La caída de la princesa de la mafia, el ascenso de la reina del cártel
img img La caída de la princesa de la mafia, el ascenso de la reina del cártel img Capítulo 7
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Capítulo 7

POV Alessa:

Dante vino por mí. Pero no estaba solo.

Bella se deslizó en el asiento del pasajero de su sedán negro, sus movimientos fluidos y posesivos. Me miró por el espejo retrovisor, una pequeña y triunfante sonrisa tirando de la comisura de su boca.

-Bella es mi socia -dijo Dante, con voz plana. No me miró. Simplemente encendió el coche.

La llamó Bella.

-Estábamos pensando en ir de excursión este fin de semana, ¿verdad, Dante? -dijo ella, su voz cargada de una intimidad casual diseñada para herirme-. Cerca de donde tu madre... tuvo su accidente.

Dejó que las palabras flotaran en el aire, una nube de veneno.

Dante no dijo nada. Simplemente condujo, sus nudillos blancos contra el cuero del volante.

Nos llevó a lo profundo del Desierto de Sonora, el paisaje volviéndose áspero e implacable. Detuvo el coche en un lugar familiar y desolado. Una simple cruz de madera estaba clavada en la tierra seca. *Marta Gallardo. Amada esposa y madre.*

Me arrodillé, mis rodillas hundiéndose en el polvo. Las lágrimas empañaron la madera tosca de la cruz, el mundo disolviéndose en una neblina acuosa.

-Lo siento, mamá -le susurré al marcador silencioso-. Creo que él lo hizo. Creo que papá estuvo involucrado. Perdóname.

De vuelta en el coche, esa disculpa susurrada se sintió como una rendición. La desesperada necesidad de negación se había evaporado, reemplazada por un anhelo frío y hueco por la verdad. Saqué la vieja laptop de mi madre de mi bolso.

Era una cosa antigua, pero conocía el programa de encriptación que había usado. Me tomó algunos intentos frenéticos -su aniversario, el cumpleaños de él- antes de que mis dedos, temblando, teclearan el mío. La memoria USB se abrió.

Era un diario. Su diario.

Fotos. Notas codificadas. Nombres. "El Escorpión". "El Jefe". Todo estaba allí. Un meticuloso registro de su investigación sobre mi padre.

Una última entrada, fechada el día antes de su muerte, hizo que el aire se congelara en mis pulmones.

*Él sabe. Tengo que mover el paquete. La cueva. El lugar que le mostré.*

La cueva. Un pequeño hueco oculto en las rocas que me había mostrado cuando era niña. Nuestro lugar secreto.

Salí del coche y corrí, ignorando el agudo llamado de Bella. La encontré, medio oculta por un enredo de arbustos de creosota.

Dentro, metida en un recoveco de la roca, había una caja de metal cerrada con llave.

Encontré una roca pesada y rompí la cerradura, el sonido resonando en la quietud del desierto. Abrí la tapa.

Se me cerró la garganta, robándome el aliento.

Fajos de billetes. Y junto a ellos, ladrillos rectangulares sellados de polvo blanco.

Dante apareció a mi lado, una sombra silenciosa. Su voz era tranquila, clínica, como si estuviera identificando un espécimen en un laboratorio.

-Cocaína de alta pureza -dijo, señalando un pequeño e intrincado escorpión estampado en uno de los ladrillos-. Su emblema.

Y así, la negación a la que me había aferrado -el último y frágil escudo alrededor de mi corazón- no solo se resquebrajó. Explotó.

Todo era verdad.

            
            

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