Capítulo 2

Punto de vista de Sofía:

Observé cómo el viejo jardinero se alejaba arrastrando los pies, su curiosidad satisfecha por ahora. Ricardo seguía allí, una estatua de incredulidad, aferrado a esos patéticos lirios de plástico. El silencio se extendió entre nosotros, denso con años no dichos y heridas purulentas.

Finalmente se movió, arrojando los lirios descuidadamente sobre el césped, sus pétalos descoloridos una triste mancha de color contra la tierra húmeda. Sus ojos, aunque todavía inyectados en sangre, se endurecieron con una ira familiar.

-¡¿Cómo te atreves?! -espetó, su voz baja y peligrosa-. ¿Cómo te atreves a aparecer aquí como si nada hubiera pasado? ¡Cinco años, Sofía! ¡Cinco años pensamos que estabas muerta! ¿Disfrutaste viéndonos llorarte? ¿Disfrutaste haciéndonos sentir culpables?

¿Culpables? La palabra sabía a veneno en mi boca. Casi me reí.

-¿Culpables? -repetí, con una fría diversión en mi tono-. ¿Creíste que eran culpables?

Se estremeció, apretando la mandíbula.

-¡Por supuesto que sí! ¡Por Dios, Sofía, te habías ido! ¡Tuvimos un funeral, una tumba para ti! -Gesticuló salvajemente hacia la lápida-. ¿Sabes lo que eso me hizo a mí? ¿A Anahí? ¿A tu familia?

Mi familia. El dolor de esas palabras, el recuerdo de su traición, era un latido sordo en mi pecho. Recordé la última vez que lo vi, que realmente lo vi. Fue un borrón de luces intermitentes y metal retorcido, una lucha frenética por respirar.

-Me llamaste desde el hospital -dije, mi voz apenas un susurro, pero cortó el aire entre nosotros-. Tenía la pierna destrozada, las costillas rotas. Los médicos no estaban seguros de que lo lograría.

Retrocedió, como si lo hubieran golpeado.

-Yo... lo sé. Fue terrible, Sofía, de verdad.

-¿Terrible? -Me reí entonces, un sonido áspero y quebradizo-. Me dijiste que no podías venir. Dijiste que tenías "otras obligaciones". Dijiste que lo sentías, pero que Anahí te necesitaba más.

Las palabras salieron a borbotones, cada una un afilado fragmento de memoria.

Flashback

-Ricardo, por favor -grazné, con la garganta en carne viva. La habitación del hospital olía a antiséptico y desesperación-. Tengo miedo. Dijeron que podría no volver a caminar.

Su voz en el teléfono era distante, tensa.

-Lo sé, Sofía. Lo siento mucho. De verdad. Pero Anahí... está pasando por un momento muy difícil con todo esto. Necesita que sea fuerte por ella. Don Armando ya está muy estresado con los planes de la boda.

-¿Los planes de la boda? -logré decir, con lágrimas picando en mis ojos-. Ricardo, ¡nuestra boda es en semanas! ¡Y su boda contigo es mañana!

Suspiró, un sonido impaciente.

-Es complicado, Sofía. Ya sabes cómo es Anahí. Tan frágil. Todo este accidente la ha llevado al límite. Necesita que esté allí mañana. Para la prueba del vestido. Para la cena de ensayo. No puede hacerlo sin mí.

-¡Pero me estoy muriendo, Ricardo! -grité al teléfono, mi voz quebrándose-. ¡Me estoy muriendo y la estás eligiendo a ella por encima de mí! ¡Estás eligiendo a Anahí, la mujer que me robó el anillo de compromiso, la mujer que le dijo a todo el mundo que estaba fingiendo mis heridas para llamar la atención!

Hubo un largo silencio. Luego, su voz, fría y desprovista de toda calidez.

-¿Sabes qué, Sofía? Quizás sea mejor si simplemente... desapareces. Anahí merece ser feliz. Felicidad de verdad. No este drama que constantemente traes. Solo vete. Vete al infierno, por mí púdrete.

Fin del Flashback

-Vete al infierno -repetí, con la mirada fija en él-. Esas fueron tus palabras exactas, ¿no es así, Ricardo? "Vete al infierno". Simplemente seguí tu consejo.

Su rostro era una máscara de confusión, luego de ira.

-¡Eso fue solo... una exageración! ¡Estaba estresado! ¡Todos estábamos estresados! Siempre fuiste tan dramática, Sofía. Siempre haciendo todo sobre ti. -Se pasó una mano por el cabello, mirándome de arriba abajo-. Pero mírate. Te... te ves bien. De hecho, te ves increíble. ¿Ropa nueva? ¿Corte de pelo nuevo? ¿Es esto una especie de juego enfermo? Fingiste tu muerte para vengarte de nosotros, ¿no es así? ¿Para hacerme sentir mal?

Se acercó, una sonrisa burlona formándose en sus labios.

-Bueno, funcionó. Por un tiempo. Pero Anahí y yo somos felices. Realmente felices. No has arruinado nada. -Gesticuló vagamente hacia la lápida-. Si este es tu gran regreso, tratando de hacer que me arrepienta, llegas demasiado tarde. Mira, Sofía, si quieres volver, tal vez podamos hablar. Anahí siempre ha tenido debilidad por ti, a pesar de todo. Pero tendrás que disculparte. Por este numerito. Y por perturbar su paz.

No pude soportarlo más. La audacia, la autocompasión, el puro delirio.

-Eres realmente patético -dije, mi voz goteando desdén-. No volví por ti, Ricardo. No volví por Anahí, ni por Daniel, ni por Don Armando. Volví por mi madre. Y nada más.

Di un paso para pasar a su lado, dirigiéndome hacia la salida del panteón.

-Hazte un favor, Ricardo -grité por encima del hombro, sin molestarme en mirar atrás-. Recoge esos lirios de plástico. Te quedan mejor que cualquier flor real.

Escuché su grito ahogado, pero seguí caminando. No iba a dejar que me arrastrara de nuevo a ese pantano tóxico. Nunca más.

            
            

COPYRIGHT(©) 2022