Capítulo 5 El encuentro inesperado

El hombre sostenía un plato y una canasta en sus manos. Parecía que se los había comprado a Celia.

Wendy comenzó a sentirse insegura al verlos acercarse, puesto que, pensó que quizás iban a devolver las cosas. Estaba tan nerviosa en ese momento que no sabía qué hacer.

Celia se mantenía en calma, así no supiera por qué estaban allí. Estuvo en tantas situaciones que ya era parte de ella mantenerse tranquila. La confianza no la abandonaba.

"Pequeña, ¿por qué volviste?", preguntó ella, con entusiasmo.

La niña respondió con una sonrisa: "A mi abuelo le encantó lo que venden ustedes, y quería comprar más".

Aquellas palabras la tomaron por sorpresa, entonces, ella levantó la mirada para poder ver al hombre de cabellos gris. Él tenía cierto brillo en los ojos que no coincidía con su apariencia. ¿De verdad estaba allí para comprar más cestas?

"¿Es cierto que está todo hecho a mano?", preguntó, amablemente, el señor.

"Bueno, mi madre las hizo", le respondió ella orgullosa.

"Mi esposa compró esto. Son increíbles. Y les he estado prestando atención por un rato. Mi nombre es Jasper Chen. Me gustaría trabajar con ustedes, si es posible", ofreció humildemente.

Wendy entró en pánico al escuchar la propuesta, y tartamudeó sin poder hablar.

Por otro lado, Celia se mantuvo calmada al escuchar lo que dijo el hombre.

"Señor, somos del campo. Solo conocemos el trabajo agrícola y hacer productos con bambú. Agradecemos su intención, pero, me preguntó cómo podríamos trabajar juntos", habló la chica con actitud casual, mostrando confianza. Luego, fijó los ojos en el hombre, esperando una respuesta.

"Mi casa está por aquí. Creo haber notado que aún no han desayunado, ¿verdad? Yo tampoco lo he hecho, así que, ¿por qué no hablamos de todo esto mientras comemos?". Él parecía ser una persona preocupada, por ello, le inspiró un poco de confianza a la chica.

Tras pensarlo bien, Celia tomó la mano de la pequeña, y dijo: "Si eso es así, entonces no veo por qué no".

"Hija, no creo que sea buena idea. De todas maneras, ya está todo vendido. ¿No deberíamos irnos?", le susurró su madre al oído. Ella estaba demasiado nerviosa como para confiar en un extraño.

Celia sabía que su madre había pasado por muchas cosas y que nunca había visto el mundo exterior. Ella sabía perfectamente los peligros de confiar en las personas. La chica rápidamente tomó las manos de la otra, y dijo: "No te preocupes, mamá, estoy aquí contigo".

Finalmente, accedieron a desayunar en un lugar cercano. Durante toda la mañana las dos mujeres habían estado hambrientas. Antes de ese día no habían tenido ni un centavo, por lo que no siempre podían a comer lo que querían. Aunque, ese día fue diferente, pues, sus ventas les ayudaron a comenzar sus vidas y ahora podían darse un capricho.

Madre e hija pidieron dos platos de albóndigas, mientras que Jasper pidió un plato de fideos con salsa marrón.

"¿Puedo saber cómo se llaman?", preguntó el hombre, con una sonrisa gentil.

"Soy Celia Tang, puede llamarme solo por mi nombre. Y ella es mi madre, Wendy Zhang. Es ella quien fabrica todo".

Luego de la presentación, el hombre asintió, y dijo sin rodeos: "Seamos honestos. Me gustaron las cestas y los platos que hiciste, y creo que tus productos tienen potencial. Si estás dispuesta a vendérmelos, compraré todos los que pueda".

"Entonces, ¿te refieres a comprar todo lo que hagamos?", dijo la chica perspicaz. Básicamente, ellas tendrían que fabricar los productos y él los revendería. Luego de tranquilizarse, dijo: "¿Qué pasaría con los precios?".

"Es obvio que el trabajo de ustedes no es sencillo. Ambas tienen las manos heridas, se nota que han trabajado duro. Ustedes venden las canastas por cuatro dólares, yo les pagaré 3.5 por cada una. Mientras que los platos, lo vendes a dos dólares y yo les pagaré 1.5 por cada uno. ¿Qué te parece?", el hombre hablaba con firmeza.

"¿Qué? Pero si vende las cestas y los platos juntos, no ganará dinero, ¿cierto?". Wendy no podía imaginarse qué estaba planeado él.

Jasper sonrío con ironía, y respondió con picardía: "Ese sería mi problema. Si me los vende, yo debo de preocuparme por mis ganancias. No debe pensar en eso. Pero me debe prometer que mantendrá la calidad. ¡Deben ser así de buenos, o mejores!".

"Señor, usted no se preocupe por eso. Le prometo que somos personas honestas y dignas de confianza. Usted está confiando en nosotras, no lo vamos a defraudar", dijo Celia con sinceridad, mientras veía al hombre a los ojos.

"Si ese es el caso, les daré un depósito de 50 dólares para mostrarles que hablo en serio", luego de decir eso, él sacó el dinero de su bolsillo y lo entregó sin una pizca de duda.

Al instante, la chica tomó el dinero, y con una sonrisa le preguntó al señor: "Señor, nunca nos habíamos visto antes, y solo hemos hablado durante diez minutos. ¿Usted entregará este dinero sin siquiera saber dónde vivimos? ¿No tiene miedo de que huyamos con esto?".

Jasper soltó una carcajada al escuchar la voz preocupada de Celia. "Ja, ja. He conocido a tantas personas que ya tengo la habilidad de reconocer cómo es la gente. Para serles honestos, aunque sus artículos son bonitos, hay otros similares en el mercado. La razón por la que quiero los de ustedes, es por tu brillante personalidad".

"¿Personalidad? ¿De dónde saca eso?", preguntó ella, confundida No sabía exactamente a qué se refería el hombre, ni cómo juzgaba a las personas. Después de todo, esa era la primera vez que se veían.

"No se trata exactamente de eso. Es como el destino. Está mañana le diste el pájaro gratis a mi nieta. No habían vendido nada todavía, pero mostraste amabilidad. No fue solo algo trivial. Ganas dinero vendiendo esto, pero preferiste regalarlo. Para ponerlo simple, solamente quiero ayudar. El que da, recibe", le dijo con calma.

En ese momento, la chica sonrió por el halago, y finalmente entendió. Ella miró al anciano con agradecimiento, y dijo: "Ese pájaro no valía nada. Aun así, realmente aprecio lo que está haciendo, pero no podemos aceptar el depósito. Usted confía en nosotras, por lo tanto, nosotras confiamos en usted. Deme su dirección y le enviaremos los artículos que quiera en tres días".

"¿Puedes ver los almacenes Chen? Esos son míos, así que, puedes enviar las cosas allí", dijo Jasper, mientras señalaba una gran tienda que estabas a unos cien metros de distancia.

Celia miró el lugar, y exclamó: "¡Señor, esa propiedad es gigante! Tiene que ser la tienda más grande que existe".

El hombre agitó la mano y, con indiferencia, dijo: "Podría ser".

"¿Puedo comprar algo de ahí?", habló la chica. Aparentemente, comenzaba a planear algo.

Ella siempre tenía que aprovechar todas las oportunidades, pues, se negaba a ser un don nadie. Estaba totalmente decidida a ser una mujer rica y exitosa.