de vuelta, creyendo que su escondite había sido descubierto por casualidad. Nunca supo que su valiente héroe había sido quien la traicionó.

La verdad se posó sobre mí como un sudario. Alejandro nunca había sido valiente. Siempre había sido un cobarde, gobernado por sus padres dominantes. La naturaleza tranquila y obediente que una vez había confundido con estabilidad no era más que un miedo paralizante a las consecuencias. Fue una revelación que hizo que mi propia jaula dorada se sintiera infinitamente más pequeña y sofocante.

Con esta nueva y terrible claridad, comencé a atar cabos. Las pequeñas mentiras, las ausencias inexplicables. Cada año, en mi cumpleaños, él afirmaba que tenía que "inspeccionar la frontera". Un asunto urgente de la manada que no podía esperar.

Ahora lo sabía. Sabía con una certeza desgarradora que se estaba llevando a Sofía. La estaba llevando a la Cresta Estrellada, a las Grutas de Cristal, a todos los lugares hermosos y secretos que le había dicho que soñaba con visitar. Le estaba regalando mis sueños a ella, celebrando su cumpleaños mientras me dejaba sola con el título vacío de Luna.

El hombre al que estaba destinada a amar no solo me descuidaba. Estaba robando activamente mi vida, pieza por pieza, y regalándosela a otra mujer.

                         

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