La caída de la princesa de la mafia, el ascenso de la reina del cártel
img img La caída de la princesa de la mafia, el ascenso de la reina del cártel img Capítulo 4
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Capítulo 4

POV Alessa:

Un Soldado De la Vega silencioso me escoltó fuera del hospital.

No a la libertad, sino a otra jaula.

Esta era una oficina fría y minimalista en un rascacielos que gritaba a dinero nuevo y poder antiguo.

Dante estaba allí.

Estaba de espaldas a mí, frente a una pared cubierta de fotografías en blanco y negro. Un memorial: los rostros de los miembros de De la Vega asesinados por los Gallardo durante décadas de guerra.

Sus hombros estaban caídos, e incluso desde el otro lado de la habitación, pude ver el agotamiento grabado en su postura. Parecía un hombre que cargaba con el peso de todos sus fantasmas.

No se giró cuando entré.

-Encontramos una de las cajas de seguridad de tu padre -dijo a la pared de los muertos-. Tu nombre está en ella.

Se giró entonces, y se me cortó la respiración.

Pero el agotamiento que había visto en su postura no llegaba a sus ojos. Simplemente estaban vacíos, fríos y profesionales.

Deslizó un documento sobre la vasta y pulida extensión del escritorio.

-El contenido es sustancial e ilícito -dijo, su voz tan plana que podría haber estado leyendo un informe de ganancias trimestral-. Te aconsejaría que consiguieras un abogado.

Le estaba hablando a una extraña.

Mis manos temblaban. No podía obligarme a tocar el papel. Todo lo que podía hacer era mirarlo, al hombre que me había abrazado y susurrado promesas en la oscuridad.

-Dante, por favor -rogué, mi voz quebrándose-. Mírame. ¿Hubo algún momento de verdad entre nosotros?

Finalmente me miró, y el vacío en sus ojos era tan vasto que sentí que podría caer en él y nunca ser encontrada.

-Era mi trabajo.

Se giró para irse, su deber cumplido.

Un recuerdo brilló, agudo y doloroso.

La primera vez que lo vi en la gala de caridad de mi padre. Lo había perseguido durante meses después de eso, como un cachorrito enamorado.

Recordé haber fingido una caída en una escalera de mármol solo para que él tuviera que atraparme. Y lo había hecho, sus brazos cerrándose a mi alrededor, fuertes y firmes.

Recordé la noche en que finalmente confesé mis sentimientos, mi corazón latiendo con fuerza en mi pecho.

No me había devuelto el beso. No en los labios, de todos modos. En cambio, había presionado sus labios en mi frente, su voz una advertencia oscura y aterciopelada.

-Te arrepentirás de esto, Alessa.

Me había reído entonces, delirante con lo que pensé que era una victoria.

Aquí, en esta fría oficina de De la Vega, rodeada por los fantasmas de su familia, me susurré las palabras a mí misma.

-Me arrepiento.

            
            

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