Capítulo 6 Una lección para las empleadas

Madelyn le entregó la foto a Jason con gracia mesurada. "Te tomaste la molestia de hacer que alguien me siguiera", dijo ella. "La próxima vez que tengas curiosidad, pregúntame directamente. No hay necesidad de tomarse tantas molestias".

La mirada de Jason se oscureció, fijándose en Madelyn con una intensidad que podía perforar el acero. "No vales la pena".

De hecho, él solo había recibido la foto sin saber quién se la había enviado.

Para él, Madelyn simplemente no valía la pena.

Madelyn sintió un dolor agudo en el pecho. Enseguida, se puso las gafas de sol para ocultar el dolor. "¿Seguimos con el divorcio? No nos demoremos".

Los ojos de Jason finalmente se fijaron en el llamativo vestido rojo que ella llevaba, un cambio llamativo respecto a su paleta habitual.

Siempre había desaprobado a las mujeres que vestían con demasiado estilo, y Madelyn normalmente elegía el blanco o los tonos beige, siempre con atuendos sencillos, refinados y equilibrados.

Sin embargo, hoy, de pie en la suave brisa de primavera, con el vestido ondeando y el pelo meciéndose, ella desprendía un encanto cautivador que era imposible de ignorar.

Jason apretó la mandíbula y le habló con voz baja y deliberada. "Si tienes dudas, quizá considere darte otra oportunidad".

"No lo haré", respondió ella sin un instante de vacilación, con un tono casi jovial en la voz. "Desde luego que no me interpondré en tu búsqueda del amor verdadero. Como la que amas es Rebeca, espero que se divorcie pronto para que puedas casarte con ella".

Sus labios esbozaron una sonrisa sardónica.

El rostro de Jason se oscureció como una nube de tormenta.

Sin decir nada más, giró sobre sus talones y se dirigió hacia el juzgado.

Firmaron los documentos y fijaron una fecha un mes después para finalizar su divorcio, ya que la solicitud tardaría un mes en tramitarse.

Con la primera mitad del proceso completada, Madelyn exhaló un silencioso suspiro de alivio. Se deslizó en el Audi blanco que Daniel le había prestado y se marchó sin despedirse ni dedicarle una sola mirada a Jason.

El rostro de Jason era una máscara de sombría determinación mientras observaba cómo las luces traseras del Audi desaparecían tras la esquina, antes de subirse a su propio coche.

Madelyn volvió en coche a la casa de la familia Miller.

Antes solo había hecho una maleta con lo esencial y aún necesitaba recoger algunos objetos de trabajo de allí.

Cuando entró, oyó por casualidad a dos criadas que, mientras limpiaban el salón, estaban susurrando de forma brusca y sin reparos.

"Realmente se han divorciado. Y fue la señora Miller la que lo puso en marcha".

"Ya que se van a divorciar, ¡pronto dejará de ser la señora Miller!".

"¡Es solo una pueblerina! Con la posición del señor Miller, muchísimas mujeres matarían por una oportunidad con él, mientras que ella quiere el divorcio. Créeme, volverá arrastrándose".

Madelyn carraspeó y entró en la sala. Su presencia captó la atención.

Las criadas se quedaron paralizadas al darse cuenta de que Madelyn había oído sus susurros. Sin embargo, no se inmutaron, e incluso parecían arrogantes.

La voz de Madelyn sonaba tranquila pero cortante. "¿Es el apellido Miller tan grandioso que hasta sus criadas se sienten con derecho a ser arrogantes? Hablando de mi vida privada a mis espaldas... ¿no les preocupa lo más mínimo perder su trabajo?".

Las dos criadas se asustaron e intercambiaron miradas inquietas, pero se mantuvieron en su sitio, convencidas de que Madelyn solo estaba fanfarroneando. En su mente, Madelyn no tenía derecho a despedirlas.

Mientras subía las escaleras, continuó, con un tono cargado de ironía: "El divorcio aún no es definitivo, y ya están ustedes ansiosas por mostrarme su actitud".

Hizo una pausa, con una leve sonrisa dibujada en los labios. "¿Cuál es la prisa? ¿Esperan llamar la atención de Jason ustedes mismas?".

Los rostros de las criadas palidecieron y su bravuconería se desmoronó.

"¡Lo sentimos mucho, señora Miller! ¡No tenemos esa intención!".

"Fue solo una charla tonta. Para nosotras, usted sigue siendo la señora Miller".

Justo en ese momento, se oyó un sonido en la puerta.

"¿A quién llaman señora Miller?". Jason entró, con un escalofrío pegado a él como una sombra.

Había escuchado claramente el intercambio y su mirada helada se posó en Madelyn. "¿Con qué autoridad disciplinaste a las criadas de aquí?".