La caída de la princesa de la mafia, el ascenso de la reina del cártel
img img La caída de la princesa de la mafia, el ascenso de la reina del cártel img Capítulo 6
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Capítulo 6

POV Alessa:

Bella me trasladó.

La nueva habitación era una caja blanca y austera. Sin ventana.

Solo una cama, una silla y una única tira fluorescente zumbante en el techo.

Arrojó una toalla raída y una botella de agua sobre el colchón.

-Intenta no hacer un desastre -dijo, y se fue.

Desde la habitación de al lado, oí los sollozos de una mujer. No eran lágrimas silenciosas y educadas. Eran sonidos desgarradores, que partían el alma; el sonido de un alma fracturándose bajo un peso que ya no podía soportar.

Seguía lamentando un nombre, y luego una frase que hizo que la sangre en mis venas se convirtiera en hielo.

-Espina Escarlata... mi niño... mi dulce niño...

Bella reapareció en el umbral, con un expediente en la mano. Señaló hacia la pared.

-Una víctima de los negocios de tu padre -dijo, su voz un zumbido estéril y sin emociones.

-Su hijo está muerto. Sobredosis del veneno que el Escorpión vendía a los chicos de preparatoria.

Cerré los ojos con fuerza, pero los gritos de la mujer resonaban en mi cabeza.

Mi mano voló a mi cuello, mis dedos cerrándose instintivamente alrededor de la brújula de plata deslustrada que colgaba allí. Lo único que me quedaba de mi madre.

-Siempre te guiará, Alessa -me había dicho años atrás, su voz un suave susurro mientras abrochaba la cadena-. Incluso en la oscuridad.

La oscuridad. Estaba en ella ahora. Ahogándome en ella.

Recordé a mi padre en su funeral. Había insistido en un ataúd cerrado.

-Es mejor recordarla como era -había dicho, su voz espesa por un dolor que ahora me daba cuenta era una actuación.

¿Qué había estado ocultando?

Mis dedos juguetearon con el broche de la brújula, un hábito nervioso. Mi uña se enganchó en una costura diminuta, casi invisible, cerca de la bisagra. No era parte del diseño. Era una línea. Una rotura.

Presioné.

Un pequeño clic, no más fuerte que un suspiro. Un compartimento oculto se abrió de golpe.

Dentro, acunada en un lecho de terciopelo descolorido, había una micro memoria USB.

El sueño, cuando finalmente llegó, no fue un escape. Fue un tipo diferente de infierno.

Estaba en el desierto, el sol un martillo despiadado sobre mi cabeza. Mi madre me llamaba por mi nombre, su voz llevada por el viento.

-Alessa... El Escorpión... El Jefe... ya saben...

Desperté de un salto, mi corazón latiendo contra mis costillas. Sus palabras del sueño resonaban en mi mente. El Jefe.

Tenía que hablar con Dante.

Agarré mi teléfono, mis dedos temblando mientras iba a su número. Todavía bloqueado. Borrado.

Una fría determinación se apoderó de mí. No era solo un cabo suelto. Era un testigo.

Y tenía algo que ellos no sabían.

Marqué la línea principal de negocios de De la Vega, el número de su sitio web corporativo. Una voz nítida y profesional respondió.

-Corporativo De la Vega, ¿en qué puedo ayudarle?

-Tengo nueva información -dije, mi voz sonando extraña y distante incluso para mis propios oídos-. Sobre Daniel Gallardo. Y Marta Gallardo.

            
            

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