POV Alessa:
Desperté con el olor a antiséptico y el agudo y rítmico pitido de una máquina.
Mi hombro dolía con un dolor sordo y punzante, un recordatorio físico de que la pesadilla había sido real.
La música de la boda se había ido.
En su lugar estaba el silencio frío y estéril de una habitación de hospital, roto solo por ese pitido incesante.
Ese sonido. Era el nuevo ritmo de mi vida, lo único que quedaba.
El rostro frío de Dante. El cuerpo de mi padre en el pasillo blanco e inmaculado.
Cerré los ojos con fuerza, una nueva oleada de náuseas recorriéndome.
Esperaba verlo.
Esperaba, en alguna parte rota y estúpida de mi corazón, que él estuviera aquí.
Que me explicara.
Que me abrazara.
La puerta se abrió, pero no era Dante.
Una mujer estaba en el umbral, su postura recta como una vara, su vestido de un negro nítido e impecable que parecía absorber toda la luz de la habitación.
Sus tacones resonaron suavemente en el linóleo mientras se acercaba a mi cama.
-Alessa Gallardo -dijo. No era una pregunta.
-Soy Isabela Moreno.
Sus ojos, del color de la madera oscura y pulida, me escanearon de la cabeza a los pies, deteniéndose un momento en el vendaje que cubría mi hombro. No había piedad en su mirada. Solo evaluación.
-Tengo algunas preguntas para usted -comenzó, su voz tan nítida y almidonada como su cuello-. Sobre las operaciones de su padre. Específicamente, cualquier libro de contabilidad o cuenta oculta. Cualquier cosa relacionada con un producto con el nombre en clave 'Espina Escarlata'.
Mi cabeza daba vueltas. No podía procesar sus palabras.
Todo en lo que podía pensar era en él.
-¿Está... está bien Dante? -susurré, mi voz ronca.
Una sonrisa tiró de sus labios, pero fue un movimiento frío y cortante que no llegó a sus ojos.
-El Don está bien -dijo, y el título sonó como una punzada deliberada, un recordatorio del abismo que se acababa de abrir entre nosotros.
-Está... ocupado. Con sus deberes.
Dejó que las palabras flotaran en el aire, una implicación silenciosa y cruel.
Dante había seguido adelante.
Nuestro compromiso, nuestro amor... todo fue solo un medio para un fin. Una operación que ahora estaba completa.
Tenía otros compromisos.
Una nueva alianza.
Un nuevo futuro.
La pregunta se abrió paso fuera de mi garganta, cruda y desesperada.
-¿Hay alguien más?
Isabela Moreno no tuvo que responder.
Su mirada triunfante, la ligera e satisfecha inclinación de su cabeza, lo dijo todo.