Ladeó la cabeza, haciendo como que me miraba inocente, pero una lucecita malintencionada brilló en sus ojos.
"¿Qué haces aquí?", pregunté con frialdad, clavando la vista en los tres.
"Desde que la familia me encontró, supe que tocas el piano de maravilla, y de verdad quiero oírte. ¡Mira, hasta te mandé traer el piano!". Cathryn soltó con una sonrisa mientras se paseaba hacia el piano y lo recorría con la mano. "A mí me tocó sufrir afuera, no como a ti, Harlee, que siempre te consintieron. Seguro que no me vas a fallar con algo tan simple, ¿o sí?".
Puso cara de víctima, como si negarle algo fuera un pecado.
Al notar que los ojos de Cathryn se llenaban de lágrimas, mi hermano y mi esposo corrieron a mimarla, limpiándole las lágrimas y dándole besos en la frente.
"Ya no puedo tocar el piano. ¿No es eso lo que querías?". Les eché una mirada a los tres y solté con desdén.
"Harlee, ¿es que no me agradas? ¿Cómo se te ocurre pensar así?".
Cathryn se me acercó y susurró en mi oído, bajito para que solo nosotras oyéramos: "Harlee, de nada te sirve oponerte".
"¡Harlee, qué malvada eres! Cathryn solo te pide que toques el piano. Con todo lo que has gozado, ¿ni siquiera puedes pensar un poco en Cathryn?".
Kaiden ardía de rabia por mi frialdad.
Sin importarle mis heridas y el suero, me jaló violentamente de la cama y me plantó en el banco del piano.
La aguja del suero se salió, y empezó a caer sangre lentamente al piso.
Me mareé al volver a abrirse mis heridas recién cerradas, y empezaron a sangrar de nuevo.
Pasé la vista de mi mano vendada al piano, que siempre fue mi gran ilusión.
Fue como si me arrancaran el pecho con un garfio, dejándome los labios blancos del sufrimiento.
"¡No puedo tocar! ¡Se me hizo imposible! ¡Es todo culpa de ustedes!". Les grité con rabia a los que tenía enfrente, bañándome en lágrimas que no podía contener.
"¡Yo tengo la culpa de todo, Harlee! Si me quieres golpear por el enojo, hazlo. ¡Con tal de que se te pase!".
Cathryn me agarró de la muñeca e intentó que le diera en la cara.
Jared la jaló hacia atrás, dándole ánimos.
"Tú no tienes la culpa. Como te gusta oírlo, Harlee tiene que tocar".
Dicho eso, me estampó las manos sobre las teclas del piano.
Al momento los vendajes se empaparon de rojo con sangre, y el dolor agudo y desgarrador me nubló la vista y me hizo temblar por todas partes.
Mis huesos y la carne abierta golpeaban contra las duras teclas del piano.
Cathryn empezó a aplaudir y a reírse a mi lado, "¡Qué bonito suena, Harlee! Nomás que el ritmo se siente raro. ¡Otra, toca otra!".
Su risa se me metió en los oídos como una culebra, helándome la sangre.
Kaiden hizo una mueca, como si le pareciera demasiado fuerte la escena, pero al notar la alegría de Cathryn, no abrió la boca.
Me puse a gritar del dolor, forcejeando sin parar, pero Jared siguió machacando mis manos sobre las teclas una y otra vez.
"Suéltame... Te lo suplico... Déjame...".
Rogaba como una mendiga, con las lágrimas, el sudor y la sangre revueltos y cayendo sobre mi bata de hospital.
En medio del caos de la melodía, oí con toda claridad el crujido de mis frágiles huesos de los dedos al quebrarse de nuevo.
El dolor llegó a su punto máximo, me dieron convulsiones y me desmayé del todo.