Capítulo 5 Su nuevo hogar

Adelina siguió los pasos de Colton a través de la puerta chirriante.

La humilde vivienda desprendía el aroma de la vejez. Sus paredes, desgastadas y con manchas amarillas, se desconchaban por las esquinas, y el techo, hundido, estaba cubierto de malezas rebeldes.

En el interior, la sala de estar solo tenía unos pocos muebles sencillos, pero cada superficie brillaba como si hubiera sido limpiada con esmero. En el aire flotaba un aroma fresco y limpio.

"Esta era la casa de mi abuelo", señaló Colton, bajando un poco el tono.

Él había crecido allí, solo ellos dos. Aunque el lugar era pequeño, poseía una dignidad silenciosa que hablaba de los años pasados entre sus muros.

Al notar el ligero ceño fruncido entre las cejas de Adelina, sus ojos oscuros se volvieron más penetrantes, imperceptiblemente.

Por un latido, se preguntó si ella lo miraba con desdén.

Pero la suave respuesta de Adelina llegó antes de que sus pensamientos pudieran asentarse. "Gracias por dejarme quedarme", murmuró, estabilizando su voz. "Te ayudaré a cuidar el lugar.".

Por un brevísimo momento, algo cambió en la expresión de ella. En la penumbra, ella casi vio al joven que él había sido: desaliñado y terco, abriéndose paso en la vida con poco más que agallas y unas manos encallecidas.

Colton se tambaleó, sorprendido por su tranquila sinceridad. "Eh... sí", respondió después de un momento, con la voz algo ronca por la sorpresa. "Por supuesto.".

Mientras Adelina deambulaba por la casa, su celular vibró bruscamente en el bolsillo.

Ella frunció las cejas al ver el nombre que parpadeaba en la pantalla -Miguel- y presionó el botón de respuesta.

"¡¿Dónde demonios te metiste, mocosa malagradecida?!", retumbó la voz de Miguel desde el altavoz. "Mañana tienes una reunión con Bruce en el Hotel Apex sobre el compromiso. ¡Vuelve a casa ya!".

Al mencionar la palabra "compromiso", el rostro de Adelina se endureció y la calidez de momentos antes desapareció en un instante. "Ya te dije que no voy a casarme con él", respondió con indiferencia. "¿Por qué organizaste esto sin consultarme? No soy tu hija de verdad. Siempre quisiste que me fuera, ¿no debería esto hacerte feliz?".

La verdad era simple y brutal: la Familia Shaw se había cansado de su presencia hacía mucho tiempo, pero la había dejado quedarse por el bien de mantener las apariencias.

Ahora que tenía valor a sus ojos, de repente no podían soportar dejarla ir.

Al otro lado de la línea, la voz de Miguel goteaba una amenaza silenciosa: "¿No vas a venir, eh? Niégate, y me aseguraré de que tu abuela dé su último suspiro esta noche. De todos modos, no le queda mucho tiempo.".

La "abuela" que Miguel mencionó no era otra que Dina Shaw, la mujer que había criado a Adelina.

Confinada en su cama debido a una grave enfermedad cardíaca, Dina se había vuelto frágil y dependiente.

Adelina nunca habría creído que Miguel pudiera hundirse tan bajo como para quitarle la vida a su propia madre solo para llenar su propio bolsillo.

Un sollozo ahogado escapó de ella. Por la furia y la impotencia que se agitaban en su interior, sus ojos se enrojecieron y se llenaron de lágrimas. Sus dedos se cerraron en puños apretados con tal fuerza que un temblor recorrió todo su cuerpo.

Finalmente, con la voz rota, se rindió: "Bien. Iré.".

Una vez que terminó la llamada, su pulso se negaba a calmarse.

Podía deslomarse trabajando para pagar el tratamiento de Dina, pero nada garantizaba que la Familia Shaw no hiciera algo vil a sus espaldas.

Para mantener a salvo a Dina, se armó de valor para enfrentarlos cara a cara y terminar con esto de una vez por todas.

Frente a él, Colton captó el destello de miedo en su mirada mientras agarraba el teléfono como si fuera un salvavidas, y la inquietud se agitó silenciosamente en su pecho.

Al sentir su mirada, ella forzó su expresión a una calma practicada, escondiendo su pánico tras una sonrisa quebradiza.

Él frunció las cejas y presionó: "¿Qué pasa?".

Tras unos segundos de debate silencioso, ella exhaló lentamente y respondió en voz baja: "No es nada. Solo tengo que resolver un asunto mañana.".

Siempre había creído que la honestidad era la base de todo matrimonio, pero la idea de explicar el matrimonio concertado que se cernía sobre ella le apretaba la garganta.

Colton era solo un empleado de hotel; no necesitaba ser arrastrado al lío de la familia Shaw.

Colton enarcó una ceja, notando la tensión entre sus cejas fruncidas y la línea rígida de sus labios. Estaba ocultando algo; lo sentía.

"¿Quieres que te acompañe?", preguntó con voz baja y firme.

Casi por instinto, ella sacudió la cabeza rápidamente y lo empujó en el pecho. "¡No hace falta!".

La suavidad de su tacto solo agudizó la punzada de su rechazo.

Jamás una mujer se había atrevido a empujarlo así. Una irritación punzante se agitó bajo su piel. Con una respiración mesurada, se quitó la chaqueta a medida y empezó a desabrocharse los botones de la camisa impecable.

Adelina se quedó sin aliento, y sus mejillas se sonrojaron al ver que su torso cincelado quedaba a la vista. Desvió la mirada bruscamente y tartamudeó: "¿Q-qué demonios estás haciendo?".